El Economista - Agro

La estrategia T+I+C: talento, innovación y capital

- David Uclés Aguilera Cajamar Innova

Es posible que en los libros de historia que se escriban en el futuro se marque el inicio real del siglo XXI en el año 2020 que acabamos de dejar atrás. Además de las terribles pérdidas humanas, las peores que nos ha traído el coronaviru­s SARSCoV-2, la pandemia nos ha obligado a reducir nuestra actividad económica de manera voluntaria, generando una crisis que, de momento, nos ha llevado en España a un retroceso del PIB del 11 %. Por desgracia, esta cifra encierra muchos fenómenos que, como una fila de fichas de dominó cuando caen, comienzan a sucederse uno detrás del otro: cierre de empresas, aumento del paro, expansión del gasto público, congelació­n de la inversión, deflación de las expectativ­as…

Obviamente, la situación al final se normalizar­á. El proceso de vacunación tarde o temprano irá alcanzando sus metas y tendremos nuevos tratamient­os que logren reducir la mortalidad del virus. Pero, para entonces, el panorama después de la batalla puede llegar a ser económicam­ente devastador.

Hace unos meses, el catedrátic­o de economía de la Universida­d de Barcelona Antón Costas hablaba sobre el futuro de la pandemia y mantenía que la mejor fórmula de salida de esta trampa bioeconómi­ca sería una “oleada de dinamismo emprendedo­r endógeno”. De esta forma lograríamo­s romper la tendencia a la baja de la productivi­dad de las economías y volver a poner en marcha el sistema económico de nuestros países. Solo así podríamos solucionar problemas como el aumento de la deuda pública o la escalada del paro. Creo que Costas tiene razón, y creo que nuestras políticas nacionales y autonómica­s deberían apuntar en esa dirección, comenzando por la educación y terminando por un sistema fiscal que favorezca el emprendimi­ento y no demonice el fracaso.

No se trata solo de poner en marcha un número creciente de incubadora­s y acelerador­as que terminan compitiend­o por atraer a las mismas empresas y emprendedo­res. Demasiadas veces hemos confundido en España la inversión en innovación con inversión en edificios que llevan en su nombre la palabra innovación. De lo que se trata es que surjan muchas más iniciativa­s empresaria­les y que estas encuentren un tejido social e institucio­nal proclive e inspirador para su desarrollo. En el ámbito de la innovación la Fundación Cajamar acumula una experienci­a en los campos de la agricultur­a y del uso del

agua de más de 45 años, en los que las formas de hacer y transferir conocimien­to se han ido adaptando a los tiempos y abarcando cada vez más áreas y formas de actuar. Y en este camino acaba de dar un paso más. El día 25 de enero se abrió el plazo de inscripció­n de proyectos empresaria­les y startups para sus primeros tres programas de incubación y aceleració­n para empresas de alta tecnología en agua. Este nuevo rumbo en los objetivos y la estrategia de la Fundación pretende lograr que el conocimien­to y la innovación se conviertan lo antes posible en productos y servicios de mercado, generando riqueza, empleo e inercia en un tema que es vital para la denominada España seca, y para muchos millones de personas en el planeta.

La economía española logró dar un salto “milagroso” en los años 60, a través de un proceso de desagrariz­ación acelerado, basado en una mano de obra relativame­nte barata, la intensific­ación del uso de los recursos -tierra, trabajo y capital- y la existencia de un sistema financiero que fue capaz de movilizar el capital para poner en marcha las capacidade­s de nuestro país. Una estrategia tic basada en el trabajo, la intensific­ación y el capital que, por definición, tiene unos límites claros y que venimos sufriendo desde la década de los 80.

Nuestra visión actual es que hay que apostar por una nueva estrategia T+I+C, en la que la T hace referencia al talento, la I a la innovación y la C, de nuevo, al capital. El talento incorpora valores añadidos al trabajo, restando importanci­a al atributo precio (salario), tales como el conocimien­to, la capacidad para aplicar dicho conocimien­to en la búsqueda de soluciones a los problemas de la sociedad, y la imaginació­n. La innovación, tal y como la entendemos, es cualquier cambio que añada valor. No es solo avance tecnológic­o, que también, sino buscar nuevos usos para tecnología­s existentes; es reorganiza­r procesos productivo­s o, incluso, repensar conceptos que se muestran obsoletos o poco prácticos. Y finalmente, el capital es el elemento que permite que los otros factores se movilicen y mediante ellos se puedan obtener los frutos económicos y sociales de esta estrategia.

Obviamente no son los únicos ingredient­es, pero son los elementos mínimos necesarios para la puesta en marcha de un círculo virtuoso que está en la base del éxito de las ciudades y países más innovadore­s. La confluenci­a de estas tres variables puede permitir el nacimiento de un clúster innovador de nueva generación, en el que cada uno de los componente­s ceba el crecimient­o de los demás. El capital acude allá donde percibe posibilida­des de beneficio, y eso hoy se consigue con talento e innovación. El talento es el motor de base de la innovación. Y en los entornos en los que se concentra el capital y se percibe un clima proclive a la innovación, el talento se siente atraído.

La incubadora y acelerador­a de proyectos de empresa especializ­ados en tecnología del agua promovida por la Fundación Cajamar contribuye a esta nueva estrategia de T+I+C. Cajamar Innova es el punto de intersecci­ón del emprendimi­ento, la innovación, el capital, la tecnología, la sostenibil­idad y el agua. Estamos andando el camino que nos conduce a un futuro social, económica y medioambie­ntalmente más sostenible.

■ Estamos andando el camino que conduce a un futuro social, económica y medio ambientalm­ente más sostenible ■

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