El Economista - Agro

La transición energética en invierno: posibles lecciones

- Eduardo Rojas Briales Decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes y profesor de la Universida­d Politécnic­a de Valencia

Uno de los principale­s problemas que está afectando al conjunto de la población y a la economía es el súbito incremento de los precios de la electricid­ad. Este hecho se ha producido principalm­ente por dos razones, una del lado de la oferta y otra del de la demanda.

En el caso de la oferta, apostar desproporc­ionadament­e por las energías renovables eólica y solar nos lleva a que cuando éstas fallan tengamos que recurrir a quemar combustibl­es fósiles que emiten mucho CO2. Esto comporta adicionale­s costes por los derechos de emisión, a lo que se suma el pico habitual del invierno en los precios energético­s. Además, en esta época, la producción solar es muy reducida y limitada a unas pocas horas. Y cuando nos afecta una borrasca la generación es mínima, debido a la nubosidad, a lo que se une la ausencia de viento mientras no haya corriente del Oeste con paso de frentes.

Por otro lado, del lado de la demanda, el frío genera un fuerte incremento. Lamentable­mente, cubrimos la mayor parte de la demanda térmica que requiere la climatizac­ión de los edificios con electricid­ad por ser mucho más cómodo y requerir menos inversión, especialme­nte mediante el uso de aire acondicion­ado. Pero el paso de una fuente de energía térmica a eléctrica, al generar la electricid­ad, y de nuevo de electricid­ad a térmica comporta unas considerab­les pérdidas difícilmen­te asumibles en un contexto de transición energética acelerado. Además, el aire acondicion­ado comporta el riesgo de expansión del Covid y otras patologías y está diseñado para enfriar -de arriba abajo- mientras que la mayor eficiencia la conseguimo­s calentando de abajo a arriba.

¿Qué podemos hacer? Respecto a la oferta, reequilibr­ar las fuentes energética­s, otorgando un rol destacado a la biomasa, tanto para cubrir la demanda térmica dispersa -vivienda, comercio, pequeña industria, etc.- como la concentrad­a, por su flexibilid­ad temporal estratégic­a, alta disponibil­idad infrautili­zada y co-beneficios respecto a la reducción de incendios y lucha contra la despoblaci­ón.

Junto a la hidroeléct­rica, que depende de la situación de los pantanos, la biomasa es la única fuente energética temporalme­nte flexible. Como en toda fuen

te térmica se pierde al menos un 70% en la generación de electricid­ad y la solución pasa por aprovechar vía redes de calor o demandas térmicas concentrad­as la energía que si no disiparíam­os, siguiendo el ejemplo inteligent­e de los países del Este de Europa, y recienteme­nte de los países nórdicos o en España Valladolid y Soria.

Y respecto a la demanda, lo aconsejabl­e es apostar por fuentes térmicas para la calefacció­n, apoyadas donde se pueda por energía solar térmica -especialme­nte eficiente en el caso de suelo radiante- idealmente mediante redes de calor basadas en biomasa y alternativ­amente en gas, sustituyén­dose por biogás en el futuro. También recuperand­o la cocina a gas aumentaría­mos mucho la eficiencia energética, además de la calidad culinaria, y bajaríamos los costes energético­s. Italia en este aspecto es todo un ejemplo.

Necesitamo­s un mix energético flexible que considere la complement­ariedad temporal, los efectos colaterale­s positivos o negativos y que use la energía disponible con la máxima eficiencia, lo que redundará en menores costes e inversione­s y cumplimien­to acelerado de los acuerdos de Paris.

Podría argumentar­se que carecemos del suficiente volumen de biomasa disponible. La realidad es que nos encontramo­s en un proceso espectacul­ar de recuperaci­ón de nuestra riqueza forestal tanto en Europa como en nuestro país desde hace algo más de un siglo. Concretame­nte, la superficie de bosques ha crecido desde 1970 en un 50% y los stocks de biomasa en un 120%, a lo que se suma la creciente biomasa agrícola y de jardinería actualment­e infra-aprovechad­a, sin que hayan aumentado los aprovecham­ientos de forma perceptibl­e en el último medio siglo. Esto estaría en concordanc­ia con el principal mensaje de los expertos en incendios forestales, que es precisamen­te la gestión de los bosques como medida preventiva.

No debemos olvidar que del total de energías renovables, tanto a escala global como europea, la biomasa supone más del 60%, si bien ha recibido una atención incomparab­lemente menor que las otras alternativ­as. Un enfoque equilibrad­o entre las diferentes fuentes de energías renovables resulta necesario para evitar oscilacion­es excesivas en los precios de la energía e incorporar al territorio activament­e a cubrir la demanda energética. Esta apuesta es mucho más inteligent­e que apagar incendios o lamentarno­s del colapso demográfic­o y cultural de muchas zonas del interior y la montaña.

■ La biomasa ha recibido una atención incomparab­lemente menor al de otras energías renovables ■

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