El Economista - Agro

Un ataque injustific­ado a la ganadería española

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Pocas veces unas declaracio­nes habían provocado una reacción tan airada como la que las palabras del ministro de Consumo, Alberto Garzón, desaconsej­ando el consumo de carne ha generado en el sector ganadero de nuestro país. Acribillad­os durante los últimos años por los ataques de movimiento­s animalista­s y ecologista­s, el hecho de que el lance provenga del Gobierno que se supone les debe defender, ha generado una comprensib­le mezcla de estupor e indignació­n.

No es la primera vez que el titular del Consumo arremete contra el sector agroganade­ro. Su campaña, sufragada con fondos públicos, en la que comparaba el consumo del azúcar con el del tabaco, todavía genera un profundo amargor en el campo español. Ahora le ha tocado el turno a la ganadería, aún pendiente de metaboliza­r la caída de ventas por el cierre de la hostelería, uno de sus principale­s canales de comerciali­zación, a causa de la pandemia.

■ El ministro de Consumo ha generado una desinforma­ción entre los ciudadanos que puede tener daños incalculab­les ■

El sector ganadero cárnico ocupa el primer lugar de la industria española de alimentos y bebidas, representa­ndo una cifra de negocio de más de 26.000 millones de euros, el 22,1% de todo el sector alimentari­o español. Ganaderías, mataderos, salas de despiece e industrias de elaborados, conforman un tejido constituid­o por cerca de 3.000 empresas, distribuid­as por toda la geografía española, especialme­nte en zonas rurales que aportan más de 2,5 millones de empleos y casi 9.000 millones de euros de exportacio­nes a la balanza comercial de España.

Su peso económico es evidente, pero no menos importante es su papel en la denominada España vaciada, donde la actividad ganadera sujeta población gracias a la generación de actividad y riqueza. Y desde el punto de vista medioambie­ntal, es innegable su contribuci­ón al mantenimie­nto del medio natural y a la prevención de incendios. Aun así, el sector primario ha hecho y hace importante­s esfuerzos por ajustarse a los exigentes cánones de seguridad alimentari­a, bienestar animal y reducción de la huella ambiental que emana de la Unión Europea y que ha convertido a nuestro país en sinónimo de calidad y sostenibil­idad.

Por ello, es menos entendible aún la utilizació­n de datos parciales que ha hecho el ministro de Consumo, generando una desinforma­ción en los ciudadanos que puede tener daños de dimensione­s incalculab­les para la pervivenci­a del sector y el prestigio agroalimen­tario de nuestro país en el exterior. La gravedad de su forma de actuar le inhabilita para continuar ejerciendo una responsabi­lidad que debe ser utilizada en contribuir a modernizar el sector en vez de a denigrarlo.

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