El “después” que abre un gran fuego
Cuánto tiempo tarda en recuperarse un paisaje es una de las preguntas típicas a las que expertos como Javier Ezquerra se enfrentan tras un gran incendio; “Que lo puedas volver a ver verde, un año; para que lo veas del mismo verde que tenía antes del fuego, 15 años; para que realmente esté como tú lo has vivido, 200 años”.
Muchos factores intervienen en una recuperación que arranca cuando el fuego se da por controlado. A partir de ahí, las administraciones autonómicas, inician la “etapa inmediata”, en la que se evalúan los daños ocasionados sobre particulares, actividad ganadera, flora y fauna de singular valor e infraestructuras y en la que también se pone el foco y comienzan a atajarse los nuevos riesgos que se abren, como la aparición de plagas o los arrastres de cenizas hasta captaciones de agua. Trascurridas una, dos o tres semanas, se entra en la fase “de emergencia”, que, durante un año, se centra en acometer las actuaciones marcadas tras la evaluación inicial. Finalmente, llega la etapa “de medio y largo plazo”. “Sean zonas de recuperación natural o artificial, -algo en lo que siempre se siguen criterios ecológicos-, hay que seguir gestionando, cuidando e interviniendo para que sean lo menos combustibles posible”. nes en tareas que no forman parte del ámbito estrictamente forestal, pero que son absolutamente necesarias”. Las cunetas tienen que estar limpias, también los entornos periurbanos y las parcelas urbanas, no pueden circular locomotoras que provoquen chispas, ni puede edificarse en mitad de un monte sin asumir un elevado riesgo…, enumera Ezquerra para concluir que, eludir estas tareas, genera “entornos más combustibles que el propio monte” y, además, en las zonas más críticas, que son las urbanas.
Por último, como tercer pilar, y más importante que los anteriores, si cabe, el jefe de Servicio asegura que esa estrategia debe “poner en valor el monte y propiciar un buen sector maderista”, porque, de esta manera, se consigue “tener un sotobosque limpio, la dosis correcta de madera muerta y la densidad de árboles adecuada”. Además, “un buen aprovechamiento maderero genera empleo, beneficio y, con ello, implicación social e interés por evitar los incendios”.
“Que se viva del monte, sí es la mejor defensa preventiva de los incendios que se puede hacer”, concluye con absoluta rotundidad Javier Ezquerra, no sin pasar por alto la indiscutible importancia que la puesta en valor del monte tiene, además, para evitar lo que él mismo denomina “el drama silencioso del incendio”, es decir, la pérdida irrecuperable del suelo. En ocasiones ocurre que el fuego aniquila a su paso “hasta 10 centímetros de suelo, que es la mejor parte porque es donde se acumula la materia orgánica de la que luego se nutren los árboles para crecer, y si se van 10 centímetros, se te ha ido entero y eso a lo mejor tarda en recuperarse 300 o 400 años”, afirma. “En un incendio se pueden haber perdido muchas cosas que se recuperan, pero otras, a escala humana, son irrecuperables”.
Alineada con el desarrollo sostenible
No obstante, no se trata sólo de prevenir esos potenciales fuegos por todas las implicaciones y consecuencias directas que pueden tener tanto a nivel humano, como para la actividad ganadera o en la conservación de nuestra fauna o el conjunto de la biodiversidad, sino que la política forestal integral a la que urge Ezquerra iría, además, alineada “con los objetivos del desarrollo sostenible, con el pacto verde europeo, la apuesta por la bioeconomía, la reducción de combustibles fósiles, la necesidad de un mayor peso de la madera en el sector constructivo y