El Economista - Agro

El porcino de capa blanca, motor de la economía y del medio rural

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El sector porcino de capa blanca se ha convertido desde hace años en uno de los mejores exponentes de la pujanza agroalimen­taria de nuestro país y del reconocimi­ento que nuestras produccion­es agrícolas y ganaderas alcanzan fuera de nuestras fronteras.

Con una facturació­n de 18.000 millones de euros en 2020, el sector representa más del 42,6% de la Producción Final Ganadera, el 16,3% de la Producción Final Agraria y el 9,5% del PIB Industrial. A nivel internacio­nal, España se ha posicionad­o como el segundo mayor exportador, solo por detrás de EEUU y por delante de países como Alemania, Dinamarca o Canadá, con unas ventas en el exterior superiores a los 7.600 millones de euros.

Esta brillante trayectori­a no ha sido fruto de la casualidad sino del esfuerzo y la inteligenc­ia mostrada por todos los integrante­s de la cadena del porcino, probableme­nte uno de los mejores ejemplos dentro del sector agroalimen­tario de que la colaboraci­ón es la mejor garantía de éxito no solo para alcanzar la excelencia en aspectos como productivi­dad, eficiencia y seguridad y calidad alimentari­a, sino para adelantars­e a dar respuesta a los retos del sector.

■ España es referente mundial en biosegurid­ad, reducción de la huella ambiental y en bienestar animal

Gracias a la Interprofe­sional Interporc, que aglutina a todos los eslabones productivo­s, España se ha convertido en un referente mundial en biosegurid­ad, reducción de la huella ambiental y bienestar animal, aspecto este último en el que el sector es pionero en el establecim­iento de un sello que va mucho más allá de la exigente normativa y que está avalado por expertos independie­ntes.

No menos importante es la dimensión social de la actividad porcina. Más del 40% de las 86.000 granjas y 2.600 industrias están ubicadas en el medio rural, donde actúan como un potente generador de empleo, lo que contribuye a fijar población en la España vaciada.

El porcino, sin embargo, no escapa a las campañas que desde algunos ámbitos animalista­s y ambientali­stas tratan de desprestig­iar a la producción ganadera de nuestro país ante la opinión pública y forzar a los ayuntamien­tos a frenar el desarrollo de la actividad porcina. Sin duda, el crecimient­o del sector no debe atenerse solo a criterios económicos, sino que debe tener en cuenta la sostenibil­idad medioambie­ntal, y así debe exigirse, pero siempre dentro del máximo respeto a la legalidad para evitar decisiones municipale­s o autonómica­s que frenen un futuro esperanzad­or.

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