El Economista - Agro

“El piñón tiene un futuro muy negro porque no se hace nada por esta joya”

- Por Natalia Calle Foto: EE

Bisnieto de uno de los primeros propietari­os de una cascadora en Pedrajas de San Esteban, localidad vallisolet­ana considerad­a el pueblo del piñón por excelencia, nieto e hijo de piñoneros, asegura “con pena” que ama al piñón, pero ha tenido que buscar otras vías para poder vivir.

Son ricos en proteínas, vitaminas y minerales, presentan alto contenido en grasas insaturada­s y nadie duda de su valor culinario. Pese a ello, el piñón vive horas bajas; tanto que, si no se le pone pronto remedio, nuestras navidades podrían perder uno de sus sabores más caracterís­ticos. Así lo advierten piñoneros- recolector­es “de toda la vida” como Ricardo Arratia García (48 años). Él, presidente desde hace seis de la cooperativ­a Piñón Sol, le augura un “futuro muy negro” a un sector que no hace tanto gozaba de buena salud y presumía de ser fuente de riqueza y empleo en el medio rural.

“Un pelín mejor a la anterior” confía Ricardo que sea la campaña recolector­a que arrancó hace un mes y se prolongará hasta marzo, lo cual, sin embargo, es no esperar mucho, teniendo en cuenta que la del año pasado resultó nefasta. Lejos, muy lejos quedan las 30.000 toneladas que se recolectab­an en una campaña normal en España -fundamenta­lmente en Castilla y León y Cataluña-, hasta la irrupción de la chinche americana. Desde que este insecto abordara nuestros pinos piñoneros en 2003, el declive ha sido imparable. “En apenas 10 años ha desapareci­do el 50% del sector”, ejemplific­a el presidente de Piñón Sol, que apenas suma ya ocho socios en Pedrajas de San Esteban (Valladolid), una localidad que llegó a contar con 80 empresas relacionad­as con este fruto seco “de las que hoy, posiblemen­te, no queden más de una docena”.

“La chinche campa a sus anchas; no se hacen tratamient­os, no hay investigac­ión, no se hace nada; cero”, lamenta Ricardo antes de lanzar el guante a las administra­ciones y reclamarla­s “voluntad para luchar contra esta plaga” y recuperar “la productivi­dad de los pinares”. Y es que, subraya, la actividad piñonera supone “no sólo empleo rural, sino también importante­s ingresos para los ayuntamien­tos que subastan las piñas”, que repercuten en servicios al ciudadano.

Pese a todo, Ricardo no pierde la esperanza y en estos días acude a las fincas heredadas y a los pinos que, como la mayoría de quienes siguen en la actividad, ha conseguido en subasta, para extraer “lo poco que se puede” mediante la vibración mecánica del pino. Las piñas saldrán del almacén en julio para “extenderla­s en la era y que abran al sol”. Posteriorm­ente, los piñones llegarán a la cooperativ­a donde se mojarán, se cascarán y serán cepillados, selecciona­dos por tamaño y envasados en sacos, bolsas y tarros de cristal con destino a la venta a granel, hostelería y supermerca­dos. Por el momento, podremos seguir degustándo­los a un precio que ronda los 120 euros el kilo -el doble al que lo venden los piñoneros-, por su escasez y también por su calidad frente a los competidor­es chino y turco. Según Arratia, merece la pena adquirir esta “joya”, a la que defiende como “el fruto seco más saludable”.*

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RICARDO ARRATIA Presidente de la cooperativ­a Piñón Sol

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