¿Por qué hemos tenido este año menos incendios?
Con bastante probabilidad, la sociedad española tiene la percepción de que este año ha habido menos incendios. Para ello es conveniente en primer lugar, analizar los datos. Hasta primeros de septiembre de 2022 habían sido afectadas por incendios forestales en el conjunto de España 107.000 hectáreas de bosque frente a las 34.000 de este año. No obstante, la media del pasado decenio fue de 25.000 por lo que, en 2023, nos situamos significativamente por encima de esta cifra. Lo cierto es que las estadísticas de incendios, en España, también recogen otra tipología de terrenos forestales quemados como son los terrenos desarbolados que pese a ocupar una menor extensión comparando con los bosques (9 frente a 19 millones de ha en toda España), arden mucho más: 143.000 ha en 2022 y 45.000 ha este año. En todo caso, cuando un incendio afecta a éstas este hecho no supone ni siquiera pérdida temporal de bosques, ni deberían ser incluidas cuando nos comparamos con otros países que solo consideran en sus estadísticas las zonas boscosas.
Estas cifras, en todo caso, debemos confrontarlas con incremento anual de la superficie de bosque en España y que supone unas 130.000 ha, siendo solo una pequeña fracción las que se corresponden con repoblaciones mientras que el resto son el resultado de la recuperación espontánea derivada del abandono rural. En todo caso, no es correcto hablar de bosques arrasados por ser el incendio un impacto temporal reversible cuando se aplican las técnicas adecuadas.
Los incendios forestales siempre nos han preocupado como sociedad, pero la alarma generada en estos últimos años es precisamente la consecuencia de un crecimiento extraordinario de nuestra cubierta forestal. Recordemos que España no está ni mucho menos en un contexto de deforestación sino todo lo contrario como consecuencia en gran medida del abandono del medio rural. Si no actuamos a tiempo, incurrimos en un creciente grave riesgo de sufrir megaincendios que puedan llegar a comprometer todo lo que hemos avanzado en estos últimos decenios.
Pero, ¿qué explica las cifras mejores de este año comparadas con las del año pasado, que no respecto a la media de la pasada década? En primer lugar, que la realidad aleatoria de la meteorología concreta de los veranos y los meses preceden
tes hacen que haya que desenmascarar el ruido del año concreto y focalizar nuestra atención en la evolución de las tendencias. Es decir, unos resultados medios en un año de meteorología benigna pueden ser objetivamente peores que unos resultados mediocres en un año muy adverso meteorológicamente hablando.
El año 2023. pese a unos meses previos al verano muy desfavorables con una fuerte sequía en una parte de España, se ha caracterizado por un período muy tormentoso desde finales de mayo a principios de julio que además afectó a buena parte de España permitiendo que los tejidos vivos de las plantas se cargasen de agua y pudieran resistir mejor la sequía y los calores posteriores del verano; un verano que ha sido extremadamente cálido pero corto comparado con el anterior, con poco viento y escasas tormentas secas y que ha finalizado con las intensas lluvias de principios de septiembre.
Si bien la temporada estival ha sido positiva, especialmente después de unas malas previsiones como consecuencia de la sequía acumulada en una gran parte del territorio, los incendios han tenido una excepcional relevancia en los meses del final de invierno, época en la que normalmente se ven afectadas las montañas cantábricas con algún incendio en la zona mediterránea. Debemos insistir nuevamente en que no se trata de un adelanto en la temporada de verano, como interesadamente argumentan algunos, sino que tradicionalmente siempre han existido dos temporadas separadas que suelen afectar a territorios diferentes. Por ello, para el conjunto del año el resultado ha sido preocupante en Asturias, Cantabria y Canarias.
El caso de Canarias requiere de un análisis más detallado dado que la superficie insular es reducida y no es el primer año que entre los incendios más extensos se encuentran los de las Islas Afortunadas. Especialmente Tenerife, La Palma, Gran Canaria y la Gomera padecen recurrentemente grandes incendios de naturaleza muy peculiar que requieren de una atención especial para aprender de los buenos ejemplos que también existen en islas. No olvidemos que uno de los más devastadores incendios acaecidos en la historia de USA ha sido precisamente el de agosto de este año en Hawái.
En todo caso, no podemos dejar de insistir en que la planificación y gestión del territorio con acciones como la recuperación de la gestión forestal y la ganadería extensiva como mecanismo para reducir la intensidad del fuego en caso de que se produzca, unido a un impulso a la agricultura extensiva para la creación y mantenimiento de discontinuidades entre las masas forestales, a la vez que luchamos coherentemente contra el abandono rural, son las únicas y más eficaces respuestas al reto de los incendios. Para ello es imprescindible reflexionar sobre todo aquello que dificulta llevarlas a cabo, como son las excesivas trabas a las actividades primarias o la postergación del perentorio abordaje del minifundio en el adverso contexto de cambio climático. No hacer resulta absolutamente irresponsable.
■ La gestión del territorio y la agricultura extensiva son las únicas y más eficaces respuestas al reto de los incendios ■
Efe