El Economista - Agua y Medioambiente
Una alternativa a la economía tradicional
La economía circular trata, en definitiva, de evitar seguir transformando recursos en residuos y no agotar las probabilidades de mantener nuestro modo de vida en este planeta
Debido al brutal incremento de la demanda de recurso naturales por parte de los países emergentes, las reservas de determinados materiales se están agotando, con un riesgo cierto de no llegar a 2030. Además, todos los días observamos cómo se menosprecia el legado que tenemos que transmitir a nuestros hijos, cómo nos despreocupamos de la basura y la contaminación que generamos, y cómo asistimos a la paulatina degradación del medioambiente sin tomar conciencia de las consecuencias que ello va a tener.
Todo ello convierte en una necesidad enfocar nuestra vida y nuestra economía de manera diferente a como lo estamos haciendo. Tenemos que evitar tirar aquello que no nos sirve al cubo de la basura, con todo lo que ello lleva asociado y ser conscientes de las nuevas oportunidades que tienen los materiales de los que están fabricados, encaminándonos hacia la conocida y cada vez más nombrada economía circular. La economía circular es un concepto económico que se interrelaciona con la sostenibilidad y el medio ambiente, y cuyo objetivo es que el valor de los productos, los materiales y los recursos -agua, energía, etc.- se mantenga con aprovechamiento económico durante el mayor tiempo posible. Tiene como objetivo que se reduzca e incluso se elimine la generación de residuos. El principal objetivo es conseguir un cambio importante en la gestión de los recursos que pasarán de formar parte de una economía lineal: extraer, producir, usar y tirar, a una economía circular en que se añade el concepto de reutilizar y reciclar para volver a producir de nuevo y así cerrar el ciclo de vida de los productos, los servicios, los residuos, los materiales, el agua y la energía, como ocurre en la naturaleza. En definitiva, minimizar los desechos y aprovechar los recursos finitos que disponemos, ya que no existen muchas más opciones para intentar restaurar el equilibrio natural del medio. En definitiva evitar seguir transformando recursos en residuos y no agotar las probabilidades de mantener nuestro modo de vida en este planeta.
La preocupación por el medio ambiente parece que se está generalizando y que cada vez estamos más concienciados de la necesidad de cambiar hábitos, pero la realidad es que cuando es necesario realizar algún esfuerzo, a todos nos cuesta ser responsables. Separar correctamente los residuos en el ámbito doméstico, llevar el vidrio al contenedor verde, que no tenemos justo en la puerta de casa, acordarse de coger el medicamento caducado y llevarlo al depósito de la farmacia,
buscar el punto limpio donde se hagan cargo de las lámparas, las pilas, los móviles, etc., supone una demanda adicional que se le solicita al consumidor y que termina haciéndole consciente de la importancia y necesidad de esos gestos.
Cuando cambiamos los neumáticos usados lo hacemos habitualmente en un taller y nos despreocupamos, como consumidores, de la gestión de ese residuo. Pocos se preguntan qué se hace con los neumáticos fuera de uso, sin embargo muchos son conscientes de que si no se gestionan bien, pueden suponer un problema medioambiental. Gracias al compromiso social de los fabricantes e importadores, los neumáticos fuera de uso han dejado de ser un problema para convertirse en una oportunidad de dar una nueva vida económica a sus componentes. Los productos obtenidos en su tratamiento se convierten en algo valioso que cada vez tiene más aplicaciones: suelos de seguridad de parques infantiles, relleno de césped artificial, pavimentos deportivos, mezclas asfálticas, capas de drenajes, elementos de seguridad vial, pantallas sonoreductoras, suelas de zapatos, y otras aplicaciones derivadas de un sinfín de proyectos en los que se trabaja para dar valor a los materiales que se obtienen de aquellos neumáticos que han llegado al final de su vida útil.
Para que esto sea una realidad, es fundamental que todos los agentes implicados en la gestión de los neumáticos usados cumplan responsablemente con sus obligaciones medioambientales. En este sentido todavía queda mucho por hacer, ya que existe un número indefinido de productores de neumáticos que eluden su responsabilidad y no declaran los neumáticos de reposición que ponen en el mercado, evitando contribuir económicamente en su posterior reciclaje, por lo que el sistema se encuentra todos los años con la necesidad de gestionar muchos más neumáticos fuera de uso de los que le corresponden con los fondos económicos aportados por sólo una parte, la que cumple con sus obligaciones.
No es justo que unos cumplan con estas obligaciones y otros no lo hagan, esto además de implicar una competencia desleal entre empresas que comercializan neumáticos, provoca que el consumidor esté asumiendo un sobrecoste.
La responsabilidad de este fraude es de todos, de las administraciones que toleran estos comportamientos, de los comerciantes que buscan estas ventajas comerciales en el precio de venta, desdeñando la responsabilidad medioambiental que tienen, y de la sociedad que no combate estos comportamientos.
Poco a poco debemos tomar una mayor conciencia de la necesidad y de la importancia de actuar y cuidar lo que nos rodea y entre todos buscar soluciones y alternativas. Sin embargo el camino es largo, las dificultades para implementar soluciones individuales y colectivas así como la de cambiar la actual cultura generadora de residuos es considerable. Tenemos que ser conscientes que todos los que habitamos este planeta debemos de asumir las responsabilidades que nos corresponden sin mirar para otro lado.
Simples gestos, como reciclar o el utilizar materiales reciclados en lugar de materias vírgenes, son necesarios para ayudar a cambiar nuestra cultura y seguir disfrutando de este planeta. No lo arruinemos, los buenos planetas son difíciles de encontrar.