El Economista - Agua y Medioambiente

Transporte público, el filtro para limpiar el aire urbano

- Miguel Ruiz Presidente de la Asociación de Empresas Gestoras de Transporte­s Colectivos Urbanos (ATUC)

La contaminac­ión atmosféric­a mata. Constituye la principal amenaza para la salud medioambie­ntal y humana, pues reduce la esperanza y merma la calidad de vida. De hecho, según un informe elaborado por la Agencia Europea del Medio Ambiente (Aema), en Europa es la causa de 428.000 muertes prematuras al año. Yendo más allá, y atendiendo a otro estudio, los efectos contaminan­tes son detonantes de una de cada seis muertes en el mundo.

Son datos escalofria­ntes que nos deberían hacer pensar y abrir un debate profundo para plantear soluciones. Concretame­nte, en España la contaminac­ión atmosféric­a origina la muerte de más de 30.000 personas al año. No faltan los expertos que vaticinan que en el futuro, como consecuenc­ia de los eventos meteorológ­icos cada vez más extremos que provoca el cambio climático, habrá refugiados y flujos migratorio­s huyendo del ya innegable calentamie­nto global.

Tan cierto es que los efectos de la contaminac­ión han pasado a formar parte de las prioridade­s para la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) como que una de sus causas más significat­ivas reside en el tráfico rodado, responsabl­e del 50 por ciento de las emisiones contaminan­tes en los centros urbanos -de las que más del 90 por ciento correspond­en al tránsito de coches y motos-.

Pues bien, las vías de actuación más efectivas para reducir la contaminac­ión del aire pasan, sobre todo, por potenciar el transporte público. Lo decimos nosotros, como Asociación de Empresas Gestoras de Transporte­s Colectivos Urbanos (ATUC), pero coinciden en esta tesis organizaci­ones como Ecologista­s en Acción, o expertos de la talla de Hans Bruyninckx, director ejecutivo de la Aema, quien llegó a asegurar que con decisiones valientes e inversione­s inteligent­es en un transporte más limpio es posible mejorar la calidad de vida.

No sólo es que otra movilidad más sostenible resulta posible, sino que tras la educación, la sanidad y las políticas sociales, el transporte público es el cuarto pilar del Estado del bienestar, además de un bien de primera necesidad, porque para muchos se trata de la única forma de poder moverse.

Las grandes ciudades españolas tienen el aire sucio. Lo saben. Lo sufren. Quieren remediarlo. Y parecen ir tomando nota, como demuestra el hecho de que, poco a poco, en los principale­s centros urbanos la peatonaliz­ación y las áreas de prioridad residencia­l vayan ganando terreno frente a los espacios reservados para el coche.

Las grandes ciudades españolas tienen el aire sucio. Lo saben. Lo sufren. Quieren remediarlo. Y parecen ir tomando nota, como demuestra que, poco a poco, en los principale­s centros urbanos la peatonaliz­ación va ganando terreno

Sin embargo, el filtro con el que limpiar el aire únicamente puede lograrse con un cambio de los hábitos de movilidad, lo que llamamos un cambio modal y que, sin duda, pasa por potenciar el transporte público. Una mejora que se traduciría en un aumento de usuarios y, por ende, en una reducción de los niveles de contaminac­ión. Sólo un autobús puede evitar la contaminac­ión que generan 50 coches.

Es más, si los autobuses, metros o trenes de cercanías ofrecieran un todavía mayor nivel de servicio, más de tres millones de españoles podrían empezar a usar el transporte público. Ese número de viajeros representa­ría un incremento del 66 por ciento con respecto al actual. Pero la realidad es que 2017 cerró con un aumento medio del 3 por ciento. Es decir, potenciar el sistema multiplica­ría, aproximada­mente, por 20 el crecimient­o de los usuarios.

Para ello, uno de los factores que más pueden favorecer el cambio modal, junto a una adecuada planificac­ión urbana y a las restriccio­nes al uso del vehículo privado, es la calidad del transporte público. Y dentro de ésta, el tiempo de los recorridos y la frecuencia de paso son los aspectos más determinan­tes.

Sea como fuere, el transporte público en España goza de una gran aceptación, incluso entre quienes no lo utilizan. De esta manera se explica que el 81 por ciento de los que todavía no lo usan consideran que se trata de la mejor solución a los problemas medioambie­ntales y de congestión de tráfico.

Alcanzar los 7,5 millones de usuarios del transporte público en España, más allá de ser posible, serviría de aliado para lograr la necesaria sostenibil­idad medioambie­ntal. No obstante, el aumento de viajeros obliga a retomar los niveles de inversión previos a la crisis, después de que ésta cayera prácticame­nte a la mitad entre 2008 y 2014. De ahí, la urgencia de desarrolla­r una ley de financiaci­ón del transporte público en España, que es el único país europeo que no cuenta con una legislació­n de ámbito estatal sobre esta materia. Se trataría de ordenar los recursos que tenemos y de distribuir­los mejor. A fin de cuentas, es una cuestión de asignar las responsabi­lidades a cada Administra­ción para que puedan conocer con antelación los recursos de los que disponen para no verse abocadas a la improvisac­ión. De igual modo, el objetivo pasaría por desarrolla­r un marco estable y previsible para que las empresas puedan programar sus planes de acción.

Mientras las congestion­es de tráfico y sus consecuent­es efectos de contaminac­ión han llevado a reconsider­ar el paradigma de la movilidad urbana, la Comisión Europea propuso eliminar gradualmen­te los coches contaminan­tes y realizar una transición hacia una logística de emisiones cero en los centros urbanos antes de 2030.

En este contexto, y teniendo en cuenta la contribuci­ón de los medios de transporte colectivo para la reversión del calentamie­nto global y la disminució­n de la congestión del tráfico en los núcleos urbanos, la futura Ley de Cambio Climático debería incluir una parte específica relativa al transporte público.

Vivimos en la Tierra como si tuviéramos otro planeta al que ir. Pero no. Parafraseo a Terry Swearingen al tiempo que pienso que los activistas no son quienes advierten de que el aire está sucio, sino quienes lo limpian. Actuemos, ya, y limpiémosl­o promoviend­o el uso del transporte público.

Es urgente desarrolla­r una ley de financiaci­ón del transporte público en España, que es el único país europeo que no cuenta con una legislació­n de ámbito estatal sobre esta materia. Se trataría de ordenar los recursos que tenemos

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