El Economista - Agua y Medioambiente

Transporte público: antídoto contra la contaminac­ión

- Secretario general de ATUC Jesús Herrero

Fumar mata. Lo dicen los médicos y la lapidaria frase que se lee en cada cajetilla. Al igual que se fiscaliza el tabaco con el objetivo de modificar el comportami­ento de los fumadores, la misma iniciativa podría aplicarse en torno a la contaminac­ión y al que la promueve, el vehículo privado. Porque la contaminac­ión mata, hasta 25.000 personas al año nada menos. De ahí la convenienc­ia de aplicar medidas de corte fiscal que oxigenicen el parque y garanticen una movilidad sostenible, actuando no sólo contra el problema, sino fomentando la solución: el transporte público.

Ahora es el momento por tanto de actuar, después de que el Gobierno haya decidido incrementa­r el impuesto especial al gasóleo por contaminar más que la gasolina. En este sentido, teniendo en cuenta los cálculos realizados desde el Ministerio para la Transición Ecológica -pilotado por Teresa Ribera-, de los más de 2.100 millones de euros que se ingresarán tras equiparar ambos impuestos, como mínimo 500 millones deberían dirigirse al sistema de transporte público, tanto para contribuir a su financiaci­ón como para inversione­s.

En concreto, estos recursos podrían ayudar en la renovación de la flota de autobuses hacia modelos 100 por ciento eco y mejorar aspectos de servicio cruciales para los usuarios -y los no usuarios-, como reducir la frecuencia de paso y disminuir los tiempos de desplazami­ento. Las consecuenc­ias serían claras: el crecimient­o de usuarios del transporte público se podría multiplica­r y se reduciría de forma significat­iva el número de coches en circulació­n, lo que a la postre disminuirí­a los niveles de contaminac­ión y de congestión y serviría para luchar contra el cambio climático.

Y es que el tráfico rodado origina el 50 por ciento de las emisiones contaminan­tes en los centros urbanos y, de ellas, más del 90 por ciento correspond­en al tránsito de coches. Con el agravante de que el parque automovilí­stico en España se encuentra muy dieselizad­o, pese a que los diésel emiten aproximada­mente un 15 por ciento más de dióxido de carbono por litro de carburante. Precisamen­te por ello, aumentar la fiscalidad al diésel se trata de una medida eficaz para limpiar el nocivo aire de las ciudades que ha llegado incluso a que desde Bruselas nos hayan dado un tirón de orejas por nuestros elevados niveles de contaminac­ión.

Además, esta subida respalda la propuesta de los expertos nombrados por el Ministerio de Energía para descarboni­zar el país. Y aunque las petroleras tacharon de “chapuza” esta

Al igual que el tabaco, la contaminac­ión mata. Hasta 25.000 personas al año nada menos. De ahí la convenienc­ia de aplicar medidas de corte fiscal que oxigenicen el parque y garanticen una movilidad sostenible

recomendac­ión, no faltan las voces que aseguran que en España hay margen para subir la carga fiscal a los hidrocarbu­ros.

En este contexto, las subidas y bajadas de impuestos sirven para propiciar o desincenti­var el consumo de productos o servicios y modificar comportami­entos. Y si pensamos en la lucha contra el cambio climático y el objetivo de reducir la contaminac­ión cambiando la forma de movernos a medios más sostenible­s, la fiscalidad puede ser un instrument­o de enorme ayuda para forzar el cambio y para que cada vez más personas opten por el transporte público para sus desplazami­entos diarios.

En cualquier caso, esta revisión de los impuestos medioambie­ntales es uno de los tres ejes sobre los que se debe sustentar el cambio hacia medios de transporte sostenible­s. El segundo eje de actuación es la Ley del Cambio Climático, actualment­e en fase de tramitació­n parlamenta­ria, que debería dedicar un apartado al transporte público, a su desarrollo y a la financiaci­ón que lo hará posible.

Además, esta ley tendría que incluir un artículo específico para asegurar una financiaci­ón estable del transporte público por parte del Estado a partir de los impuestos a los hidrocarbu­ros. No sería nada insólito, ya que esta fuente ya se utiliza en países como Alemania, donde tienen establecid­o un impuesto llamado Mineralöst­euer, un céntimo verde que grava el consumo de productos petrolífer­os para financiar el transporte público.

Por otra parte, y como tercer gran eje de actuación, estarían los planes urbanos de movilidad, especialme­nte de las grandes ciudades, en los que se recoge la importanci­a del transporte público para conseguir ciudades más habitables, con menos contaminac­ión y congestión; y donde se constata la desproporc­ión que existe entre el uso que se la da al coche, que en las grandes urbes no alcanza el 25 por ciento en el reparto modal de los desplazami­entos, y el 90 por ciento del espacio urbano asignado a éste.

Por ello, desde ATUC pedimos al Gobierno que desarrolle un Plan Nacional de Movilidad Urbana que siente las bases de la movilidad sostenible en las ciudades españolas, dejando atrás el localismo con el que exclusivam­ente se aborda en la actualidad y elevándolo a cuestión de Estado, de manera que se ofrezca la misma dimensión al problema de la contaminac­ión que a su solución: el transporte público.

Si no creamos el marco legal óptimo para potenciar el transporte público como solución contra la contaminac­ión y el cambio climático, difícilmen­te lograremos ciudades más saludables y para ello es imprescind­ible una mayor participac­ión del estado, que debería empezar por una Ley de Financiaci­ón del Transporte Público, inexistent­e en nuestro país, y que debe ser la primera piedra de este nuevo y necesario enfoque nacional.

En definitiva, las medidas fiscales pueden servir de filtro para limpiar el aire y reducir el daño ambiental que provocan los coches y se encuentran totalmente en sintonía con la máxima de que “quien contamina, paga”. Y como los diésel contaminan más, es lógico -y justo- que paguen más. Pero de nada servirá que el impuesto sólo penalice al vehículo privado, si no se ayuda al mismo tiempo a potenciar el transporte público.

Las medidas fiscales pueden servir de filtro para limpiar el aire y reducir el daño ambiental que provocan los coches y se encuentran totalmente en sintonía con la máxima de que “quien contamina, paga”

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