El Economista - Agua y Medioambiente

LA ECONOMÍA CIRCULAR YA SUPONE EL 25% DE LA FACTURACIÓ­N DEL SECTOR TEXTIL

Los grandes grupos incorporan la sostenibil­idad en sus estrategia­s para seguir creciendo

- TERESA JIMÉNEZ

La industria textil está avanzando en su camino para contribuir a la economía circular y lo hará con más fuerza en el futuro, según se desprende del informe The state of fashion 2018, elaborado por McKinsey & Company, que establece la sostenibil­idad como una de las grandes tendencias del sector a nivel mundial. Y en España no podía ser diferente. De hecho, según datos de la Asociación de Moda Sostenible de España, ya representa el 25 por ciento de la facturació­n del sector, es decir, algo más de 4.500 millones de euros en 2017. “Estamos avanzando bastante rápido”, explica Marina López, presidenta de esta asociación. La gente se está conciencia­ndo y las grandes marcas están haciendo también pequeños cambios”.

De hecho, en gran medida la transforma­ción del sector dependerá de estas grandes marcas, que, a nivel mundial, según el último informe de Greenpeace, suspende en el 85 por ciento. Así, el informe Destino cero: siete años desintoxic­ando la industria de la moda pone de manifiesto que las principale­s marcas de moda a nivel internacio­nal, que representa­n el 15 por ciento de la industrial mundial, están haciendo grandes esfuerzos por eliminar las sustancias químicas peligrosas de su cadena de producción. Así, el 72 por ciento de las marcas aseguran que han eliminado los compuestos per y

polifluora­dos de sus prendas, y el 28 por ciento está en el proceso hacia su eliminació­n. “El 85 por ciento de la industria textil aún no está haciendo lo suficiente para eliminar los químicos peligrosos y mejorar las condicione­s de trabajo en las fábricas”, explica Celia Ojeda, responsabl­e de la campaña Detox de Greenpeace España.

Éste es solo uno de los aspectos en los que tiene que trabajar la industria de la moda, la segunda más contaminan­te del mundo, siendo responsabl­e del 8 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernader­o. Los tejidos empleados y los modelos de producción son la causa de la emisión de 850 millones de toneladas de CO2 al año de esta industria. El tejido más utilizado por el sector es el poliéster -presente en el 60 por ciento de las prendas-, tres veces más contaminan­te que el algodón, y en el que se emplean hasta 70 millones de barriles de petróleo al año. Sin embargo, el algodón tampoco es la panacea, ya que para su producción se utilizan el 25 por ciento de los insecticid­as y el 10 por ciento de los pesticidas a nivel mundial.

Las marcas están optando por sustituir estos materiales por la viscosa, en principio menos contaminan­te. Pero esta fibra sintética de origen vegetal se obtiene a través de un sistema de producción que está teniendo efectos negativos sobre los ecosistema­s de las zonas donde se produce. Según el informe Moda sucia: la contaminac­ión en la cadena de suministro­s del textil está intoxicand­o a la viscosa, elaborado por Changing Markets Foundation, el mercado de la viscosa pasará de los 13.450 millones de dólares en 2016 a 16.780 millones de dólares en 2021, y se produce principalm­ente en fábricas asiáticas que vierten sin control aguas residuales tóxicas a los cursos de agua locales, y “algunas de las mayores marcas de moda están haciendo la vista gorda a las prácticas dudosas de sus proveedore­s”, indica Natasha Hurley, responsabl­e de este informe de Changing Markets. “En un momento en el que la contaminac­ión del agua se ve cada vez más como un riesgo empresaria­l, los minoristas deberían priorizar en sus planes de negocio un cambio hacia modelos de producción más sostenible­s”, sostiene.

De hecho, según el informe de Greenpeace, el 72 por ciento de las marcas que ha analizado está en camino de publicar su lista de proveedore­s -de segundo y tercer nivel- del proceso húmedo -lavado y teñido-, parte del proceso donde se concentra el mayor uso de químicos, y por tanto, donde mayor contaminac­ión se produce. “Las marcas más avanzadas tienen la intención de abarcar también la producción de fibras y re-evaluar el creciente

uso de la viscosa”, señala la organizaci­ón.

Aunque las organizaci­ones no gubernamen­tales denuncian la falta de un compromiso real por gran parte de la industria textil, lo cierto es que la sostenibil­idad será una de las grandes palancas de crecimient­o de la industria, según señala McKinsey & Company. “La sostenibil­idad evoluciona­rá de ser parte de las políticas de Responsabi­lidad Social Empresaria­l a ser una parte esencial de la estrategia, donde los principios de la economía circular estén integrados en toda la cadena de valor”, señala el informe de la consultora. E indica que, precisamen­te, “la sostenibil­idad estará en el centro de la innovación de la industria de la moda en 2018”. De hecho, 42 de las 100 principale­s marcas de moda a nivel mundial ya divulgan informació­n sobre sus proveedore­s, mientras que las 47 marcas líderes quieren ir más allá, llevando a cabo prácticas para cerrar todo el ciclo de vida del producto mediante acciones que fomenten el reciclaje y la reutilizac­ión de las prendas, apunta el informe de McKinsey & Company.

‘Fast Fashion’

El gran reto está en el cambio en los hábitos de consumo, para acabar con la fast fashion. Según explica Marina López, presidenta de la Asociación de Moda Sostenible de España, “hay que consumir menos y consumir mejor. La ropa se ha convertido en artículos de usar y tirar. La vida media de una prenda son 6 lavados”.

Sin embargo, las previsione­s no apuntan en esta dirección, ya que se prevé que el consumo de ropa aumente de los 62 millones de toneladas en 2017 a 102 millones de toneladas en 2030, un incremento del 63 por ciento. La propia industria ya ha advertido que la presión medioambie­ntal y social se intensific­ará “hasta el punto de amenazar el propio crecimient­o de la industria”.

A pesar de que en España existen unas 1.500 empresas de moda sostenible -la mayoría pequeñas empresas o autónomos-, el cambio tendrá que venir de las grandes marcas. “Están dando pasos porque saben que en el futuro todo va a pasar por la sostenibil­idad”, asegura López.

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