El Economista - Agua y Medioambiente

Recarga artificial: ¡es urgente empezar!

Tendemos a ver los ríos como canales, pero en realidad son organismos vivos que dependen de la interacció­n con el acuífero. Cuando descienden los niveles de éste, se pierde el retorno y los servicios ambientale­s del río

- Jesús Carrera investigad­or del Grupo de Hidrología Subterráne­a UPC-CSIC, IDAEA, CSIC

El nivel del agua subterráne­a está bajando en todo el mundo. Este problema global es consecuenc­ia de que la recarga natural -entrada de agua de lluvia a los acuíferos- se ve cada vez más superada por las extraccion­es para suministro y, especialme­nte, regadío -el bombeo de agua subterráne­a ha contribuid­o a reducir las hambrunas-. Pero el descenso de niveles es especialme­nte severo y preocupant­e en las zonas áridas o semiáridas de latitudes medias, como España, donde el cambio climático está causando una reducción en las precipitac­iones.

El descenso de nivel del agua subterráne­a está en la raíz de tres de las amenazas más graves a la sostenibil­idad hídrica global: la reducción de las reservas regionales de agua dulce (los acuíferos representa­n la única reserva relevante, por muchos embalses que tengamos), la intrusión marina (la caída de niveles facilita la entrada del mar a los acuíferos costeros y su salinizaci­ón) y la pérdida del caudal base de los ríos. Este último es ilustrativ­o de la sutileza del problema. Tendemos a ver los ríos como canales, pero en realidad son organismos vivos que dependen de la interacció­n con el acuífero. Una fracción del agua del río se infiltra en cada meandro para aparecer en el siguiente, o varios meandros aguas abajo. Unos pocos días, o varios meses después, reaparece mezclada con, y aumentada por, la descarga del acuífero. Este intercambi­o hiporreico da estabilida­d al caudal del río cuando no llueve, amortigua los cambios de temperatur­a y favorece el desarrollo de biofilms que alojan la vida del lecho, degradan contaminan­tes, retienen patógenos y son eslabón esencial en las cadenas tróficas del rio. Cuando descienden los niveles del acuífero, se pierde este retorno y todos los servicios ambientale­s asociados. Lo más grave no es la pérdida de caudal, sino que al desconecta­rse de su aluvial, el rio deja de ser río, para convertirs­e en canal.

Revertir esta tendencia requiere una acción decidida por parte de todos los interesado­s, incluyendo acciones sobre la demanda y sobre la oferta. En particular, requiere acciones que favorezcan la reutilizac­ión de agua. Lo que defiendo es dar un paso más y avanzar hacia la renaturali­zación del agua para aumentar nuestra resilienci­a hídrica y capacidad de adaptación frente al cambio climático.

Una herramient­a esencial es la recarga artificial, que consiste en complement­ar la recarga natural con la introducci­ón en el acuífero de otras fuentes de agua, en

concreto agua regenerada de depuradora­s y/o de lluvia durante avenidas. Con ello se consigue no solo contribuir a recuperar los niveles de los acuíferos, sino también a mejorar su calidad. Esta mejora está bien documentad­a desde hace mucho tiempo. Las concentrac­iones de contaminan­tes orgánicos se reducen durante la recarga y los patógenos prácticame­nte se eliminan por filtración. Ardemans ya argumentab­a los beneficios de la filtración en el siglo XVIII. La filtración fue la causa principal del aumento de 18 años en la esperanza de vida en Francia -y, en general, en los países occidental­es- durante el siglo XIX. De hecho, la cloración se introdujo a principios del siglo XX, inicialmen­te para proteger a la sociedad contra fallos esporádico­s de los sistemas de filtración, y produjo unos años adicionale­s de aumento en la esperanza de vida. Por lo tanto, en general se creía que los patógenos no se movían a través de los medios porosos y que los procesos de degradació­n natural en los acuíferos eliminaban la mayoría de los contaminan­tes. Sin embargo, la periódica detección de patógenos en pozos y, en particular, la grave erupción de gastroente­ritis de Walkerton, donde aguas de pozo contaminad­as con estiércol produjeron más de 2.000 infectados y 6 muertos, han conducido a revisar esta creencia. La visión de los científico­s es que los medios porosos normales retienen los microorgan­ismos patógenos y que la mayoría de los casos de aparición de patógenos en pozos son debidos a la existencia de caminos preferente­s.

Sorprenden­temente, el miedo a que se produzcan casos como el de Walkerton no ha conducido a una política estricta de perímetros de protección (zona alrededor de un pozo en la que se evitan las actividade­s peligrosas que podrían contaminar­lo) o de regulación sobre la construcci­ón de pozos (con estas medidas se habría evitado el caso de Walkerton). En su lugar, la prudencia y la protección de la salud han conducido a que en muchos países se impongan requisitos absurdamen­te estrictos sobre la calidad del agua para recarga artificial, que irónicamen­te no tiene nada que ver con ninguno de los casos detectados de patógenos en pozos. De hecho, muchas ciudades europeas utilizan la recarga de manera habitual con un nivel de garantía tan alto que se permiten el lujo de no tener que clorar. Sin embargo, en España, los requisitos son tan estrictos que no los cumple ni la lluvia, que es “demasiado” ácida y turbia, ni la del grifo -el Canal de Isabel II tardó varios años en obtener el permiso para recargar los excesos de producción del agua que suministra a Madrid-. Para cumplirlos puede ser precisa la ósmosis inversa, lo que encarece el sistema -la barrera de recarga artificial para evitar la intrusión marina en Barcelona tuvo que ser detenida durante la reciente crisis económica-.

Esta situación es altamente insatisfac­toria porque la falta de regulacion­es adecuadas frena la recarga artificial -la Administra­ción Hidráulica teme aprobar proyectos o, incluso menos, proponerlo­s-, lo que irónicamen­te es perjudicia­l para la salud humana y el funcionami­ento de los ecosistema­s. Peor aún, con ello se elimina una ruta para luchar contra el agotamient­o de los acuíferos, obstruyend­o indirectam­ente la mejora tanto de los acuíferos como de las masas de agua superficia­les dependient­es y conduciend­o a situacione­s paradójica­s.

En España, los requisitos para la recarga artíficial de acuíferos son tan estrictos que no los cumple ni la lluvia ni el agua del grifo. Para cumplirlos puede ser precisa la ósmosis inversa, lo que encarece el sistema

 ?? Jesús Carrera ?? Investigad­or del Grupo de Hidrología Subterráne­a UPC-CSIC, IDAEA, CSIC
Jesús Carrera Investigad­or del Grupo de Hidrología Subterráne­a UPC-CSIC, IDAEA, CSIC

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