El Economista - Agua y Medioambiente
Los residuos sólidos, esos invitados no deseados que complican la tarea de las depuradoras
Arrojar al inodoro artículos como toallitas o bastoncillos dificulta en gran medida la depuración del agua. Canal de Isabel II quiere concienciar a los ciudadanos de que la responsabilidad medioambiental comienza en casa
La concienciación sobre el cambio climático ha contribuido a mejorar la percepción que los ciudadanos tienen sobre los recursos naturales -e influido notablemente sobre su comportamiento-. Así, por ejemplo, el agua. Como indicaba el diario El País en una información reciente, en la Comunidad de Madrid se consume hoy menos agua que hace diez años, a pesar de que la población ha aumentado en más de 400.000 personas. Es un dato esperanzador, pero aún queda mucho por hacer en otro aspecto clave del tratamiento de este preciado recurso: los residuos que vertemos en él.
“El problema de confundir el inodoro con una papelera”, como sintetiza el subdirector de Depuración y Medio Ambiente del Canal de Isabel II, Miguel Ángel Gálvez, plantea un desafío no menor a la sostenibilidad en las ciudades. Las consecuencias de arrojar residuos sólidos urbanos por el desagüe afloran con toda claridad en las estaciones de depuración de aguas residuales (EDAR): estos residuos dificultan el tratamiento del agua y, peor aún, complican innecesariamente la labor de sus trabajadores.
El reflejo de una sociedad
En la depuradora de Arroyo Culebro Cuenca Media Alta, situada entre Pinto y Getafe, puede leerse una parte sustancial de la actividad cotidiana de la ciudad. En la primera fase del filtrado pueden observarse madejones formados fundamentalmente por toallitas; también preservativos, compresas y otros objetos que, merced a la lluvia, acaban en el colector y dan una medida de la suciedad de una población.
“Trabajamos con una materia prima que no elegimos -señala Gálvez- y, por lo tanto, dependemos del buen hacer de los ciudadanos y de la responsabilidad medioambiental”. Por ello el Canal de Isabel II se está volcando en alentar la conciencia cívica y mejorar la gestión de los residuos desde 2016. Ese fue el año en que hubo más residuos sólidos retirados: casi 32.000 toneladas. La sensibilización parece haber dado frutos: en 2017, la cantidad de residuos sólidos cayó un 12 por ciento, hasta las 28.433 toneladas.
Las toallitas, en particular, son un enemigo declarado de estas instalaciones -y del medioambiente-. Es un mercado estimado en más de 215 millones de euros, que equivalen a 12.672 millones de toallitas a nivel nacional. El 77,4 por ciento del total consumido son toallitas húmedas infantiles, por lo que es vital la concienciación de los más pequeños, y claves programas como Canal Educa -el programa educativo de Canal de Isabel II, que gestiona a través de su
Fundación- para imbuir desde edades tempranas el respeto por el entorno.
Y es que, pese a que se califican como biodegradables y aptas para el WC, las fibras plásticas de una toallita húmeda de calidad media tardan meses en descomponerse, mientras que las aguas residuales llegan a la EDAR en unas seis u ocho horas. Las toallitas causan problemas ya en las redes interiores de las viviendas y posteriormente en los colectores y redes de drenaje urbano. Una vez llegan a la depuradora, pueden atascar las bombas y los sistemas de retirada en caso de avalancha, y provocar que la instalación pare. En un caso grave, ello supondría verter las aguas sin tratar al cauce del río.
El coste de lidiar con los atascos se traduce en unos 2,5 millones de euros anuales en gastos de explotación. En paralelo a la concienciación, Canal de Isabel II tiene previsto invertir 10 millones de euros el año que viene para dar robustez a las entradas de planta y que puedan funcionar aun en las peores condiciones.
Además de las toallitas, hay que evitar echar al váter desechos como el pelo, el algodón, las tiritas, el hilo dental, los restos de comida, las compresas, los preservativos, los artículos de higiene femenina -compresas, salvaslips y tampones- y las colillas no deben arrojarse por el inodoro, puesto que atascan las tuberías y dañan el medioambiente. Tampoco medicamentos; aceites vegetales; arena para mascotas; lejía y amoniaco; pesticidas e insecticidas; pinturas y disolventes; jabones y detergentes, y tratamientos antical, porque contaminan el agua. La Comunidad de Madrid es de las pocas autonomías que tienen una ley de vertidos industriales que acota lo que pueden echar al colector.
La regla puede resumirse coloquialmente así: solo las tres P -pipí, popó y papel higiénico- son realmente bienvenidas en una depuradora. “Todo lo sólido es un problema para la depuradora, mientras que los residuos líquidos son una oportunidad”, como señala Miguel Ángel Gálvez. Para el subdirector de Depuración y Medio Ambiente del Canal, la depuradora es “una mina urbana, un yacimiento de recursos”, y una pieza clave de la economía circular. Además de devolver el agua al cauce, la EDAR produce un 60 por ciento de la electricidad que precisa, y extrae de las aguas residuales electricidad, calor, fertilizante y fósforo.
A lo largo del proceso de depuración se genera biogás, a partir del cual se produce energía calorífica y electricidad con importantes ventajas sobre otras renovables: se puede almacenar y produce las 24 horas. Pocos sabrán también que con los fangos generados en el tratamiento de las aguas residuales se produce abono, que puede aumentar la producción en más de 1.000 kilogramos por hectárea en el caso de los cereales de secano -como el trigo o la cebada-. La producción de agua regenerada para riego de parques y jardines de los municipios próximos es otra de las maneras que el Canal aúna la eficiencia en el uso de los recursos y su compromiso de garantizar la calidad y la cantidad en el suministro de agua de los madrileños.
Compromiso estratégico
En su Plan Estratégico 2018-2030, Canal incluye un programa de excelencia en depuración, Nuestros ríos sanos, con el que se situará más allá del cumplimiento legal en su compromiso con el medioambiente y realizará actuaciones como programas de modelización de EDAR, de mejora en de la calidad de los vertidos o un plan de mejora del control de vertidos industriales. El Plan también contempla el fomento de la economía circular, que se basa en buena parte en el concepto de la EDAR como biofactoría y en ver el agua residual como una oportunidad. Este plan es una apuesta por la generación de energía a partir de fuentes renovables o de cogeneraciones de alta eficiencia como medida para contribuir a la reducción de emisiones de CO2.