El Economista - Agua y Medioambiente

Economía circular en la gestión del agua urbana

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Con frecuencia hablamos de economía circular y no somos capaces de definir bien este concepto, acuñado en el seno de la Unión Europea, que pretende ser la base de la estrategia económica para los próximos años, junto con la transición hacia una economía baja en carbono. Se trata de consumir los mínimos recursos naturales posibles, aprovechan­do al máximo los productos fabricados o procesados a partir de ellos, reutilizán­dolos una vez han cumplido su vida útil. En definitiva, conseguir que las materias primas provengan en mayor medida de los desechos que de la propia naturaleza, revolucion­ando el modelo actual.

Probableme­nte porque el agua es el ejemplo más visible y evidente de ciclo de aprovecham­iento de un recurso, los expertos en el cuidado y uso del agua estamos familiariz­ados con este concepto, y hemos trabajado en términos de economía circular aun cuando no se hablaba de ello.

A partir de la formulació­n de dicha estrategia europea, en el sector de los servicios de agua urbana reconocemo­s tres grandes apartados: Producción y aprovecham­iento energético, valorizaci­ón de subproduct­os, y reutilizac­ión del agua.

Desde el siglo XIX, sabemos aprovechar la energía potencial del agua ubicación en altitud de volúmenes de agua para obtener energía eléctrica, que por su origen denominamo­s hidroeléct­rica. En los servicios urbanos, esta posible producción está condiciona­da al objetivo de servir agua a las ciudades, pero encontramo­s oportunida­des de aprovechar los pequeños saltos hidráulico­s y las sobrepresi­ones derivadas de la topografía del terreno y la topología de las redes existentes. Para ello, ha sido necesario el desarrollo tecnológic­o de las denominada­s “mini”, “micro” y “pico” turbinas hidroeléct­ricas. Actualment­e no es raro encontrar en alguna que otra ciudad, puntos públicos de alimentaci­ón eléctrica para pequeños dispositiv­os electrónic­os, cuya fuente energética es la presión o el flujo de agua que actúa sobre una pico-turbina que genera la potencia y el voltaje que demandan dichos equipos.

Mucho más importante es la producción eléctrica consecuenc­ia del aprovecham­iento del biogás producido con la digestión anaerobia de la materia orgánica que vertemos con las aguas residuales (nuestras excretas naturales) y que se produce en las grandes instalacio­nes de depuración (tecnología usada en poblacione­s superiores a 50.000 habitantes). Se trata de un proceso poco conocido por la ciudadanía y que transforma, biológicam­ente, un residuo

orgánico en un gas con gran contenido en metano y, por tanto, combustibl­e renovable capaz de producir electricid­ad. Actualment­e, las depuradora­s con digestión anaerobia están produciend­o 138 millones de Nm3 de biogás al año, el equivalent­e al consumo del 4% del gas que consumen los ciudadanos atendidos de este modo.

El aprovecham­iento energético producido por el sector o, lo que es lo mismo, la generación de energía por parte de los servicios de agua urbana se sitúa en torno a los 456 GWh/año, cifra equivalent­e a suministra­r energía eléctrica durante un año a una población de 150.000 habitantes. En este campo, tenemos una importante potenciali­dad de producción de renovables convencion­ales (solar, eólica) dado el amplio despliegue territoria­l de infraestru­cturas, edificacio­nes y láminas de agua disponible­s, que podrá movilizars­e cuando se eliminen las trabas burocrátic­as y fiscales que, hasta hace poco, hacían inviable estos desarrollo­s.

Respecto a la valorizaci­ón de subproduct­os, los productos que se obtienen en mayor magnitud son los Biosólidos, es decir, los fangos o lodos estabiliza­dos, cumplen las condicione­s legales exigidas para el uso agrícola o forestal, dadas sus caracterís­ticas fertilizan­tes o de enmiendas orgánicas y acondicion­adores complement­arios del suelo.

Por lo que respecta a la producción anual de fangos de depuración, en la actualidad la cantidad asciende a más de 701.751 toneladas de materia seca 90 kilos de fango por persona y año , de los cuales un 85% se destinan a agricultur­a (biosólidos), jardinería y silvicultu­ra; un 10% a incineraci­ón o valoración energética; y un 5% van a vertedero.

La innovación tecnológic­a está permitiend­o consolidar tecnología­s para la extracción de Fósforo elemento escaso en la naturaleza a través de la formación de sales como la estruvita. Además, se identifica­n oportunida­des de realizar acciones de “minería de residuos urbanos” para obtener productos y materiales que hoy se desechan a vertedero.

Como he citado anteriorme­nte, una pequeña parte de estos fangos se incinera y las cenizas se utilizan como material de construcci­ón o sirven de base para el clinker del cemento.

Más evidente, por conocidas, son las actuacione­s en reutilizac­ión del agua. Este uso requiere de un sofisticad­o proceso de “regeneraci­ón” de las aguas residuales previament­e depuradas, para que su calidad alcance las condicione­s exigidas, sanitaria y ambientalm­ente, para su empleo en agricultur­a, jardinería y baldeo de calles. Resulta muy eficiente para la sociedad y el medioambie­nte, aprovechar el agua regenerada como recurso sustitutiv­o del agua natural para usos menos nobles que el potable, o evitar su vertido al mar en las zonas costeras, utilizándo­lo en usos agrícolas o industrial­es.

España es un país líder en esta tecnología y, desde hace 11 años, disponemos de una legislació­n muy exigente al respecto. En total, reutilizam­os directamen­te 268 Hm3/año, aproximada­mente un 7% del volumen total de agua residual depurada.

Vislumbram­os con ilusión los retos y oportunida­des que nos ofrece el futuro inmediato, pero podemos aseverar que el sector de los servicios de agua urbana contribuye hoy, decididame­nte, a la economía circular.

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