El Economista - Agua y Medioambiente
Importancia y perspectivas de la desalinización en España
Desde que en 1964 se instalara la primera desaladora de agua de mar en Lanzarote, estas instalaciones no han cesado de aumentar en nuestro país. España es la principal productora de agua desalada en Europa, ocupando el cuarto lugar en el mundo respecto a capacidad instalada. Actualmente se alcanza una capacidad operativa de unos 3,5 millones de m3/día de agua dulce, que proviene mayoritariamente de agua del mar, aunque hay un porcentaje significativo que se obtiene de aguas salobres. En estos años ha ido mejorando notablemente la tecnología y las buenas prácticas de operación, que permiten desalar con los mínimos impactos ambientales y a un coste cada vez menor. De hecho España es, desde hace años, referente mundial en esta temática, y las empresas españolas compiten con éxito internacionalmente (de las 20 empresas más importantes en desalación en el mundo, 8 son españolas). Por tanto no se puede dudar de la importancia y de la necesidad que tiene España de estas tecnologías, que son una garantía de suministro de agua para abastecimiento, regadío y otros usos.
El uso principal es el abastecimiento. De hecho el agua desalada representa aproximadamente el 5% del agua de suministro para poblaciones, hoteles y usos recreativos. Su modo de empleo puede ser de forma directa, como en las islas de Lanzarote o Fuerteventura por ejemplo, o bien mezclada con agua natural en redes de distribución o embalses, para complementar a los recursos convencionales, como realiza la Mancomunidad de Canales del Taibilla que abastece a 80 municipios de Murcia, Alicante y Albacete.
Otro de los usos, cada vez mayor, es el regadío, alcanzando un porcentaje superior al 20% de todas las posibles aplicaciones. A modo de ejemplo, en las islas orientales de Canarias o en amplias zonas del Sureste peninsular, emplean agua desalada para el riego de cultivos de alto valor añadido, sobre suelo o cultivos hidropónicos, mayoritariamente en invernaderos. Los requerimientos de calidad agronómica se garantizan con el acondicionamiento apropiado del agua desalinizada y también mezclándola con aguas naturales o regeneradas. Por otra parte son muy diversos los usos industriales, como elaboración de refrescos, agua embotellada, agua para circuitos de calefacción, calderas, etc.
Respecto al futuro de la desalinización en España, ésta debe continuar creciendo. Las razones fundamentales son la elevada calidad del agua y las perspectivas desfavorables del
España es, desde hace años, referente mundial en desalación, y las empresas españolas comptien con éxito internaiconalmente. No se puede dudar de la importancia y la necesidad que tiene España de estas tecnologías
cambio climático que apuntan a una significativa disminución de las precipitaciones en las regiones mediterráneas.
La calidad de las aguas es un factor que limita y condiciona sus posibles usos. Cada vez son más exigentes las normativas de calidad ambiental, derivadas de la Directiva Marco del Agua (2000/60/CE), sobre la calidad de las aguas continentales y sobre las aguas de abastecimiento, limitando la presencia de microcontaminantes. Desde este punto de vista el empleo de agua desalinizada es muy adecuado porque tiene una calidad superior a la mayoría de las aguas procedentes de ríos y embalses, debido a que su producción exige el paso a través de membranas semipermeables que rechazan las sales y los microcontaminantes químicos y biológicos. En lo relativo a la disminución previsible de los recursos hídricos derivados del ciclo del agua por efecto del cambio climático, es evidente que no afectará a la fuente inagotable de agua de mar.
Por otra parte, el origen de las aguas que precisan ser desalinizadas se ha extendido también a las aguas residuales. La situación de estrés hídrico de muchas regiones de España determina que la reutilización de las aguas residuales sea también una necesidad. Para posibilitar usos agrícolas, la salinidad de las aguas regeneradas debe ser inferior a los límites tolerables por los cultivos. En muchas ciudades, sobre todo en el litoral, se producen filtraciones de aguas salobres en la red de saneamiento y otras entradas de flujos salinos a las aguas residuales, por lo que es preciso que su regeneración incluya también la desalinización. A modo de ejemplo, las estaciones depuradoras de Benidorm y Rincón de León, en Alicante, cuentan con procesos de desalinización que posibilitan la aplicación de sus aguas regeneradas a todos los usos posibles.
Hay que resaltar que es necesario aunar esfuerzos de técnicos y políticos para afrontar los desafíos futuros a través de un pacto consensuado del agua a nivel nacional, que necesariamente debe tener en cuenta la desalación. Como precedente significativo cabe citar el Pacto Provincial del Agua suscrito por la Diputación Provincial de Alicante este año. En este pacto, en el apartado de desalinización, se proponen, entre otras, las siguientes actuaciones para facilitar el necesario uso e incremento de la desalación:
Cuando las aguas desalinizadas se deban emplear en cultivos con insuficiente valor añadido respecto a la cantidad de agua de riego requerida, se deben buscar mecanismos económico-financieros y jurídicos que hagan asumible el uso de este recurso para los agricultores.
Existen muchas zonas próximas al litoral que disponen de acuíferos excedentarios con alto contenido en sales. La desalinización de estas aguas salobres permitiría obtener nuevos recursos a costes mucho menores que cuando se desala agua de mar, y por tanto adecuados para la agricultura y otros usos. Para que las desaladoras puedan construirse en el interior se debe facilitar la evacuación de rechazos al mar a través de conductos existentes, o expresamente construidos.
Se debe potenciar el uso de energías renovables para complementar o, en su caso, sustituir la energía de origen fósil en las desaladoras. La sustitución total es más factible en el caso de aguas salobres, que precisan consumir únicamente 1 a 1,5 kWh por cada 1.000 litros de agua producida.
Hay que resaltar que es necesario aunar esfuerzos de técnicos y políticos para afrontar los desafíos futuros a través de un pacto consensuado del agua a nivel nacional, que necesariamente debe tener en cuenta la desalación