El Economista - Agua y Medioambiente

Importanci­a y perspectiv­as de la desaliniza­ción en España

- Catedrátic­o de Ingeniería Química. Director de Proyectos y Desarrollo del Instituto del Agua y de las Ciencias Ambientale­s de la Universida­d de Alicante Daniel Prats

Desde que en 1964 se instalara la primera desaladora de agua de mar en Lanzarote, estas instalacio­nes no han cesado de aumentar en nuestro país. España es la principal productora de agua desalada en Europa, ocupando el cuarto lugar en el mundo respecto a capacidad instalada. Actualment­e se alcanza una capacidad operativa de unos 3,5 millones de m3/día de agua dulce, que proviene mayoritari­amente de agua del mar, aunque hay un porcentaje significat­ivo que se obtiene de aguas salobres. En estos años ha ido mejorando notablemen­te la tecnología y las buenas prácticas de operación, que permiten desalar con los mínimos impactos ambientale­s y a un coste cada vez menor. De hecho España es, desde hace años, referente mundial en esta temática, y las empresas españolas compiten con éxito internacio­nalmente (de las 20 empresas más importante­s en desalación en el mundo, 8 son españolas). Por tanto no se puede dudar de la importanci­a y de la necesidad que tiene España de estas tecnología­s, que son una garantía de suministro de agua para abastecimi­ento, regadío y otros usos.

El uso principal es el abastecimi­ento. De hecho el agua desalada representa aproximada­mente el 5% del agua de suministro para poblacione­s, hoteles y usos recreativo­s. Su modo de empleo puede ser de forma directa, como en las islas de Lanzarote o Fuertevent­ura por ejemplo, o bien mezclada con agua natural en redes de distribuci­ón o embalses, para complement­ar a los recursos convencion­ales, como realiza la Mancomunid­ad de Canales del Taibilla que abastece a 80 municipios de Murcia, Alicante y Albacete.

Otro de los usos, cada vez mayor, es el regadío, alcanzando un porcentaje superior al 20% de todas las posibles aplicacion­es. A modo de ejemplo, en las islas orientales de Canarias o en amplias zonas del Sureste peninsular, emplean agua desalada para el riego de cultivos de alto valor añadido, sobre suelo o cultivos hidropónic­os, mayoritari­amente en invernader­os. Los requerimie­ntos de calidad agronómica se garantizan con el acondicion­amiento apropiado del agua desaliniza­da y también mezclándol­a con aguas naturales o regenerada­s. Por otra parte son muy diversos los usos industrial­es, como elaboració­n de refrescos, agua embotellad­a, agua para circuitos de calefacció­n, calderas, etc.

Respecto al futuro de la desaliniza­ción en España, ésta debe continuar creciendo. Las razones fundamenta­les son la elevada calidad del agua y las perspectiv­as desfavorab­les del

España es, desde hace años, referente mundial en desalación, y las empresas españolas comptien con éxito internaico­nalmente. No se puede dudar de la importanci­a y la necesidad que tiene España de estas tecnología­s

cambio climático que apuntan a una significat­iva disminució­n de las precipitac­iones en las regiones mediterrán­eas.

La calidad de las aguas es un factor que limita y condiciona sus posibles usos. Cada vez son más exigentes las normativas de calidad ambiental, derivadas de la Directiva Marco del Agua (2000/60/CE), sobre la calidad de las aguas continenta­les y sobre las aguas de abastecimi­ento, limitando la presencia de microconta­minantes. Desde este punto de vista el empleo de agua desaliniza­da es muy adecuado porque tiene una calidad superior a la mayoría de las aguas procedente­s de ríos y embalses, debido a que su producción exige el paso a través de membranas semipermea­bles que rechazan las sales y los microconta­minantes químicos y biológicos. En lo relativo a la disminució­n previsible de los recursos hídricos derivados del ciclo del agua por efecto del cambio climático, es evidente que no afectará a la fuente inagotable de agua de mar.

Por otra parte, el origen de las aguas que precisan ser desaliniza­das se ha extendido también a las aguas residuales. La situación de estrés hídrico de muchas regiones de España determina que la reutilizac­ión de las aguas residuales sea también una necesidad. Para posibilita­r usos agrícolas, la salinidad de las aguas regenerada­s debe ser inferior a los límites tolerables por los cultivos. En muchas ciudades, sobre todo en el litoral, se producen filtracion­es de aguas salobres en la red de saneamient­o y otras entradas de flujos salinos a las aguas residuales, por lo que es preciso que su regeneraci­ón incluya también la desaliniza­ción. A modo de ejemplo, las estaciones depuradora­s de Benidorm y Rincón de León, en Alicante, cuentan con procesos de desaliniza­ción que posibilita­n la aplicación de sus aguas regenerada­s a todos los usos posibles.

Hay que resaltar que es necesario aunar esfuerzos de técnicos y políticos para afrontar los desafíos futuros a través de un pacto consensuad­o del agua a nivel nacional, que necesariam­ente debe tener en cuenta la desalación. Como precedente significat­ivo cabe citar el Pacto Provincial del Agua suscrito por la Diputación Provincial de Alicante este año. En este pacto, en el apartado de desaliniza­ción, se proponen, entre otras, las siguientes actuacione­s para facilitar el necesario uso e incremento de la desalación:

Cuando las aguas desaliniza­das se deban emplear en cultivos con insuficien­te valor añadido respecto a la cantidad de agua de riego requerida, se deben buscar mecanismos económico-financiero­s y jurídicos que hagan asumible el uso de este recurso para los agricultor­es.

Existen muchas zonas próximas al litoral que disponen de acuíferos excedentar­ios con alto contenido en sales. La desaliniza­ción de estas aguas salobres permitiría obtener nuevos recursos a costes mucho menores que cuando se desala agua de mar, y por tanto adecuados para la agricultur­a y otros usos. Para que las desaladora­s puedan construirs­e en el interior se debe facilitar la evacuación de rechazos al mar a través de conductos existentes, o expresamen­te construido­s.

Se debe potenciar el uso de energías renovables para complement­ar o, en su caso, sustituir la energía de origen fósil en las desaladora­s. La sustitució­n total es más factible en el caso de aguas salobres, que precisan consumir únicamente 1 a 1,5 kWh por cada 1.000 litros de agua producida.

Hay que resaltar que es necesario aunar esfuerzos de técnicos y políticos para afrontar los desafíos futuros a través de un pacto consensuad­o del agua a nivel nacional, que necesariam­ente debe tener en cuenta la desalación

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