El Economista - Agua y Medioambiente
Las ciudades del bienestar: ‘Wise Cities’
Business Innovation Manager de Suez
Me consta que quienes siguen asiduamente la actualidad del concepto ciudad inteligente son soliviantados sobremanera al encontrarse prácticamente a diario con artículos cuyo preámbulo repite de forma cuasi calcada un prólogo con los crecientes miles de millones de personas que habitan en ciudades y los porcentajes de población que migran del mundo rural a los núcleos urbanos -ciudades o metrópolis-, o lo harán en los próximos horizontes temporales: 2030, 2050, etc.
Precisamente por eso quiero aprovechar la ocasión e invitar a que pongamos el foco de nuestra reflexión en el análisis radical del fenómeno urbano a través del método socrático, ya vendrá el cuánto, pero antes, ¿por qué?, ¿por qué los seres humanos habitamos las ciudades?
Desde tiempos inmemoriales los seres humanos nos agrupamos en comunidades para satisfacer nuestras necesidades. En todo este largo proceso temporal hemos pasado de adaptarnos con más o menos éxito al entorno a transformarlo completamente a nuestra conveniencia gracias a desarrollos tecnológicos de todo tipo, surgidos de las sucesivas revoluciones industriales, sin los cuales sería imposible entender las formas de las ciudades de hoy, y
generando con ello los espacios físicos que asociamos al concepto de ciudad. Es importante, no obstante, no confundir nunca contenido y continente.
Esta transformación evolutiva o incremental del entorno que habitamos ha estado siempre muy ligada al desarrollo de infraestructuras físicas y se ha visto sacudida por cada una de las revoluciones tecnológicas. La 4ª, en la que ahora estamos inmersos, es la que nos da la esperanza de escapar de situaciones distópicas, como la que supone vivir en un entorno cada vez más avanzado y con mayores posibilidades, pero en el que nosotros mismos con nuestros modelos y patrones de vida, consumo, movilidad, etc., estamos sometiendo al planeta a un proceso autodestructivo en el que la contaminación atmosférica y el subsiguiente cambio climático atentan contra nuestro bienestar y reducen nuestra fecha de caducidad.
Cada vez somos más conscientes de la necesidad de repensar las ciudades, de reenfocarlas a nuestras verdaderas necesidades y objetivos vitales. Un reflejo de ello es cómo el concepto de ciudad inteligente ha ido transitando desde un punto de vista plenamente tecnológico, a sucesivas aproximaciones en las que ha ido ganando preponderancia el objetivo último de mejorar el bienestar del ciudadano.
El concepto de ciudad inteligente ha ido transitando desde un punto de vista plenamente tecnológico, a sucesivas aproximaciones en las que ha ido ganando preponderancia el objetivo de mejorar el bienestar del ciudadano