El Economista - Agua y Medioambiente
El regadío, garante de la alimentación del futuro
Presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (Fenacore)
Tan alarmante es que más de 800 millones de personas en el mundo sufran hoy en día desnutrición como desafiante resulta que la población gane más de 2.000 millones de habitantes en los próximos 30 años, ya que la alimentación del futuro podría estar contra las cuerdas si no se hace una apuesta firme y decidida por la biotecnología y la agricultura de regadío, que produce hasta seis veces más que la de secano. Es más, una hectárea de regadío intensivo puede producir el equivalente a 40 hectáreas de secano.
La escasez de agua obliga a los agricultores a utilizar este recurso con la máxima eficiencia posible, lo que pasa por modernizar los sistemas de riego. En cualquier caso, para abastecer a una población mundial creciente se necesita incrementar donde resulte posible los cultivos de regadío, que constituye el garante del abastecimiento de alimentos de primera necesidad, pero sobre todo se debe incrementar la productividad de los cultivos y mejorar tanto la distribución como el aprovechamiento de los alimentos producidos.
Pues bien, en España el regadío representa menos del 15 por ciento de la superficie agraria útil, aunque aporta el 65 por ciento de la producción final agraria, ocupando una superficie total ligeramente superior a 3,7 millones de hectáreas. Y los agricultores son cada vez más conscientes de la importancia de ser más eficaces para reducir el uso de agua. De hecho, en las últimas décadas la modernización ha permitido que la demanda de agua para uso neto agrario se sitúe por debajo de los 15.000 hectómetros cúbicos anuales.
En este contexto, gracias al desarrollo de la biotecnología, hoy ya se podría disponer de cultivos con menores necesidades de agua y también de fertilizantes y fitosanitarios por ser resistentes a plagas y enfermedades, al margen de resultar más productivos. En resumidas cuentas, con menos agua y en menos terreno se podría producir más y mejor.
Sea como fuese, para reforzar la apuesta por el regadío y asegurar el abastecimiento de las necesidades crecientes de alimentos, se requiere un incremento del agua disponible para riego. Y frente a la escasez, que se agrava en periodos de sequía, resulta imprescindible también buscar recursos alternativos y complementarios a los convencionales.
Así, las aguas regeneradas y desaladas podrían suponer un complemento idóneo a las obras de regulación para contribuir a garantizar la alimentación en el futuro.
En este escenario, en España convendría intensificar el uso
La alimentación del futuro podría estar contra las cuerdas si no se hace una apuesta decidida por la biotecnología y la agricultura de regadío, que produce hasta seis veces más que la agricultura de secano
de las aguas reutilizadas, a pesar de tratarse del país europeo que mayor porcentaje de estas aguas emplea. En concreto, sobre todo sería recomendable la utilización de aguas regeneradas -que actualmente escala hasta los 400 Hm3-, dado que su calidad les permite usarse para determinados cultivos, y siempre que su coste resulte asumible para el agricultor, en función del cultivo concreto.
Otra opción la conformarían las aguas desaladas. Pero al margen de las cifras de utilización, el agua desalada y las aguas regeneradas son recursos no convencionales que cada vez tendrán mayor relevancia para el uso agrario, normalmente mezcladas con aguas de otra procedencia. Aun así, el porcentaje de agua desalada todavía es bajo con respecto al total, en torno al 2 por ciento, principalmente debido al elevado consumo de energía del proceso de desalación, lo que obliga a los regantes a utilizarlas como fuente complementaria a otras aguas para poder amortiguar su precio. Y es que, aunque se están reduciendo los costes considerablemente, todavía superan con creces a los de otras fuentes alternativas, ya sean de procedencia superficial o subterránea.
A este respecto, es importante recordar que España no debería asumir sin más discusión cualquier legislación en materia de reutilización, sino todo lo contrario. La nuestra, con mayor antigüedad, tendría que servir de inspiración a la europea, si bien puede ser mejorada sobre todo en lo relativo a la distribución de los costes de depuración, basándose en el ya famoso principio de la UE de “quien contamina paga”.
Cada país tiene sus propias peculiaridades y, por ello, los niveles de exigencia no deberían equipararse. Máxime en un momento en el que los países del norte de Europa empiezan a acusar la sequía y en el que la administración comunitaria ha puesto sobre la mesa la importancia de la reutilización.
Entre los regantes existe una cierta preocupación por un futuro en el que las sequías serán cada vez más habituales. Y si todos los estudios relativos al cambio climático coinciden en que los fenómenos extremos se darán con mayor asiduidad e intensidad, los embalses ayudan a aminorar este problema, permitiendo disponer de agua para regadío, y los trasvases podrían cumplir su misión de transportarla donde se necesite.
Sea como fuese, el agua ha ido perdiendo relevancia en la agenda política, como evidencia el hecho de que en las últimas legislaturas sus competencias hayan ido pasando por diferentes carteras ministeriales -Agricultura, Medio Ambiente y la actual Transición Ecológica- sin que se hayan producido avances reales a la hora de ejecutar las actuaciones necesarias para garantizar todos los usos.
Finalmente, si por el cambio climático se pudiera reducir hasta un 10 por ciento el rendimiento de los cultivos, ante las previsiones de crecimiento de la población mundial, son más necesarios que nunca el asociacionismo agrario y las obras de regulación para crear corporaciones y aprovechar las economías de escala, lo que garantizará los cultivos y contribuirá a mantener una seguridad alimentaria que precisa de la recuperación del pulso de la inversión pública en infraestructuras hídricas tras la parálisis de la crisis. Máxime teniendo en cuenta que las aguas regeneradas y desaladas no son sustitutivas de los recursos disponibles en los embalses - donde hay actuaciones pendientes- sino complementarias.
Presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (Fenacore)
El agua ha ido perdiendo relevancia en la agenda política, pasando por diferentes carteras ministeriales, sin que se hayan producido avances reales para ejecutar las actuaciones necesarias para garantizar todos los usos