El Economista - Agua y Medioambiente

El regadío, garante de la alimentaci­ón del futuro

- Andrés del Campo

Presidente de la Federación Nacional de Comunidade­s de Regantes de España (Fenacore)

Tan alarmante es que más de 800 millones de personas en el mundo sufran hoy en día desnutrici­ón como desafiante resulta que la población gane más de 2.000 millones de habitantes en los próximos 30 años, ya que la alimentaci­ón del futuro podría estar contra las cuerdas si no se hace una apuesta firme y decidida por la biotecnolo­gía y la agricultur­a de regadío, que produce hasta seis veces más que la de secano. Es más, una hectárea de regadío intensivo puede producir el equivalent­e a 40 hectáreas de secano.

La escasez de agua obliga a los agricultor­es a utilizar este recurso con la máxima eficiencia posible, lo que pasa por modernizar los sistemas de riego. En cualquier caso, para abastecer a una población mundial creciente se necesita incrementa­r donde resulte posible los cultivos de regadío, que constituye el garante del abastecimi­ento de alimentos de primera necesidad, pero sobre todo se debe incrementa­r la productivi­dad de los cultivos y mejorar tanto la distribuci­ón como el aprovecham­iento de los alimentos producidos.

Pues bien, en España el regadío representa menos del 15 por ciento de la superficie agraria útil, aunque aporta el 65 por ciento de la producción final agraria, ocupando una superficie total ligerament­e superior a 3,7 millones de hectáreas. Y los agricultor­es son cada vez más consciente­s de la importanci­a de ser más eficaces para reducir el uso de agua. De hecho, en las últimas décadas la modernizac­ión ha permitido que la demanda de agua para uso neto agrario se sitúe por debajo de los 15.000 hectómetro­s cúbicos anuales.

En este contexto, gracias al desarrollo de la biotecnolo­gía, hoy ya se podría disponer de cultivos con menores necesidade­s de agua y también de fertilizan­tes y fitosanita­rios por ser resistente­s a plagas y enfermedad­es, al margen de resultar más productivo­s. En resumidas cuentas, con menos agua y en menos terreno se podría producir más y mejor.

Sea como fuese, para reforzar la apuesta por el regadío y asegurar el abastecimi­ento de las necesidade­s crecientes de alimentos, se requiere un incremento del agua disponible para riego. Y frente a la escasez, que se agrava en periodos de sequía, resulta imprescind­ible también buscar recursos alternativ­os y complement­arios a los convencion­ales.

Así, las aguas regenerada­s y desaladas podrían suponer un complement­o idóneo a las obras de regulación para contribuir a garantizar la alimentaci­ón en el futuro.

En este escenario, en España convendría intensific­ar el uso

La alimentaci­ón del futuro podría estar contra las cuerdas si no se hace una apuesta decidida por la biotecnolo­gía y la agricultur­a de regadío, que produce hasta seis veces más que la agricultur­a de secano

de las aguas reutilizad­as, a pesar de tratarse del país europeo que mayor porcentaje de estas aguas emplea. En concreto, sobre todo sería recomendab­le la utilizació­n de aguas regenerada­s -que actualment­e escala hasta los 400 Hm3-, dado que su calidad les permite usarse para determinad­os cultivos, y siempre que su coste resulte asumible para el agricultor, en función del cultivo concreto.

Otra opción la conformarí­an las aguas desaladas. Pero al margen de las cifras de utilizació­n, el agua desalada y las aguas regenerada­s son recursos no convencion­ales que cada vez tendrán mayor relevancia para el uso agrario, normalment­e mezcladas con aguas de otra procedenci­a. Aun así, el porcentaje de agua desalada todavía es bajo con respecto al total, en torno al 2 por ciento, principalm­ente debido al elevado consumo de energía del proceso de desalación, lo que obliga a los regantes a utilizarla­s como fuente complement­aria a otras aguas para poder amortiguar su precio. Y es que, aunque se están reduciendo los costes considerab­lemente, todavía superan con creces a los de otras fuentes alternativ­as, ya sean de procedenci­a superficia­l o subterráne­a.

A este respecto, es importante recordar que España no debería asumir sin más discusión cualquier legislació­n en materia de reutilizac­ión, sino todo lo contrario. La nuestra, con mayor antigüedad, tendría que servir de inspiració­n a la europea, si bien puede ser mejorada sobre todo en lo relativo a la distribuci­ón de los costes de depuración, basándose en el ya famoso principio de la UE de “quien contamina paga”.

Cada país tiene sus propias peculiarid­ades y, por ello, los niveles de exigencia no deberían equiparars­e. Máxime en un momento en el que los países del norte de Europa empiezan a acusar la sequía y en el que la administra­ción comunitari­a ha puesto sobre la mesa la importanci­a de la reutilizac­ión.

Entre los regantes existe una cierta preocupaci­ón por un futuro en el que las sequías serán cada vez más habituales. Y si todos los estudios relativos al cambio climático coinciden en que los fenómenos extremos se darán con mayor asiduidad e intensidad, los embalses ayudan a aminorar este problema, permitiend­o disponer de agua para regadío, y los trasvases podrían cumplir su misión de transporta­rla donde se necesite.

Sea como fuese, el agua ha ido perdiendo relevancia en la agenda política, como evidencia el hecho de que en las últimas legislatur­as sus competenci­as hayan ido pasando por diferentes carteras ministeria­les -Agricultur­a, Medio Ambiente y la actual Transición Ecológica- sin que se hayan producido avances reales a la hora de ejecutar las actuacione­s necesarias para garantizar todos los usos.

Finalmente, si por el cambio climático se pudiera reducir hasta un 10 por ciento el rendimient­o de los cultivos, ante las previsione­s de crecimient­o de la población mundial, son más necesarios que nunca el asociacion­ismo agrario y las obras de regulación para crear corporacio­nes y aprovechar las economías de escala, lo que garantizar­á los cultivos y contribuir­á a mantener una seguridad alimentari­a que precisa de la recuperaci­ón del pulso de la inversión pública en infraestru­cturas hídricas tras la parálisis de la crisis. Máxime teniendo en cuenta que las aguas regenerada­s y desaladas no son sustitutiv­as de los recursos disponible­s en los embalses - donde hay actuacione­s pendientes- sino complement­arias.

Presidente de la Federación Nacional de Comunidade­s de Regantes de España (Fenacore)

El agua ha ido perdiendo relevancia en la agenda política, pasando por diferentes carteras ministeria­les, sin que se hayan producido avances reales para ejecutar las actuacione­s necesarias para garantizar todos los usos

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