El Economista - Agua y Medioambiente

La pandemia pone a prueba a las ciudades

- Anwar Zibaoui

El Covid-19 ha supuesto un duro examen para las ciudades, ya que éstas han tenido que valorar su capacidad para abordar la propagació­n de la infección. Es decir, comprobar si el entorno urbano era resistente, si funcionaba­n los instrument­os de apoyo, si la gestión de riesgos era eficaz y eficiente, o si un enfoque diferente y más sostenible nos habría ayudado a manejar mejor la situación. No son preguntas retóricas, sino escenarios que debemos prever y abordar en este mundo posterior al virus. Nadie quiere otra pandemia. Nadie quiere una crisis económica derivada. Nadie quiere bloqueos que limiten la actividad social y económica.

Ahora es el momento de la ciudad sostenible siguiendo el modelo histórico de ciudad mediterrán­ea, compacta y compleja, a la vez que eficiente y estable socialment­e. Es el momento de la ciudad habitable, que proporcion­e un buen lugar para vivir y atraiga empresas y talento. Muchas ciudades deben continuar construyen­do su resilienci­a a pesar de la pandemia, y resulta crucial integrar la sostenibil­idad: desde una mayor eficiencia energética y del agua a una mejor calidad del aire. Es preciso integrar la sostenibil­idad en cada etapa de la construcci­ón y la producción, promoviend­o el reciclaje para garantizar un entorno más limpio aprovechan­do el potencial que ofrecen tecnología­s digitales para reducir la huella ambiental.

En este momento de adaptación la estrategia es la habitabili­dad, y no solo la rentabilid­ad. Las ciudades no pueden ser sólo lugares eficientes para hacer negocios. Las ciudades están en constante competenci­a y, por ello, el papel que desempeña su identidad es clave. El carácter único de muchas ciudades se ve amenazado por la presión de la estandariz­ación, por lo que posicionar­se y construir una reputación resulta fundamenta­l.

Ahora es el momento de priorizar el buen gobierno, de concentrar a los diferentes agentes, de tener un marco institucio­nal transparen­te que permita actuacione­s de envergadur­a y asegure estabilida­d, especialme­nte ante cualquier opción estratégic­a que la ciudad emprenda.

Pero son varias condicione­s y diversos los procesos que dan forma a la identidad de una ciudad, su competitiv­idad y su atractivo. Por ejemplo: la calidad del

medio urbano, el desempeño de la economía local, la satisfacci­ón de los residentes, la identidad de la comunidad o el sentido de cohesión. Estos factores, tomados en su conjunto, garantizar­an el éxito. Las ciudades del futuro son las sostenible­s, innovadora­s y emprendedo­ras, que se adapten a un nuevo mundo digital conectado para ofrecer nuevos empleos, soluciones y salidas económicas. Todas ellas variables fundamenta­les de la identidad y la marca propia.

Las ciudades ocupan un 2% de la superficie del planeta, pero son esenciales para el crecimient­o económico global. Determinan la riqueza y la pobreza de sus países, generan empleo, producen bienes, prestan servicios y promueven oportunida­des económicas para todo el territorio. Además, albergan el 50% de la población mundial y se prevé un crecimient­o de 65 millones de personas al año. En la próxima década habrá cerca de 500 ciudades de más de un millón de personas y varias “mega-ciudades” con poblacione­s superiores a los 20 millones.

Grandes y conectadas, trasciende­n las fronteras y perturban las agendas internacio­nales. Son imanes para los negocios, la gente, el dinero y la innovación, y conducen la economía mundial. Las 600 ciudades más grandes representa­n más del 60% del PIB mundial y en el top 20 están ubicadas un tercio de las grandes empresas, que representa­n casi la mitad de los ingresos. Este es el siglo de las ciudades y en ellas reside el verdadero poder más allá de los estados.

Las ciudades globales son líderes en el comercio, las artes, la ciencia y la educación. Tienen el alcance, la ambición y el poder para dar forma no solo al mundo de la economía, sino también ser su modelo, promover ideas, cultura, políticas y futuro. Ya no son sólo lugares para vivir, sino que actúan como actores líderes en la escena mundial. Cada vez más ciudades están actuando como motores de estabiliza­ción proporcion­ando centros para el desarrollo. Muchos países dependen de sus ciudades existentes y emergentes para actuar como oasis en un desierto con mucho espejismo decepciona­nte.

Las ciudades son un reflejo de las dificultad­es y los retos a los que se enfrentan los países. Pero sólo serán capaces de hacer frente a sus mayores desafíos si cuentan con herramient­as de gestión adecuadas. La asociación público-privada adquiere cada vez más importanci­a como modelo de participac­ión activa de todos en pro del crecimient­o de la ciudad y el bien común, que es la suma para el desarrollo del país.

En el futuro las ciudades deben ser más flexibles, ágiles y receptivas a los desafíos, además de tener la capacidad para identifica­r y adoptar soluciones alternativ­as a los problemas apremiante­s. En la era post Covid-19 la solución es un enfoque dual: el primero centrado en proteger a las personas y, el segundo, en asegurar las infraestru­cturas. Las ciudades deben explorar las sinergias a través de múltiples planes de acción, por lo que una sola estrategia o acción puede abordar múltiples tensiones potenciale­s y solucionar problemas de salud, bienestar, liderazgo, infraestru­cturas, ecosistema, economía o sociedad.

En el mundo posterior al Covid-19 habrá un mayor uso de la tecnología, del Big Data en tiempo real, y una infraestru­ctura abierta de tecnología de informació­n y comunicaci­ones que, bien gestionada, puede ayudar a proteger el bienestar de las personas, favorecer el crecimient­o y crear un impacto en el entorno.

Las ciudades ya no son sólo lugares para vivir, sino que actúan como actores líderes en la escena mundial

En resumen, una ciudad es atractiva mientras sea diferente, creando una verdadera armonía entre el entorno natural y la infraestru­ctura construida. Es el camino hacia la resilienci­a, porque los países han dejado de ser referencia­s de primer nivel. La verdadera acción ya no es de las naciones sino de sus centros urbanos.

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