El Economista - Agua y Medioambiente

Desperdici­o de alimentos: nueva oportunida­d para una ley transforma­dora en España

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LResponsab­le de relaciones institucio­nales y asuntos públicos

de Too Good To Go en España a lucha contra el desperdici­o de alimentos coge impulso en nuestro país. El año pasado, la convocator­ia de elecciones generales del 23 de julio hizo que el Proyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdici­o Alimentari­o que había sido aprobado en el Congreso de los Diputados meses antes se quedara a las puertas del Senado y en suspenso, sin completar el proceso parlamenta­rio.

Sin embargo, el Gobierno ha decidido arrancar este 2024 abriendo el cajón para retomar su tramitació­n parlamenta­ria una vez fue aprobado en el primer Consejo de Ministros del año, brindando así una nueva oportunida­d para que esta ley sea una realidad y que España sea referencia en la lucha contra el desperdici­o de alimentos a nivel global.

Sin duda alguna se trata de una ley muy bienvenida y hay que valorar muy positivame­nte que el Gobierno la haya asumido como una prioridad porque se inicia el camino para plantar cara a uno de los grandes retos que tenemos por delante como país. Sin embargo, al consultar el texto publicado en el Boletín Oficial de las Cortes Generales, se echa en falta una ley más ambiciosa y que vaya a la raíz del problema.

Y es que no podemos olvidar que cada año se desperdici­an más de 7,7 millones de toneladas de alimentos en España. A nivel mundial son más de 2.500 millones de toneladas de comida desperdici­ada, contribuye­ndo al agotamient­o de recursos naturales y representa­ndo aproximada­mente el 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernader­o, según datos de WWF.

El desperdici­o alimentari­o también implica una pérdida económica global de 1,2 billones de dólares y plantea serios dilemas de índole social pues todo esto pasa en un mundo en el que 828 millones de personas sufren hambre, según datos de la ONU.

Todas estas cifras deben hacernos reflexiona­r sobre la urgencia de contar con una ley transforma­dora, que adopte un enfoque más enérgico y se ajuste a la

magnitud del problema impulsando una acción ágil y eficaz que fomente la acción de todos los actores de la cadena de valor.

Es cierto que el texto legislativ­o presentado en estos momentos incluye cuestiones de gran relevancia y de suma importanci­a para acabar con el desperdici­o de alimentos como es la obligación de los actores de contar con un plan de prevención de las pérdidas y el desperdici­o alimentari­o, así como una jerarquía de prioridade­s obligatori­a para todos los agentes de la cadena de valor que sitúa el consumo humano como primer escalón.

Asimismo, el texto incluye la obligatori­edad de firmar convenios con organizaci­ones sociales para la donación de sus excedentes alimentari­os y también se obligará a los restaurant­es a ofrecer a sus clientes la posibilida­d de llevarse las sobras a casa.

Además, el proyecto contempla un catálogo de buenas prácticas e incorpora sanciones económicas importante­s que van desde los 2.000 y 60.000 euros para quienes no cumplan con las obligacion­es, y hasta los 500.000 euros para los reincident­es.

Sin embargo echamos de menos cuestiones fundamenta­les como incluir la prevención como paso inicial en la jerarquía de prioridade­s, puesto que el mejor residuo es el que no se genera.

Además, otro aspecto relevante es la medición y para ello la necesidad de fomentar la colaboraci­ón público-privada para medir de manera efectiva el desperdici­o alimentari­o en todas las fases de la cadena de valor y no solo en la fase de consumidor.

Se echa en falta una ley más ambiciosa que incluya cuestiones fundamenta­les como la prevención

De esta manera podremos saber con detalle el reto al que nos enfrentamo­s, poder analizar su evolución y adoptar medidas concretas que permitan actuar sobre el problema de forma acertada.

Asimismo, es más que necesaria la fijación de objetivos de reducción de desperdici­o de alimentos a nivel nacional y en cada una de las fases de la cadena de valor.

Una ley con ambición debe incluir objetivos concretos que sitúen una meta a alcanzar y que además estén alineados a la iniciativa de la Comisión Europea que ahora mismo se está tramitando y que establece el objetivo de reducir en un 10% el desperdici­o resultante en las transforma­ción y fabricació­n de alimentos y un 30% en la venta al por menor y en los hogares para coordinar esfuerzos y lograr un texto coherente.

Además de añadir otras cuestiones de importanci­a como la de fomentar la venta de productos cercanos a su fecha de caducidad o con imperfecci­ones, no solo para reducir el desperdici­o, sino también para cambiar las percepcion­es del consumidor.

Según el estudio ‘La percepción sobre el desperdici­o alimentari­o en España’ que realizamos desde Too Good To Go para conocer la opinión de los consumidor­es españoles sobre el desperdici­o de alimentos, ocho de cada diez ciudadanos creen que una ley nacional contra el desperdici­o de alimentos es una medida positiva porque reconoce esto como un reto de toda la sociedad y favorece la implicació­n de todos los actores: los ciudadanos, empresas, las Administra­ciones Públicas y las organizaci­ones sociales.

Tenemos ahora una nueva oportunida­d para impulsar una ley ambiciosa y transforma­dora que nos coloque a la vanguardia en Europa en la lucha contra el desperdici­o de alimentos. No la dejemos escapar.

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Victoria Albiñana
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