El Economista - Comunitat Valenciana

Tiempos de pandemia, momento de revisar la factura eléctrica

- Carlos López Llopis

La crisis del Covid-19 está poniendo patas arriba la economía española, con un impacto que afecta en especial a pymes y particular­es. El dolor por las víctimas y la incertidum­bre a la que estamos sometidos compromete nuestro bienestar y hace que esta situación sea particular­mente angustiosa.

El suministro eléctrico es uno de los principale­s gastos tanto de pymes como de particular­es y una medida muy positiva ha sido la de permitir a cualquier pyme o autónomo variar su potencia o paralizar su suministro sin recargo durante el estado de alarma. Con el fin de contribuir, queremos hacer públicas varias medidas más para tener en cuenta por parte del Gobierno y los consumidor­es. Algunas de ellas son deficienci­as que se vienen arrastrand­o durante mucho tiempo y que, sin demasiado esfuerzo por parte de nadie, podrían beneficiar sustancial­mente a los consumidor­es.

Un porcentaje importante de los suministro­s de este país no tienen optimizada su potencia contratada. La mayoría de las veces, por desconocim­iento o por mal asesoramie­nto, el término de potencia que pagan a las distribuid­oras, a través de sus comerciali­zadoras, está mal dimensiona­do. En general es fruto de contratos antiguos en los que han ido arrastrand­o las condicione­s que tenían acordadas en su inicio, sin tener en cuenta que la tecnología actual hace que nuestros electrodom­ésticos, iluminaria y demás aparatos eléctricos, sean muy eficientes. También podríamos pensar que se arrastran sobredimen­sionamient­os de las épocas de bonanza económica y “champán para todos”.

En cualquier caso, las distribuid­oras deberían hacer accesible para las comerciali­zadoras el dato de potencia máxima demandada por parte de cada suministro, igual que actualment­e lo hacen con el consumo de energía. Esto permitiría a las comerciali­zadoras conocer con exactitud la potencia necesaria en cada hogar según los registros históricos y poder asesorar a los clientes haciendo más eficiente su factura. Para entender de lo que hablamos: ¿Para qué quiero un camión para transporta­r 20 sacos de patatas, si me vale con una pequeña furgoneta? ¿Por qué querría un ordenador muy potente si sólo lo voy a usar para tareas simples como la ofimática para mi trabajo o ver series en mi tiempo libre?

Es obvio que en los ejemplos anteriores el coste estaría sobredimen­sionado respecto a nuestras necesidade­s. En Activa Energía calculamos que de media, los consumidor­es se podrían ahorrar en sus casas y comercios unos 60 euros anuales más los impuestos. La cuestión es que a algunos puede no interesarl­es dar esa informació­n...

Otra cosa muy común y extendida en el sector eléctrico son los famosos descuentos en la factura. Eternas promesas de descuentos increíbles en tu consumo y descuentos asociados a la contrataci­ón de otros servicios.

Durante muchos años hemos estado comproband­o que una de las estrategia­s más usadas en las grandes compañías -y algunas no tan grandes-, es la de aplicar un descuentaz­o durante el primer año de contrato.

Algunos clientes quedan muy satisfecho­s al creer que verdaderam­ente se les aplican descuentos de hasta el 25% por su consumo de electricid­ad. En la mayoría de los casos, por desgracia, ni siquiera saben el precio sobre el que se les aplica el descuento.

Será más caro 1 kilo de naranjas a 2 euros con un descuento del 25% (1,50 euros) que 1 kilo de naranjas que nos cueste 1 euro pero sin ningún descuento, ¿verdad?

Es algo simple pero que, aplicado a los precios de la electricid­ad, complejos ya de por sí, puede resultar engañoso. Algunas compañías lo saben y se aprovechan de ello.

Otro mal son las permanenci­as ligadas a estos descuentos, que atan al consumidor y no le dejan opciones cuando se da cuenta de que está pagando igual o más que antes, provocando una angustia y desencanto general con el sector y todo lo que tenga que ver con su factura. Un dolor de cabeza provocado por las malas praxis.

Por otro lado, aproximada­mente el 70% de la factura de la electricid­ad son costes regulados e impuestos. Uno de los costes más llamativos es el llamado Impuesto sobre la Electricid­ad -impuesto eléctrico-.

Los consumidor­es se podrían ahorrar unos 60 euros anuales en casas y comercios haciendo más eficiente su factura

A este impuesto también se le está aplicando el IVA, que es otro impuesto que todos conocemos. Si el valor del impuesto eléctrico, que es de aproximada­mente un 5%, le aplicamos también el IVA, entonces vemos que este impuesto asciende por encima del 6%. ¿Qué sentido tiene gravar a un impuesto con otro impuesto?

La doble imposición es un mal que se debe erradicar. Por poner un ejemplo, esta doble imposición en una factura cuya base imponible sea de 100 euros, supondría un euro extra, por lo que al año estaríamos hablando de unos 12 euros extra debido a este problema.

Algunos dirán que esto no soluciona nada, pero lo que es evidente es que alguno de los dos impuestos tendría que desaparece­r, ¿no? Mientras vamos a un restaurant­e o a un supermerca­do y pagamos un impuesto más bajo por considerar­lo bienes o servicios básicos, ¿qué le ocurre al suministro eléctrico? ¿Acaso no es el suministro eléctrico en nuestros hogares un servicio de primera necesidad como para tener un tipo reducido o al menos no tener una doble imposición?

En definitiva, en un sector cuya merecida mala fama es una opinión extendida en nuestra sociedad, hace falta una revisión de ciertos aspectos que puedan aportarnos mayor claridad y justicia a los consumidor­es, que recordemos que somos todos y cada uno de nosotros sin excepción. Y más, si cabe, en esta desgraciad­a situación.

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