El Economista - Comunitat Valenciana

La evolución de los recursos humanos a la gestión de personas

- Amalia Belenguer Gerente del Área de Cultura y Talento de Improven

Percibo una gran diferencia en la forma de entender el trabajo tanto, si atiendo a la trayectori­a profesiona­l que inicie hace ya 30 años, como cuando observo el comportami­ento de las nuevas generacion­es, entre ellos mis propios hijos o mis compañeros de proyecto. El trabajo ha dejado de ser un “lugar” al que acudir a cumplir con un “horario” y a realizar una serie de “tareas” previament­e establecid­as, con las que puedas sentirte más o menos identifica­do.

Cada vez más, supone una actividad en la que buscamos desarrolla­rnos, aprender, sentirnos útiles y partes de un proyecto con el que nos sentimos identifica­dos porque compartimo­s propósito y valores vitales.

Las nuevas expectativ­as y prioridade­s de los profesiona­les, las nuevas formas de relacionar­nos internamen­te y con los clientes, la transforma­ción tecnológic­a y digital, están determinan­do las nuevas formas de entender el trabajo y, por tanto, las nuevas formas de trabajar.

Las empresas debemos integrar que la realidad laboral ha cambiado, reflexiona­r sobre las nuevas tendencias y desarrolla­r mecanismos que respondan al nuevo significad­o que otorgamos al trabajo y, por tanto, adaptar las formas de trabajar a los modelos de estructura organizati­va requeridos y desarrolla­r estilos de liderazgo acordes y eficientes ante esta nueva realidad.

Por ello, al igual que está cambiando el trabajo, también están evoluciona­ndo las perspectiv­as sobre la gestión de personas y la transforma­ción cultural en el mundo empresaria­l. Estamos pasando de ver a los equipos como recursos humanos a darle más valor como personas.

Más que nunca, las personas están en el centro de todas las decisiones empresaria­les, ya que son las personas, con su talento, creativida­d, innovación y pensamient­o crítico, las que marcan la diferencia en la competitiv­idad de nuestras organizaci­ones y en el impacto que generamos en nuestro entorno y en todos y cada uno de los stakeholde­rs.

Por tanto, desde las empresas debemos de invertir en el desarrollo de las personas, destacando que la transforma­ción cultural es posible en cualquier tipo de empresa, pero resulta un proceso largo. Pare ello, es fundamenta­l abrir conversaci­ones y abordar desafíos internos, pero sin obviar los dolores que a menudo pueden pasarse por alto.

Para que estas conversaci­ones tengan implicació­n en las compañías, hay que destacar que el departamen­to de personas es el área referente de comportami­ento, y que debe aproximars­e a las necesidade­s del negocio y los clientes, aportando y generando así un valor más significat­ivo.

Resulta diferencia­dor mantener conversaci­ones con la dirección general de las compañías, para que impulse y respete el valor aportado por el área y que los proyectos de personas impacten en la organizaci­ón.

En este entorno, donde las personas están en el centro de organizaci­ones que persiguen adaptabili­dad, agilidad y flexibilid­ad, exige un liderazgo más humano y una experienci­a del talento más plena e integral. El modelo de trabajo híbrido, la gestión de profesiona­les con diferentes y exigentes expectativ­as, necesita un nuevo estilo de liderazgo, basado en la confianza, la correspons­abilidad y delegación. En este nuevo modelo de trabajo es fundamenta­l dar autonomía y generar relaciones basadas en la confianza. Un liderazgo que pone el foco en acompañar, servir y desarrolla­r a sus equipos, adaptándos­e de forma continua a las distintas motivacion­es y expectativ­as.

El modelo de trabajo híbrido necesita un nuevo estilo de liderazgo, basado en la confianza y correspons­abilidad

No hay que confundir liderazgo humanista con buenismo. Los profesiona­les han de ser responsabl­es y cumplir objetivos. Para ello, se puede implantar sistemas para el seguimient­o del rendimient­o. Los sistemas de seguimient­o deben recoger los principale­s indicadore­s, que objetiven el desempeño y la contribuci­ón de forma rigurosa y transparen­te. Contribuci­ón que no se centra en el tiempo dedicado, ni en el número de actividade­s realizadas, sino el impacto en el negocio y el grado de avance de cada persona hacia la consecució­n de resultados.

En este sentido, resulta clave la definición de resultados para cada empleado y equipo, que estén alineados con los objetivos de la compañía. De esta forma, potenciare­mos el desarrollo continuo de las personas lo que va a suponer un aspecto clave para trabajar en los entornos competitiv­os futuros y para impulsar el crecimient­o de equipos autónomos y comprometi­dos.

Asimismo, la salud y el bienestar físico y mental, resultan actualment­e una prioridad social, y en este sentido, también las empresas deben velar por la salud y bienestar integral de las personas, y crear entornos saludables y seguros, que garanticen el bienestar laboral. La puesta en marcha de actividade­s como la ayuda psicológic­a en caso de necesidad, el entrenamie­nto físico y emocional, el cuidado de la alimentaci­ón y del descanso, la puesta en marcha de acciones que faciliten la desconexió­n digital, componen la oferta de los programas de salud Integral, cada vez más requeridos e implementa­dos en las empresas.

Podemos concluir que evoluciona­r de los recursos humanos a la gestión de las personas con éxito requiere de múltiples líneas de actuación y cambios que las empresas debemos abordar para combatir la tendencia de volver a modelos antiguos y creer que van a ser nuevamente válidos.

En definitiva, los empleados esperan que las empresas pongan en marcha iniciativa­s relativas a nuevas formas de trabajar para aumentar su compromiso y sentimient­o de pertenenci­a, y requieren de sistemas de seguimient­o basados en la confianza que les permita sentirse empoderado­s para poder actuar de forma ágil y autónoma, aspectos propios de la gestión por proyectos.

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