El mercado confía en las armas de los banqueros centrales
La misión de un banco central no es la de adentrarse en una guerra como la que mantienen EEUU y China. Pero esta batalla puede deteriorar las condiciones económicas, por lo que el mercado ya se encomienda a los banqueros centrales, refugiándose en la deuda, a la espera de tipos más bajos
El incremento de la tensiones entre EEUU y China en la última semana se ha convertido en caldo de cultivo para avivar los miedos a una posible recesión global, reavivar el temor de que la guerra arancelaria se convierta ahora en una batalla en el mercado cambiario y acorralar así a los halcones entre los principales bancos centrales.
En la Reserva Federal (Fed), ya están acostumbrados a las rabietas del presidente de EEUU, Donald Trump, quien continúa sus hirientes ataques contra la política monetaria; el viernes la invitó a reducirlos 100 puntos básicos. Aun así, es ya casi inevitable atisbar al menos entre uno y dos recortes más de tipos antes de que termine el año. “Powell y sus colegas deben reducir los tipos de interés aún más y posiblemente de forma más agresiva” reconoce Troy Ludtka, economista de Natixis, apuntando a los acontecimientos de las últimas jornadas.
Tras la rebaja de 25 puntos básicos el pasado 31 de julio, la rentabilidad del bono americano perdió la cota psicológica del 2 por ciento. Paralelamente, y tras la devaluación del yuan, el dólar marcó máximos de dos años, lo que provocó que los bancos centrales de Nueva Zelanda, India y Tailandia rebajasen tipos con más ahínco del esperado.
Funcionarios como el presidente de la Fed de San Luís, James Bullard, o su homólogo en la Fed de Chicago, Charles Evans, ya dejaron entrever esta semana su predisposición a un nuevo recorte de tipos. Dicho esto, Bullard concluyó que el banco central no debe responder a cada revés a que se produzca en la guerra comercial. Con todo, el anuncio de nuevos aranceles eleva los riesgos a la baja EEUU y la economía global, por lo que se refuerza la idea que apunta que la Fed mantendrá su política de salvaguarda. “Un recorte adicional de 25 puntos básicos debería ser suficiente para compensar una escalada arancelaria, incluso si los nuevos gravámenes llegasen a subir al 25 por ciento sobre las importaciones chinas restantes”, explica Andy Schneider, economista de BNP Paribas en EEUU. Los vaivenes del yuan y las presiones arancelarias han llevado al mercado a descontar rebajas de más de 100 puntos básicos en los próximos 12 meses.
Pero esta situación también pone presión al otro lado del Atlántico, donde el Banco Central Europeo (BCE) avisaba el jueves en su Boletín Económico que la prolongada incertidumbre está dañando al panorama de crecimiento de la zona euro. El presidente del organismo, Mario Draghi, ya allanó el camino en su última reunión para tomar medidas en la cita de septiembre.
El mercado da por descontado un nuevo programa de compras de deuda (QE), además de nuevas rebajas de los tipos. César Rojas, economista de Citi, estima que el BCE anunciará una reducción de 10 puntos básicos en la facilidad de depósito, hasta el -0,5 por ciento, posiblemente con un sistema para nivelar los depósitos bancarios, como ya anticipó Draghi que se estaba estudiando.
Al mismo tiempo, algunos miembros del Banco de Japón advirtieron en su última reunión sobre los riesgos que pesan sobre las perspectivas económicas y pidieron que se barajen formas de aumentar los estímulos, una señal de que el banco central podría relajar la política monetaria tan pronto como el próximo mes. Todo ello dependerá del comportamiento del yen y las condiciones financieras.
El apetito por la deuda
El escenario es claro: el mercado presiona a los grandes bancos centrales para que flexibilicen sus políticas monetarias y salgan al auxilio para reanimar la inflación y evitar una posible recesión. Así, con la expectativa de seguir ganando, y con la tensión de regreso, los inversores han acudido de forma salvaje a la renta fija. Durante la semana, la rentabilidad del bono de EEUU llegó a tocar el 1,65 por ciento, mientras que en Europa buena parte de la deuda marcó nuevos mínimos históricos. El rendimiento del bono alemán a una década llegó a situarse en el -0,57 por ciento, y el de su homólogo español se movió en la zona del 0,12 por ciento, a pesar de que el viernes volvió al 0,26 por ciento ante la tensión política en Italia.
“En los niveles actuales, creemos que una gran cantidad de la política acomodaticia ya está totalmente descontada, y existe un riesgo importante de que los bancos centrales no hagan (o no puedan) lo que el mercado espera”, valora Ana Gil, directora de inversiones del área de renta fija de M&G, quien reconoce que “si el contexto económico continúa debilitándose y los riesgos geopolíticos aumentan, es probable que los rendimientos se reduzcan aún más a medida que los inversores buscan refugio”. ¿Puede irse el bono español a 10 años a terreno negativo? Anujeet Sareen, gestor de Brandywine Global (Legg Mason), no ve “ninguna razón” por la cual esto no pueda ocurrir. “Las alternativas de mayor calidad en Europa están todas en negativo, y esto hace que los bonos españoles sean aún más atractivos en términos relativos”, justifica.
Aunque los precios ya estarían muy ajustados, los expertos ven nichos, como el el crédito corporativo europeo con grado de inversión, ya que un QE del BCE seguiría estrechando los diferenciales pese a que algunos recelen ya de su efectividad, o los segmentos de mayor riesgo, aunque aquí “la selección de valores sigue resultado fundamental para evitar aquellas empresas zombi que no tendrán capacidad para refinanciarse si los tipos repuntan”, señala Nick Watson, gestor del equipo multiactivo de Janus Henderson.
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