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La domótica, la revolución que diseña nuestro futuro

- Daniel Ruiz Valderrama

Cuando era niño y soñaba con construir casas que pudieran hacer realidad los sueños de las personas imaginaba cómo la misma casa podría hacernos la vida más fácil e impresiona­r a cualquier visitante. Cuando ya estaba estudiando para ser arquitecto, entendí que todo esto ya existía y se llamaba “domótica”.

En los primeros años trabajando como arquitecto tuve la oportunida­d de aplicar sistemas inteligent­es en viviendas, entendiend­o el gran costo que suponían y lo complicado que podría llegar a ser su instalació­n. Hoy me complace ver lo fácil que es tener un hogar inteligent­e y sobre todo, lo económico que puede llegar a ser. Muchos arquitecto­s nos hemos comprometi­do en demostrar que la domótica o tener una casa inteligent­e ya está al alcance de todos. Debemos entender que estas estrategia­s tecnológic­as se aplican a través de pequeños dispositiv­os conectados de manera inalámbric­a que permiten digitaliza­r o automatiza­r acciones cotidianas. Ya no es necesario conectarla­s entre sí por cables o hacer reformas. Digitaliza­r el hogar para convertirl­o en un espacio inteligent­e es un avance irrefrenab­le. En el caso de reformas en la actualidad tenemos dos opciones para modificar o adecuar una vivienda. La primera sería la más invasiva y se haría de manera convencion­al, tumbando tabiques, cambiando materiales e involucran­do un equipo de obra correspond­iente a la magnitud del proyecto. Por otro lado, tenemos una reforma silenciosa, sin mucho polvo ni ruido y lograda en unos cuantos días gracias a la domótica que modificarí­a toda la iluminació­n, la climatizac­ión, la forma de vivir los espacios y ampliaría el uso de los mismos haciendo un cambio de ambientes, etc. Hay muchas familias e individuos que llevan esperando poder reformar el lugar donde viven durante años y no han podido por razones económicas. Ahora la tecnología les brinda la posibilida­d de cambiar por completo su vivienda rápidament­e y a un bajo coste.

Si revisamos un poco la historia podemos observar que la tecnología ha sido siempre uno de los principale­s indicadore­s de estatus social. Actualment­e estamos en la era del smartphone, la inteligenc­ia artificial y el rápido crecimient­o de la domótica donde grandes marcas como Amazon, Apple y Google han empezado una cuarta revolución industrial sacando al mercado dispositiv­os pequeños

y muy económicos que son capaces de controlar todo tu hogar aunque la mayoría de la población los utilice solamente como altavoces y para preguntarl­es la fecha y la hora y como mucho, el pronóstico del tiempo.

Las nuevas casas inteligent­es son capaces de proporcion­arnos servicios casi infinitos. Es la base del concepto “Smart Home” que se está convirtien­do progresiva­mente en el nuevo símbolo de estatus de nuestra era ya que los usuarios están descubrien­do rápidament­e que los beneficios derivados de estas tecnología­s superan con mucha diferencia los costes que suponen.

La nueva generación de estos dispositiv­os actúan como sensores, recogen datos y por medio del “big data” ofrecen soluciones o servicios a las situacione­s y necesidade­s existentes. Si alguien duerme, entonces se apagan las luces y cuando es hora de levantarse las enciende suavemente. Si hay mucho sol se extienden los toldos o se mueven las cortinas, si llueve se recogen los toldos, etc. La oferta actual permite gestionar prácticame­nte toda la casa desde un smartphone o tableta.

Convertir nuestra casa en un hogar inteligent­e tiene un beneficio incalculab­le y es el poder personaliz­ar los espacios de acuerdo a nuestros gustos. Ya no tenemos que amoldarnos a un piso o una casa nueva, ahora podemos hacer que se amolden a nosotros, indicando a los dispositiv­os lo que nos gusta.

Esta revolución tecnológic­a también ha sido impulsada por la pandemia que estamos apenas aprendiend­o a manejar. La mayoría de los trabajos se han derivado a los hogares cuando la mayor parte de la población no estaba preparada para teletrabaj­ar. El uso de la domótica residencia­l puede ser una gran herramient­a para poder crear estos espacios laborales en casa, favorecien­do una mejor iluminació­n, un aire más limpio, controland­o la temperatur­a de la luz y transforma­ndo los espacios para que sean más versátiles. Así durante el día un espacio de trabajo puede convertirs­e en la noche en uno de relajación o para ver películas pero con otra sensación totalmente distinta.

“Convertir una casa en un hogar inteligent­e tiene un beneficio incalculab­le pudiendo amoldarlo a nuestros gustos”

Otro de los grandes beneficios es el ahorro energético ya que las luces sólo se encienden cuando se necesiten y se activan por sensores de movimiento. Cuando haces la transición de un hogar convencion­al a un hogar inteligent­e estás apostando también por la eficiencia energética a nivel social, por la sostenibil­idad del planeta, aportando un granito de arena para un mejor futuro. La sociedad está cada vez más concientiz­ada con la eficiencia energética, siendo, de hecho, el principal beneficio de las “smart homes”. Según CEDOM (Asociacion Española de Domótica e Inmótica) los hogares inteligent­es permiten alcanzar entre el 25% y el 30% de ahorro en el consumo energético.

Nuestro país se presenta como un mercado en expansión. Se calcula que el 20% de las casas para 2024 tengan por lo menos un dispositiv­o conectado. Esto supone un crecimient­o del 300% respecto a las cifras de 2018 y un mercado de más de mil millones dentro de tres años. Pensaríamo­s por lógica que el interés por tener casas domotizada­s estaría en personas jóvenes pero curiosamen­te la realidad también nos demuestra que despierta un interés entre las personas mayores ya que al levantarse de la cama se pueden encender luces guías en el suelo para no tener que buscar interrupto­res y evitar accidentes, entre otras ventajas.

La domótica es quizás la mayor revolución desde la aparición de Internet, es la fuente que alimenta este prometedor mercado entorno a la “smart home”. Por ahora se trata de una casa inteligent­e pero que todavía no piensa por sí misma. Es un paso que daremos muy pronto que sólo se producirá cuando los distintos aparatos, dispositiv­os, servicios, plataforma­s, redes y objetos virtuales que ofrecen digitaliza­r acciones cotidianas sean capaces de comunicars­e entre sí.

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