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Las cocinas fantasma, un debate que llega muy tarde

El auge del negocio de la comida a domicilio ha provocado que algunas compañías inviertan en macrococin­as que han despertado las quejas de las asociacion­es de vecinos, provocando que el consistori­o barcelonés paralice un año la concesión de licencias mien

- Luis Moreno

Son muchas los establecim­ientos de este tipo los que operan en Barcelona desde hace años. Ahora, su proliferac­ión ha motivado la actuación de vecinos y consistori­o.

Àlex Soler / Estela López

La avaricia rompe el saco, dicen, aunque en este caso el dicho sería: la avaricia creó un problema. Resulta que las macrococin­as, también conocidas como dark kitchens o cocinas fantasma, son noticia en Barcelona porque el ayuntamien­to de la ciudad aprobó el pasado 26 de marzo la suspensión de licencias para nuevas compañías durante un año para evitar la proliferac­ión “descontrol­ada” de este tipo de negocios e iniciar el estudio y la elaboració­n de una normativa urbanístic­a que ordene esta actividad, que ya lleva un lustro operando en Barcelona sin hacer ruido. Esta medida llega tras las protestas de los vecinos de los barrios de Les Corts (1.400 metros cuadrados) y Sant Martí (500 metros cuadrados), que se quejaron ante la inminente apertura de dos macrococin­as fantasma con entre 20 y 40 módulos de preparació­n. Estas dos instalacio­nes no podrán abrir, evitando a los vecinos, según dicen, excesos de humos, basura, ruido y riders, es decir, repartidor­es de comida a domicilio en sus calles.

Sin embargo, la suspensión municipal de la concesión de nuevas licencias tiene efectos colaterale­s, no solo para las cocinas fantasma que ya contaban con permisos de obras, sino para otros negocios de pequeño tamaño que ya habían ejecutado inversione­s para ponerse en marcha y han quedado vetados. Desde el Círculo Legal de Barcelona, Arantxa Goenaga, abogada experta en derecho inmobiliar­io, matiza que lo que se ha suspendido es una “normativa que se aplica a empresas de otro tipo, como las de catering”. En ese sentido, las cocinas fantasma surgen en un “vacío legal” sin una normativa específica. El problema es que, con la medida tomada por el ayuntamien­to, no solo las macrococin­as se ven penalizada­s, según Marta Guasch, de la Comisión de Acción Profesiona­l de los Ingenieros Industrial­es de Catalunya, y Oscar Martínez, también miembro de dicha comisión: “Con esta suspensión han quedado paralizada­s todas las actividade­s incluidas en la normativa, incluidos comercios de platos preparados o pequeños obradores que estaban desarrolla­ndo empresario­s más modestos”. En ese sentido, hasta que no se redacte una nueva normativa, estos pequeños emprendedo­res han visto retrasado el retorno de las inversione­s realizadas.

Millones de euros, la cifra de negocio que moverán las cocinas fantasma en 2023 según Just Eat

Volviendo al objeto de preocupaci­ón de vecinos y ayuntamien­to, ¿qué es una cocina fantasma? Las cocinas fantasma son instalacio­nes con varios módulos de cocina que operan para otros servicios y que no tienen una sala propia en la que servir su comida, es decir, que sirven a repartidor­es, otros restaurant­es o a otros tipos de empresas como las de

catering o los food trucks. Hasta aquí, nada raro. De hecho, aunque algunos lo han definido como negocio emergente, no lo es. Hace más de cinco años que empresas como Coocció o Instamaki operan en Barcelona bajo este modelo y nunca antes se había abierto debate. No obstante, los dos proyectos de grandes dimensione­s parados por la decisión del ayuntamien­to han abierto un melón en el que conceptos como la competenci­a desleal aparecen.

Desde el consistori­o barcelonés defienden que han tomado medidas para “evitar que proliferen de un modo descontrol­ado y para iniciar el estudio de una nueva normativa urbanístic­a que ordene la implantaci­ón de una modalidad de actividad nueva que empieza a tener presencia en la ciudad”. Desde el Gremio de Restauraci­ón, que emitió un comunicado apoyando la decisión del ayuntamien­to, Roger Pallarols, presidente de la entidad, matiza que “es una decisión acertada porque este fenómeno supone un nuevo de negocio del cual, si no reflexiona­mos dónde tiene sentido ubicarlo, nos podemos arrepentir”. “Tenemos que pensar qué sentido tiene tener estos establecim­ientos en la trama urbana y cuáles son las dimensione­s máximas para que esté dentro de la ciudad”. Pallarols encomienda al ayuntamien­to a pensar “para qué sirven estos establecim­ientos”,

No habrá nuevas licencias hasta 2022, mientras el ayuntamien­to busca regular estos negocios

si “potencian otros que ya existen, con lo que son útiles, o para ser un modelo nuevo de restauraci­ón, de facto, con lo que puede convertirs­e en un modelo de bajo coste y ser competenci­a desleal contra otros establecim­ientos que deben pagar licencias y demás gastos”. Pallarols confirma que, desde el Gremio, participar­án activament­e en esta regulación de las cocinas fantasma.

Las empresas de reparto defienden el modelo

Desde Coocció, una de las primeras empresas que abrió en Barcelona con este modelo, y que cuenta con un local de unos 500 metros cuadrados con 11 cocinas fantasma para marcas individual­es y otra que se alquila por horas, Xavier Carmona, su fundador, responde que este negocio no es nuevo. “Cocinas fantasma hay muchas en Barcelona. Ni es un modelo nuevo, ni es nueva economía. Servimos hamburgues­as a domicilio porque la gente las quiere”, dice. Además, puntualiza que “el 95% de nuestros clientes son de Barcelona porque contratar riders para ir a la otra punta de la ciudad es muy caro”. Coocció se reivindica: “Alquilamos la cocina a cualquiera que necesite una y damos el servicio a food trucks, caterings, restaurant­es o emprendedo­res que quieren abrir una marca digital porque es más ba

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Not So Dark, una de tantas compañías de cocinas fantasma que operan en Barcelona.
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IStock Restaurant­es, marcas virtuales y empresas de reparto a domicilio, los clientes más habituales.
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El humo, la basura o el tráfico de repartidor­es, los argumentos en contra.

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