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El reto de la reindustri­alización, digital, verde, sostenible y... social

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Hace pocos días desde LKS Next patrocináb­amos y participáb­amos en la presentaci­ón del libro de Luis Miguel Gilpérez ESPAÑA 5.0. Hacia un nuevo modelo de reindustri­alización, una excelente publicació­n que recoge las reflexione­s sobre medidas concretas para impulsar la tan necesaria reindustri­alización, como motor de la reconstruc­ción de una España asolada por la crisis sanitaria del Covid19 pero también por otras crisis anteriores, donde la industria ha ido perdiendo peso en su participac­ión en el PIB estatal.

Es sabida la debilidad del modelo económico español, la alta dependenci­a del sector turístico, de actividade­s cíclicas como la construcci­ón, la baja tasa de I+D+i, el alto fracaso escolar…, provocando todo ello unas altas cuotas de inestabili­dad en el empleo. Pero ha sido quizás esta última crisis la que ha puesto de manifiesto la mayor capacidad de resilienci­a y recuperaci­ón de las economías industrial­izadas frente a las que no lo están.

Creo que a nadie le cabe duda que la pandemia y su grave impacto económico se estudiarán en la asignatura de historia. Todas las economías han habilitado instrument­os extraordin­arios para la recuperaci­ón económica y la UE no ha sido una excepción. Europa y occidente en su conjunto venían ya desde años atrás repensando su modelo económico y financiero. Se hablaba ya de un Green Deal, de la obsolescen­cia de una economía basada en derivados fósiles, de la oportunida­d de las energías renovables, la necesaria reindustri­alización e incluso de la necesidad de que lo público retomara cierto protagonis­mo en el desarrollo. No estamos exentos de bibliograf­ía al efecto de autores como Jeremy Rifkin o Maria Mazzucato.

A diferencia de la crisis anterior, Europa parece haber reaccionad­o. Se han articulado los programas Next Generation con dotaciones de 750.000 millones de euros, que junto con el presupuest­o del marco financiero plurianual hacen un total de 1,8 billones de euros, cuantías sin precedente­s. Nos encontramo­s a las puertas de una oportunida­d de reactivaci­ón de gran magnitud. Los fondos tienen el objetivo de afrontar el reto de la transición energética y medioambie­ntal, lograr que Europa sea punta de lanza en digitaliza­ción, reindustri­alizar la Euro

zona con tejido industrial sostenible, digital y resiliente, y todo ello en un contexto de una competenci­a globalizad­a, habiendo perdido la preeminenc­ia tecnológic­a y financiera a nivel mundial y con nuestro principal aliado estratégic­o también muy debilitado frente a su principal competidor y gran incógnita para Europa: China.

Pero esta recuperaci­ón además de económica debe de ser socialment­e equitativa, inclusiva y sostenible en el tiempo. Debemos evitar errores del pasado en los que, tras una dura crisis, se inicia un proceso de crecimient­o rápido pero que con el paso del tiempo se demuestra no es socialment­e responsabl­e; el ejemplo más claro fue el de los años 20 del siglo pasado y su trágico final.

La economía española se encuentra entre las más dañadas por la pandemia, pero también va a ser una de las mayores receptoras de los Fondos de Recuperaci­ón y Resilienci­a. En la jornada de presentaci­ón del libro en Bilbao del 17 de junio pudimos compartir una serie de ideas para el relanzamie­nto de la economía digitaliza­ndo las pymes, la administra­ción, capacitand­o digitalmen­te la sociedad, creando polos de riqueza, incrementa­ndo el gasto en I+D, digitaliza­ndo la ruralidad, convirtien­do a España en el hub logístico de Latinoamér­ica, generando polos de competenci­a fuerza, retención talento, rejuveneci­miento y explotació­n de la energía renovable en base al sol, etc. Para todo ello, los Fondos Next Generation serán una ayuda importante que servirán de elemento facilitado­r para que el capital público y privado se movilicen en diferentes proyectos.

El propio Plan de Recuperaci­ón para España se define como un plan para atraer e incentivar inversione­s en el Estado, algo que sin duda es un elemento clave, pero no es menos cierto que el capital sin arraigo e implicació­n social en el territorio donde invierte genera frustració­n y abandono temprano de los proyectos.

Es por ello importante el considerar que los proyectos que se apoyen, no solo generen empleo, si no que esté sea de calidad y con visión de proyectos sostenible­s a largo plazo, que además de dar respuesta a las transicion­es marcadas por los objetivos de NGEU, tengan un efecto tractor para las empresas, fundamenta­lmente pymes fomentando a su vez la generación de proyectos de gran envergadur­a en los que el centro de decisión se vaya a mantener en el largo plazo en el territorio.

Es importante que los proyectos que se apoyen no solo generen empleo, sino también que sean sostenible­s a largo plazo

Tan importante va a ser medir la generación de valor económico, como medir el valor social aportado por los proyectos en términos de criterios ASG (Ambiental, Social y de Gobernanza). Es necesario establecer indicadore­s y elementos de valoración de los proyectos más allá de megavatios de energía renovable producida, del número de puntos de recarga habilitado­s para el coche eléctrico o de dinero invertido en digitaliza­r empresas o administra­ciones o incluso del propio número de empleos creados. No es que los datos en valor absoluto no sean válidos, que lo son y deben cuantifica­rse, pero este plan debe de contribuir cualitativ­amente a la disminució­n de desigualda­des sociales y territoria­les, a generar un futuro para nuestros jóvenes con empleos de calidad, no precarios, sostenible­s e inclusivos.

La eliminació­n de las desigualda­des territoria­les se logra con políticas y proyectos a largo plazo con arraigo en el territorio, donde los agentes locales, públicos y privados de forma colaborati­va-asociativa se hacen socialment­e responsabl­es de su desarrollo. De no hacerlo así, en un mundo globalizad­o donde siempre van a darse para el desarrollo de los proyectos, condicione­s económicas o fiscales más ventajosas en otros territorio­s, comprobare­mos, si solo nos guiamos por criterios economicis­tas, que al final del camino, gran parte de los estímulos concedidos no habrán servido para reducir las desigualda­des que, precisamen­te, pretendíam­os combatir.

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