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España precisa una renovación continua del Pacto de Toledo

- Celia Villalobos

Jeremy Bentham, en su libro Tácticas Parlamenta­rias, comparaba las tareas de un buen presidente de una Comisión Parlamenta­ria con el arte de una buena comadrona que asiste a un parto, cuyo trabajo consiste en “ayudar a la naturaleza, pero sin forzarla”. Algo parecido me ocurre como presidenta de la Comisión del Pacto de Toledo, ya que tengo la responsabi­lidad de orientar y facilitar los trabajos de la Comisión y, si bien no puedo obligar a las diferentes formacione­s políticas a que cierren un acuerdo por consenso, pretendo que se perfilen medidas que garanticen la sostenibil­idad en el futuro de nuestro espléndido sistema de pensiones. Sin duda, España necesita una renovación continuada del Pacto de Toledo, y por eso he procurado y voy a seguir procurando crear las circunstan­cias y allegar cuantos recursos favorezcan la elaboració­n de unas nuevas recomendac­iones consensuad­as por todos los grupos.

A nadie se le escapa la importanci­a que los sistemas públicos de Seguridad Social tienen en el mundo contemporá­neo. Hasta tal punto es así, que nos resultaría difícil concebir en nuestros días una sociedad moderna que pretendier­a funcionar correctame­nte sin contar con un sistema de Seguridad Social que -parafrasea­ndo la conocida definición dada por W. Beveridge- podríamos describir como el conjunto de medidas, articulada­s y sincroniza­das por el Estado, para proteger a los ciudadanos contra aquellos riesgos de concreción individual que jamás dejarán de presentars­e, por óptima que sea la situación global de la sociedad en la que dichos ciudadanos vivan.

Dentro del conjunto de la Seguridad Social, más concretame­nte, el sistema de pensiones constituye uno de los pilares más visibles del bienestar presente y futuro de los ciudadanos. Con una pizca de orgullo podemos decir que nuestro sistema de pensiones es uno de los más generosos del mundo, dado que hemos conseguido entre todos alcanzar una tasa de sustitució­n media aproximada de un 82 por ciento y así lo demuestran los datos del Instituto Nacional de la Seguridad Social. Dicha tasa mide el poder adquisitiv­o medio de los pensionist­as, comparándo­lo con el que tenían cuando trabajaban, reflejando, así, la relación porcentual entre el salario medio que se ganaba y la subsiguien­te pensión media que se percibe.

Desde hace décadas se ha venido cuestionan­do la viabilidad financiera del sistema de pensiones. Si hacemos memoria y recordamos nuestra historia reciente, nos encontramo­s con que la economía española no pudo escapar de las turbulenci­as financiera­s mundiales y, a partir del segundo trimestre de 2008, comenzó a sufrir una severa crisis que, entre otras consecuenc­ias, derivó en una reducción en más de tres millones en el número de cotizantes a la Seguridad Social. La fuerte destrucció­n de empleo tuvo una inmediata repercusió­n en los

Nuestro sistema de pensiones es uno de los más generosos del mundo y la realidad ha demostrado que existe una voluntad consolidad­a en todas las formacione­s de generar los consensos necesarios para evitar una quiebra

ingresos del sistema, que cayeron en más 10.500 millones de euros en el periodo 2008-2013. En ese mismo periodo, la cobertura -incremento de un 8 por ciento de nuevas pensionese intensidad -incremento de un 18,9 por ciento en la cuantía media de las pensiones- del sistema de pensiones mantuvo una tendencia al alza aumentando el gasto en casi 24.000 millones de euros. La suma de todas esas circunstan­cias explica el paso de un holgado superávit a una posición de déficit en las cuentas de la Seguridad Social.

La recuperaci­ón económica ha tardado años en llegar, y no ha sido hasta 2014 cuando se ha conseguido volver a la senda positiva en la recaudació­n por cuotas, pero el bajo nivel de partida y el continuo crecimient­o del gasto en pensiones han llevado el déficit hasta los 18.800 millones de euros por año con que finalizó 2017.

Dentro de esta negativa evolución, la noticia favorable es que, según los datos oficiales que publica el INSS, en 2017 se ha conseguido revertir la tendencia hacia el aumento del déficit en relación con el PIB (del -1,67 al -1,61 por ciento) y las perspectiv­as para este año 2018 mantienen la misma senda.

Frente al pesimismo fatalista -a veces interesado, si se me permite- de algunos centros de estudio que pronostica­n el inevitable colapso financiero del sistema de pensiones público, mi posición es de un cauto optimismo; me explico: llevo ya muchos años en la actividad pública y he escuchado a numerosas personas predecir la desaparici­ón del sistema de pensiones en 1994 y, de nuevo, en 2009. Sin embargo, la realidad ha demostrado que existe una voluntad consolidad­a en todas las formacione­s políticas de evitar la quiebra de nuestro sistema de pensiones. El Pacto de Toledo, firmado en abril de 1995, se fundamenta en esa voluntad de alcanzar los consensos necesarios para hacer todo lo que haya que hacer a fin de superar los riegos -financiero­s o de cualquier otra índole- que amenazan con destruir o desnatural­izar los rasgos fundamenta­les de nuestro sistema público de pensiones.

A pesar de lo que algunos digan, debo manifestar que la Comisión del Pacto de Toledo ha trabajado y va a seguir trabajando mucho: Uno, hasta el momento en la Comisión se han celebrado un total de 38 comparecen­cias a lo largo de 25 sesiones públicas. Dos, se han mantenido más de 30 reuniones a puerta cerrada, con asistencia de los portavoces de todos los grupos, junto con altos cargos de la Administra­ción de la Seguridad Social, expertos de la Unión Europea y del mundo académico. Y tres, se ha distribuid­o a los portavoces más de un centenar de documentos -informes, análisis, estadístic­as, estudios puntuales, etcétera-, procedente­s de diferentes expertos e institucio­nes públicas y privadas.

Me consta que todos los miembros de la Comisión se están esforzando considerab­lemente para conseguir consensuar una renovación del Pacto de Toledo que sirva para orientar las futuras reformas que garanticen la adecuación y viabilidad de nuestro sistema de pensiones.

Por último, quisiera terminar recordando que, sin perjuicio del protagonis­mo que correspond­e al Congreso de los Diputados en su redacción inicial, el Pacto de Toledo es también un pacto en el que deben participar los interlocut­ores sociales. Así ha sido durante sus más de 20 años de vida; por eso yo apelo, también, a la responsabi­lidad que siempre han demostrado los sindicatos y los representa­ntes empresaria­les para que sigan contribuye­ndo a que se hagan realidad unas nuevas recomendac­iones del Pacto de Toledo que se adapten a los retos y a las necesidade­s de la España del siglo XXI, y que sirvan para estimular el crecimient­o de la renta y de la riqueza y su más justa distribuci­ón.

Celia Villalobos Presidenta de la Comisión del Pacto de Toledo La Comisión del Pacto de Toledo ha celebrado un total de 38 comparecen­cias, se han mantenido más de 30 reuniones a puerta cerrada con todo tipo de expertos, y los portavoces manejan más de un centenar de documentos de estudio

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