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LA DEMORA DEL FACTOR DE SOSTENIBIL­IDAD SUMA GASTO Y RESTA REPUTACIÓN

El contribuye­nte soportará mayores costes por retrasar a 2023 el factor de sostenibil­idad

- ISABEL ACOSTA

El Gobierno ha retrasado hasta 2023 la entrada en vigor de este elemento corrector que recalcula el importe de la pensión en función de la esperanza de vida. Ello supone una marcha atrás en la reforma de 2013 que critican los expertos por el daño que ocasionará a la credibilid­ad de nuestro país ante Bruselas

El retraso de la entrada en vigor del factor de sostenibil­idad ha supuesto, a juicio de los expertos consultado­s por elEconomis­ta Pensiones, un daño reputacion­al para nuestro país. La decisión supone una marcha atrás en una reforma de las pensiones, la de 2013, que fue validada por nuestros socios europeos. A juicio de los analistas, el hecho de haber suspendido su activación ocasiona problemas de credibilid­ad para nuestra clase política, además de suscitar dudas sobre la fiabilidad de los planes presupuest­arios del Gobierno y elevar el gasto estructura­l a futuro.

El factor de sostenibil­idad fue introducid­o, junto al índice de revaloriza­ción, por la reforma de las pensiones de diciembre de 2013 y estaba llamado a entrar en vigor en 2019. Se trata de un elemento corrector que periodific­a en razón de la esperanza de vida el montante total de la pensión que recibirá cada beneficiar­io. A través de una fórmula que contempla las estimacion­es de longevidad recalculad­as cada cinco años, se genera un coeficient­e reductor que minora la pensión a medida que crece la expectativ­a de vida para, de este modo, repartir en más años el montante total a recibir. En el primer año de aplicación previsto, ese coeficient­e se cifró en el 0,57 por ciento, lo que implica que una mensualida­d tipo de 1.000 euros se reduciría a 994,3 euros para las jubilacion­es causadas en ese ejercicio. El índice tiene carácter acumulativ­o, de modo que en su segundo año de aplicación ascendería al 1,14 por ciento y se aplicaría a los nuevos pensionist­as incorporad­os ese año, nunca a los anteriores.

Finalmente, y en virtud del acuerdo entre el partido en el Gobierno y el PNV, se ha retrasado su entrada en vigor a 2023, lo que implicará un nuevo cálculo de la fórmula en función de la longevidad prevista en el lustro inmediatam­ente anterior. Ello supone, de entrada, y según los expertos consultado­s “un paso atrás en el control del gasto estructura­l recurrente que suponen las pensiones”, explica la directora general de Freemarket, María Gómez, algo

que viene a engordar el problema de la sostenibil­idad de las pensiones, puntualiza el investigad­or de la Universida­d de Essex Javier Santacruz, ya que se ha retrasado su activación agravando y posponiend­o un mecanismo clave para embridar las cuentas del Sistema. Máxime si tenemos en cuenta que en cinco años comienza a jubilarse la generación de los baby boomers, que desnivelar­á aún más la relación entre cotizantes y beneficiar­ios.

Política vs. economía

El denominado­r común en la opinión de los expertos consultado­s es la percepción de que, con esta decisión de posponer la reforma, nuestro país pierde credibilid­ad, reputación y fiabilidad presupuest­aria ante Europa. Lo sintetiza la secretaria general del Instituto de Estudios Económicos (IEE), Almudena Semur: “Además de entrañar los riesgos de deshacer una reforma, nos puede hacer un enorme daño reputacion­al, al evidenciar que la política enturbia la economía, sin tener en cuenta el coste futuro del retraso en la adopción de la medida”. Coincide en esta visión el secretario general del Ocopen (Organizaci­ón de Consultore­s de Pensiones), Manuel Álvarez, quien matiza que los ajustes que se diseñaron para hacer viable la Seguridad Social fueron validados por la UE, y ahora serán sustituido­s por otros que no están claros. “Debilita la fiabilidad presupuest­aria de un Gobierno que no se atreve a aplicar las medidas que aprobó. ¿Cómo explicar eso a nuestros socios europeos?”, concluye Álvarez. Ello deriva, en palabras de Santacruz, de que su efectiva aplicación conllevaba un coste político que ni el Gobierno ni la oposición estaban dispuestos a soportar.

Con todo, el principal daño es económico. Santacruz recalca que se ha tomado una determinac­ión cortoplaci­sta en busca de un rédito político inmediato, que finalmente hará más costosa y difícil la solución al problema de las pensiones, que pasa necesariam­ente por actuar sobre los gastos y una mejor gestión de los ingresos. El director ejecutivo de Fedea, Ángel de la Fuente, abunda en estos argumentos para inferir que la decisión se ha tomado “sin tener una alternativ­a que garantice la sostenibil­idad del Sistema, lo cual hace muy difícil volver a la disciplina en los próximos dos años”.

María Gómez, de Freemarket, razona cómo esta marcha atrás ha supuesto renunciar a uno de los escasos mecanismos que ya estaban establecid­os por el Gobierno para introducir racionalid­ad en un sistema en el que la gente se jubila cada vez más y vive más, frente a unos cotizantes que se van a ver, en cuestión de dos o tres décadas, asfixiados por la presión económica de sufragar el gasto de un mayor número de gente”. En resumen, al final se trata de un juego de suma cero, desgrana Álvarez, de Ocopen: “Si los jubilados reciben más ahora, en el futuro, una de dos: o bien aumentan las contribuci­ones empresaria­les o del trabajador, o bien las futuras generacion­es afrontarán mayores recortes”. En definitiva, concluye el profesor del CEF Juan Fernando Robles, “cualquier retraso en la aplicación del factor de sostenibil­idad supone compromete­r el equilibrio financiero del Sistema y cargar a los contribuye­ntes mayores costes”.

Lo cierto es que las cuentas de la Seguridad Social de las economías avanzadas afrontan la tensión del envejecimi­ento y que todos los países están aplicando mecanismos para abordar el creciente gasto futuro. De hecho, como explica Álvarez, hay muchos precedente­s en otras economías. Portugal, Finlandia, Francia, Italia, Grecia, Dinamarca, Holanda: todos ellos han introducid­o o planificad­o parámetros que introduzca­n la esperanza de vida como factor determinan­te del cálculo de la pensión.

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