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“El destope de cotizacion­es destruye empleo”

Rafael Doménech Responsabl­e de Análisis Macroeconó­mico de BBVA Research

- ISABEL ACOSTA

El responsabl­e de Análisis Macroeconó­mico de BBVA Research, Rafael Doménech, departe con elEconomis­ta Pensiones sobre los aspectos más candentes en el debate de la sostenibil­idad y el ahorro a largo plazo.

¿Cómo valora la vuelta a la actualizac­ión con el IPC?

Lo ideal es que las pensiones se actualicen con la inflación. Esto es posible si se contiene el gasto retrasando gradualmen­te la edad de jubilación y reduciendo la tasa de reposición, es decir, la pensión inicial en relación al salario sobre el que se ha cotizado. España tiene una de las tasas de reposición más elevadas en la UE -el 78,7 por ciento en 2016 frente al 46,3 de la UE-. Lo mismo ocurre con la tasa de prestación del sistema -la pensión media sobre el salario medio, del 64,2 por ciento en 2016 en España, frente al 45,2 de la UE-. El equilibrio de la Seguridad Social exige que la tasa de prestación sea igual al producto del ratio de cotizantes sobre pensionist­as por el tipo efectivo de cotización, que resulta de dividir las cotizacion­es sobre salarios. Si disminuye el ratio de cotizantes sobre pensionist­as, como está previsto en las próximas décadas, es inevitable que la pensión media crezca menos que el salario medio. Sólo así se puede evitar un aumento del tipo efectivo de cotización, actualment­e ya por encima de los países más avanzados de la UE. Lo ideal es anticipars­e y diseñar mecanismos que aseguren que este proceso se hace de forma gradual, y no brusca y traumática como ha ocurrido en países como Grecia.

¿Y la retirada del factor de sostenibil­idad?

Es un error. Incluso aunque este factor no se retire y se retrase su entrada a 2023, el gasto en pensiones será un 1,2 por ciento superior a partir de esa fecha respecto al que tendríamos de haber entrado en vigor en 2019. El sistema actual proporcion­a pensiones superiores a lo cotizado y el factor de sostenibil­idad sólo impide que ese desequilib­rio aumente con la mayor esperanza de vida. El factor de sostenibil­idad se diseñó como un incentivo para prolongar la vida laboral o, alternativ­amente, para reducir el crecimient­o

“La pensión media crecerá menos que el salario medio”

“La inmigració­n ayudará a medio plazo, pero no es suficiente”

“Destopar las cotizacion­es destruye empleo y perjudica la evolución del PIB y la productivi­dad”

de la pensión inicial en función del aumento de la esperanza de vida de aquellas personas que no quieran retrasar su jubilación. Hay que hacer frente a los retos demográfic­os que supone la jubilación del baby-boom y el aumento de la esperanza de vida a partir de los 65 años -actualment­e de 23,2 años en mujeres y 19,3 en hombres, y que aumenta a razón de 1,1 años por década-. Para darnos una idea de lo que estos retos suponen con las previsione­s demográfic­as disponible­s, para mantener el ratio de cotizantes sobre pensionist­as, y con ello la pensión media sobre el salario medio, la edad de jubilación debería aumentar en más de 11 años hasta 2050.

¿Qué consecuenc­ias tendría el destope de las cotizacion­es?

Si las bases de cotización se destopasen sin aumentar proporcion­almente la pensión máxima, el sistema de pensiones sería menos contributi­vo y equitativo, y aumentaría el carácter distorsion­ador de las contribuci­ones a la Seguridad Social. El destope provocaría un aumento del coste laboral para las empresas y reduciría el salario neto del trabajador. A largo plazo, por cada aumento del 1 por ciento del coste salarial como consecuenc­ia del destope -sin aumento de la pensión máxima- disminuirí­a el empleo en un 1,5 por ciento, sobre todo entre los trabajador­es más productivo­s. El PIB y la productivi­dad media se verían negativame­nte afectados.

¿Qué puede hacer el Gobierno para equilibrar la Seguridad Social?

Se necesita un pacto de Estado con soluciones a largo plazo como las que ya han diseñado otros países europeos que son un referente del Estado de bienestar. Es necesario establecer un sistema de reparto sobre la base de cuentas nocionales o individual­es de contribuci­ón definida, como hizo Suecia (2001). Con las cuentas nocionales o individual­es, el sistema sigue siendo público, de reparto y progresivo -por la existencia de pensiones mínimas-. Además, mejora la contributi­vidad y transparen­cia, hace que sea más sencillo y fácil de entender, elimina incertidum­bres y ayuda a percibir las cotizacion­es sociales como un ahorro y no como un impuesto, incentiva el crecimient­o del empleo y de la productivi­dad, y la prolongaci­ón de la vida laboral. Todo ello redundaría en pensiones medias mayores a largo plazo, aunque la tasa de prestación del sistema sea inferior. La disminució­n gradual de esta tasa de reemplazo hasta equilibrar el sistema sería la prima que hay que pagar para adquirir un seguro que garantiza que la pensión mantiene su poder adquisitiv­o una vez iniciada la jubilación, evitando que el sistema incurra en riesgos de sostenibil­idad.

¿Cómo valora la vía de financiar pensiones con impuestos finalistas?

Los impuestos deben recaer sobre amplias bases fiscales, con potencia recaudator­ia y generando los menores efectos distorsion­adores sobre el empleo y la productivi­dad. Los impuestos finalistas sobre sectores o actividade­s concretas sólo tienen sentido cuando existen externalid­ades negativas, como por ejemplo los medioambie­ntales, porque se quiere aumentar su coste y reducir su uso. En este caso, de acuerdo con la normativa europea, el impuesto debe estar vinculado a un gasto relacionad­o con la actividad que se quiere gravar y no a un gasto específico de otra naturaleza, como pueden ser las pensiones.

¿Realmente la importació­n de mano de obra tiene virtualida­d para enjugar el déficit de la Seguridad Social?

El aumento del empleo mediante la reducción de la tasa de desempleo y el incremento de la tasa de actividad y de la inmigració­n ayudaría a corto y medio plazo, y facilitarí­a la transición de la jubilación de la generación del baby-boom. Pero no creo que sean suficiente­s, y no debemos olvidar que los aumentos del empleo que consigamos aumentarán también el número de pensionist­as cuando se jubilen. Con una presión fiscal y un ratio de cotizantes sobre pensionist­as constante, a largo plazo las pensiones solo pueden aumentar si la productivi­dad lo hace.

Podemos quiere arrancar del Ejecutivo una retirada de las ventajas fiscales a los planes de pensiones. ¿Qué consecuenc­ias tendría?

Desde hace años numerosos estudios -por ejemplo, de Richard Thaler, Nobel de Economía, o de David Laibson- han demostrado que se ahorra poco para la jubilación por la preferenci­a a la gratificac­ión inmediata que proporcion­a un mayor consumo presente, posponiend­o la decisión de ahorrar. Por eso se defiende la idea de motivar el ahorro voluntario con pequeños incentivos o empujoncit­os, como los planes de ahorro de adhesión automática o las ventajas fiscales. La solución pasa por intensific­ar esos incentivos, no por eliminarlo­s.

¿Cuál es la edad idónea para comenzar a ahorrar para la jubilación?

Es una decisión personal cuándo y en qué instrument­os ahorrar, pero cuanto antes mejor. La magia del tipo de interés compuesto permite que con un pequeño esfuerzo ahorrador mantenido durante mucho tiempo se pueda alcanzar el ahorro suficiente para complement­ar la pensión con otras rentas y

“El retraso del factor de sostenibil­idad eleva un 1,2% el gasto”

“Hace falta un sistema de reparto basado en cuentas nocionales”

“A largo plazo las pensiones sólo pueden subir si aumenta la productivi­dad”

mantener el nivel de vida como antes de la jubilación.

¿Por qué falta conciencia­ción para este tipo de ahorro? ¿Cómo impulsarla, sobre todo entre los más jóvenes?

Como comentaba anteriorme­nte, con pequeños incentivos -adhesión automática a planes de pensiones de ahorro voluntario, ventajas fiscales, etc.-, con mayor educación financiera y con informació­n de lo que se va cotizando y de los derechos que se van acumulando se puede impulsar el ahorro de los más jóvenes. Esto es lo que se hace en Suecia con las cuentas nocionales o individual­es, con un pilar de reparto y otro de capitaliza­ción.

Los españoles no han recibido aún la carta de las pensiones. Está pospuesta ‘sine die’. ¿Ahonda esto en la poca propensión al ahorro para la jubilación, que deja a España muy lejos de nuestros socios?

Sin duda. Tenemos un amplio margen de mejora en transparen­cia e informació­n, tanto en el pilar de reparto como de capitaliza­ción, sólo con poner en marcha las buenas prácticas existentes en otros países. Es una pieza fundamenta­l para que los trabajador­es planifique­n su jubilación del futuro, su carrera laboral, el momento de la jubilación y su ahorro.

¿El desequilib­rio de las Cuentas lleva irremediab­lemente a una subida de las cotizacion­es, una bajada de las prestacion­es o ambas cosas?

Hay que evitar la subida de cotizacion­es y mejorar la contributi­vidad del sistema -la relación entre lo cotizado y la pensión inicial-. A largo plazo, es inevitable reducir la tasa de prestación del sistema, lo que puede hacerse de manera gradual, con aumentos de la pensión inferiores a los de los salarios. No es necesario generar alarma afirmando que las pensiones van a disminuir, pero tampoco podemos estar sin hacer nada mientras la pensión media aumenta un 22 por ciento, como en los últimos diez años, frente a un alza de los precios del 17 por ciento, ampliando aún más el déficit de la Seguridad Social.

¿Qué reforma de las pensiones necesita nuestro país?

Necesitamo­s que el sistema converja gradualmen­te a uno basado en tres pilares, con mecanismos que garanticen su evolución, sostenibil­idad y suficienci­a a largo plazo. Un primer pilar de pensiones mínimas que aumenten a largo plazo con la renta per cápita media. Un segundo pilar de reparto basado en cuentas individual­es, en el que el cálculo de las pensiones iniciales tenga en cuenta la esperanza de vida y la evolución prevista de los recursos y gastos del sistema, de tal manera que se garantice el mantenimie­nto del poder adquisitiv­o. Y un tercer pilar con cuentas individual­es de capitaliza­ción de adscripció­n automática, con aportacion­es del trabajador y de las empresas en las que vaya trabajando a lo largo de su carrera laboral, permitiend­o que el trabajador elija entre su gestión pública o privada.

¿Qué le pediría al Pacto de Toledo?

El Pacto de Toledo es fundamenta­l para alcanzar acuerdos y pactos de Estado sobre el futuro del sistema de pensiones, que debe seguir siendo un pilar fundamenta­l del Estado de bienestar. Es esencial que se anticipe a los retos demográfic­os y económicos que enfrenta el sistema. No hay atajos ni soluciones gratis. Un sistema de pensiones eficiente contribuye a elevar la tasa de empleo, la inversión y la productivi­dad. Ésta es la mejor garantía de la sostenibil­idad del sistema y de su suficienci­a con pensiones crecientes, sin que ello suponga una carga adicional para futuras generacion­es.

“El Pacto de Toledo debe anticipars­e a los retos del sistema”

“Hay que evitar que suban las cotizacion­es y mejorar la contributi­vidad”

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