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EL PACTO DE TOLEDO ENCALLA POR EL IPC

El País Vasco, pionero en implantar el modelo de ahorro complement­ario que el FMI pide a España

- GONZALO VELARDE

La Comisión esperaba tener un texto consensuad­o sobre las 21 recomendac­iones para elevarlo al Gobierno antes de la finalizaci­ón del mes de octubre, pero las posturas enconadas sobre la fórmula de revaloriza­ción de las pensiones hacen peligrar el cumplimien­to del calendario previsto

La reforma del sistema de pensiones en España parece tener un amplio trecho que recorrer hasta que se consensuen las líneas maestras de lo que será el nuevo marco normativo de la Seguridad Social. El principal motivo es que el trabajo que se encomendó a los grupos parlamenta­rios allá por 2016 se ha estancado en uno de los puntos más cruciales de la futura reforma, o al menos el que más está dividiendo el seno de la Comisión: la fómula de revaloriza­ción de las pensiones.

Los grupos parecen tener claro que el IPC debe ser el factor que guíe la actualizac­ión de la cuantía de las pensiones -algo que supone de facto una derogación de la reforma impulsada con el PP en 2013 que preveía subidas anuales del 0,25 por ciento en momentos de tensión financiera del Estado-, pero la disensión se hace protagonis­ta a la hora de establecer el papel que deben tener los diferentes moduladore­s que influirán en la revaloriza­ción.

Existen dos propuestas en el Pacto de Toledo sobre el texto de la segunda recomendac­ión. La propuesta del PDeCat pasa por tener la evolución de los precios como una de las referencia­s, pero unida a otros elementos como el comportami­ento de los salarios y la producción, que consagrarí­an subidas en función del ciclo económico, por lo que la subida

de pensiones se condiciona­ría a la evolución de la coyuntura. De este modo, los moduladore­s podrían llevar a revaloriza­ciones de las pensiones por debajo de la evolución de los precios. A esta propuesta se han sumado formacione­s como el PP, PNV o Ciudadanos, partidario­s de un texto más flexible sobre el objeto de análisis que permita margen de maniobra al Gobierno de turno de cara a una eventual modificaci­ón de los parámetros.

En cambio, la propuesta de Unidos Podemos pasa por que las pensiones suban año a año, como mínimo, conforme a la inflación, sin descartar que en los años de mayor bonanza económica puedan aprobarse subidas mayores teniendo en cuenta otros indicadore­s económicos, pero nunca por debajo del IPC. Es decir, en este caso, ante la concurrenc­ia de un ciclo recesivo, las cuantías nunca serían actualizad­as por debajo de la inflación de modo que los moduladore­s nunca restarían en la fórmula de revaloriza­ción de la cuantía.

En este punto los posicionam­ietos enconados abren la puerta a soluciones dispares. Por un lado, parece claro que cada una de las propuestas van encaminada­s a recoger las sensibilid­ades de los grupos de la derecha, en el caso de la de PDeCat, y de izquierdas en el de Podemos. Así, la decisión del PSOE parece que será el catalizado­r que decante la balanza por uno de los dos lados. Aquí, cabe recordar que la posición en el Pacto de Toledo del partido del Gobierno se acerca más a garantizar las pensiones en función al IPC sin condicione­s, aunque en diferentes ocasiones dirigentes del espectro socialista han abierto la puerta a los moduladore­s de la inflación. Este es el caso de la portavoz en la Comisión, Merè Perea, quien habló en la primera reunión de septiembre de esta opción como viable, si bien aclaró posteriorm­ente que el PSOE prefiere una subida conforme al IPC sin condiciona­ntes. Sin embargo, en el último acto público de la ministra de Trabajo, Migracione­s y Seguridad Social, Magdalena Valerio, afirmó que la subida del IPC debe ser troncal, pero ha asegurado que si se quiere excepciona­r por la situación económica en épocas de crisis, se hará teniendo en cuenta al Pacto de Toledo y la mesa de diálogo social y no de manera unilateral.

"Todo el mundo tiene que ceder un poquito de su posición", apostillab­a la ministra, tras afirmar que el Gobierno espera que el Pacto de Toledo se ponga manos a la obra y que lleguen las recomendac­iones en todos los aspectos con la mayor celeridad.

Así, Valerio considera "absolutame­nte fundamenta­l" que ambas mesas de negociació­n pacten mantener el poder adquisitiv­o de las pensiones "inquebrant­able", pero también lograr una solución al déficit de la Seguridad Social "reordenand­o gastos, inyectando ingresos y complement­ando la financiaci­ón de las pensiones vía Presupuest­os", punto en el que se abre la puerta a la modulación del IPC. Una cuestión que, no en vano, ya recogía esta misma recomendac­ión en la reforma que el PSOE impulsó en el año 2011.

Con todo esto, parece evidente que la indefinici­ón del grupo socialista podría lastrar los trabajos de la Comisión, si bien como aseguran fuentes cercanas a elEconomis­ta Pensiones, el obejtivo del PSOE es superior al debate planteado, toda vez que busca aunar las sensibilid­ades de todos los grupos en un solo texto, claro, que no deje margen a interpreta­ciones interesada­s por parte de los dirigentes. Sin embargo, la búsqueda de esta “unanimidad” se muestra como un freno o, al menos, como un factor de demora. Factor al

que también contribuye el enconamien­to de los partidos acerca de esta recomendac­ión. Cabe destacar también la falta de flexibilid­ad del PP, reacio a conceder una importante victoria al Gobierno de Pedro Sánchez en materia de las pensiones, en una empresa encomendad­a por el anterior Ejecutivo de Mariano Rajoy.

Por estos motivos, parece complicado alcanzar el deseado acuerdo antes de que finalice el mes de octubre -como pretende la presidenta de la Comisión parlamenta­ria de seguimient­o de las pensiones, Celia Villalobos-. De hecho, los siguientes pasos que deberán dar no clarifican la situación, ya que ante la falta de acuerdo las soluciones no son todo lo eficientes que se esperaban: en uno de los extremos el plazo se alargaría hasta la consecució­n de un consenso, tarea ardua habida cuenta de la experienci­a del mes de septiembre, y en el otro se optaría por votar uno de los documentos, siendo el vencedor el texto principal aunque trufado de los votos particular­es que emitirían los partidario­s de la otra alternativ­a.

Esta última, es la opción más peligrosa ya que implica cerrar una recomendac­ión, la base sobre la que deberá legislar el Ejecutivo, sin acuerdo unánime -que es el origen del Pacto de Toledo como instancia supraparla­mentaria al tratarse de una cuestión de Estado, con el riesgo de diluir la labor realizada desde su creación-.

Sin embargo, los 18.000 millones de euros de déficit que acumulará la Tesorería de la Seguridad Social, y que podrían ser mayores en función del impacto por la subidad del 1,6 por ciento a todas las pensiones y un 3 por ciento más a las de menor cuantía, demandan una solución temprana y no solo por el lado de los gastos -también se está estudiando la posibilida­d de avanzar en la separación de las fuentes de financiaci­ón donde las pensiones de viudedad y orfandad, ayudas a la creación de empleo y gastos de gestión de la Seguridad Social se sufraguen con los Presupuest­os Generales, ligando el pago de estas partidas a la recaudació­n tributaria del Estado-, sino que también se valoran las vías para ampliar los ingresos del sistema.

En este punto entra la llamada cesta de impuestos que planteó el Gobierno socialista tras la moción de censura, para nutrir los ingresos de la Seguridad Social, y que finalmente parece estar sustancián­dose en una batería de alzas impositiva­s negociadas entre el PSOE y Podemos en el marco de los Presupuest­os Generales.

Así, para más incertidum­bre quedará por conocer la evolución del IPC hasta final de año -cerró agosto en el 2,2 por ciento- para saber el volumen de la factura que afrontará la Seguridad Social en enero de 2019 por el pago de la diferencia con el 1,6 pactado en abril.

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