El Economista - elEconomista Pensiones

Pensiones, ante el gran déficit de responsabi­lidad individual

Debemos quitarnos la máscara de la demagogia y asumir nuestra cuota de responsabi­lidad: debemos ahorrar pensando en el futuro; para contratiem­pos, para las vacaciones, los estudios, y ¡cómo no!, para la jubilación

- Susana Criado

La educación financiera se ha puesto de moda. Todos hablan ella y dicen estar implicados en conciencia­r y formar a nuestra sociedad sobre finanzas y economía. Cuando

digo todos, me refiero a los principale­s actores de la industria financiera: bancos, gestoras de fondos de inversión, asegurador­as, fintech... y también escuelas de negocios y universida­des. ¿Hay realmente una conciencia clara y decidida sobre la necesidad de educar sobre finanzas a la sociedad? ¿O es una simple moda que permite que todos estos actores hagan marketing blanco y muestren ante clientes, accionista­s y empleados su cara más amable?

Hace casi 20 años tuve la oportunida­d de conducir en la radio el programa Pulso social; tratábamos de contar qué hacían las empresas del Ibex 35 en materia de responsabi­lidad social corporativ­a. Recuerdo que los CEO y altos directivos estaban encantados de venir y contar sus proyectos: cuentas corrientes que destinaban euros a ONG, participac­ión de empleados en proyectos solidarios en países subdesarro­llados, planes para formar a parados de larga duración, carreras contra el cáncer, a favor de los discapacit­ados, o programas para involucrar a los más desfavorec­idos. Sonaba realmente bien. Ellos insistían en que esos programas no eran un coste para la empresa y sí una clara inversión que, incluso, tenía retornos positivos en el negocio. La responsabi­lidad social corporativ­a ha cambiado mucho y en estos años se habla menos de ella y se actúa mucho más; está en el ADN de las empresas, en toda su plantilla e implica todos los proyectos. Es como si en estos años el virus de la RSC se hubiera inoculado en la empresa de la misma manera que la vacuna recorre nuestro organismo y nos hace inmunes a determinad­os virus.

Quiero pensar que con la educación financiera pasará lo mismo. Ahora hablamos mucho de ella. Todas las empresas corren que vuelan a patrocinar, promociona­r o participar en proyectos, anuncios, jornadas sobre educación financiera. Hablan de inversión y de ahorro. Insisten en que el ciudadano debe tener un buen asesor financiero, independie­nte, que debe él conocer los productos en los que invierte, conocerse a sí mismo para dibujar su perfil de riesgo... Suena bien, pero aún estamos en una fase muy inicial. Falta responsabi­lidad individual; cada uno debemos asumir que debemos ahorrar pensando en el futuro. Ahorrar para contratiem­pos, pero también para las vacaciones, los estudios de los hijos y, ¡cómo no!, para la jubilación. Debemos quitarnos la máscara de la demagogia y asumir nuestra cuota de responsabi­lidad; a la pensión pública tendremos, sí o sí, que sumarle nuestros ahorros personales. Si no lo hacemos, mal vamos...

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