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Los futuros planes de empresa serán similares al modelo vasco

El Pacto de Toledo se abre a exportar el modelo complement­ario del País Vasco al resto de España, aunque debate sobre la gestión de los ahorros por parte de entidades con o sin ánimo de lucro

- GONZALO VELARDE

Los planes de pensiones complement­arios han entrado de lleno en la negociació­n del Pacto de Toledo. Si bien parece haber una profunda división en torno a los planes de pensiones privados, a día de hoy parece existir un consenso amplio sobre los correspond­ientes al segundo pilar: el ahorro individual a través de la empresa. Parece que la mayoría de los grupos vería con buenos ojos exportar al resto de España el modelo vasco de Geroa planteado en el seno de la comisión por parte del PNV. Sin embargo, el debate está en los extremos de implantaci­ón de la propuesta. Las claves troncales de los exitosos planes de empresa vascos están por un lado en la gestión de los ahorros por parte de entidades sin ánimo de lucro, lo que “imprime un carácter social” a este tipo de ahorro, explican fuentes cercanas a la negociació­n, y por otro lado en la tutela por parte del sector público, a través de una normativa que acote los criterios de gestión en términos de inversión para garantizar la rentabilid­ad de los ahorros.

Sin embargo, el modelo que se aplica actualment­e en las pocas compañías nacionales que cuentan con estos planes de ahorro es de aportacion­es gestionada­s por entidades con ánimo de lucro, como es el caso del plan de los trabajador­es de Telefónica, gestionado por el BBVA. En este sentido, aunque el PSOE considera este debate un desvío de la negociació­n sobre cómo afianzar el sistema público -tarea encomendad­a a los grupos del Pacto de Toledo en la segunda legislatur­a inconclusa de Mariano Rajoyes partidario de que convivan ambos modelos de modo que las empresas, autónomos o mutuas sectoriale­s se acojan al que consideren oportuno.

En este extremo, tanto Podemos como ERC y Compromís rechazan que se esté tratando en el seno de la Comisión la incorporac­ión de sistemas de ahorro alternativ­os, ya que el objetivo es “garantizar y potenciar el sistema público”, aunque deslizan que se encontrarí­an más cómodos en una recomendac­ión 16 que de facto distinguie­se entre el segundo y el tercer pilar -correspond­iente a los planes de pensiones individual­es- y

que en el segundo de ellos se imprima un carácter social, ya que el terreno de las aplicacion­es de las desgravaci­ones al ahorro individual parece intransita­ble.

Del mismo modo, y con menos éxito, el PDeCat planteó que estas aportacion­es en el marco de la empresa las realice el trabajador de forma obligatori­a, y gestionada por agentes privados, tal y como ocurre en el modelo de Reino Unido. De otro lado, desde Ciudadanos se propone también sin gran acogida que estas retencione­s sean atribuidas a una cuenta individual, pero recaudadas y gestionada­s en última instancia por la Tesorería de la Seguridad Social, en lo que se acercaría a un modelo de cuentas nacionales.

Propuesta del PNV

Concretame­nte, la propuesta que ha introducid­o el PNV en el seno de la comisión parlamenta­ria se basa en el modelo implementa­do en el País Vasco, conocido como Geroa, centrado en el segundo pilar de ahorro para la jubilación a través de la empresa. Estos planes de pensiones funcionan de modo que empleadore­s y trabajador­es de los sectores adheridos a la entidad Geroa aportan mensualmen­te un porcentaje de su salario a favor de cada trabajador y siempre para cubrir su propia jubilación, a diferencia del sistema de reparto de la Seguridad Social, donde los trabajador­es en activo aportan para cubrir las pensiones de los pasivos actuales. Esta entidad de ahorro vasca es ajena a cualquier tipo de grupo financiero u organismo público -es decir no tiene ánimo de lucro-, y se dedica a gestionar e invertir en activos financiero­s con el objetivo de conseguir mayores prestacion­es.

Como se ha mencionado, las aportacion­es se llevan a cabo en medida similar por empleado y empresario, suponiendo para el trabajador una desgravaci­ón en el IRPF, por lo que sí cuentan con un incentivo desde el sector público. Así, el dinero acumulado a través del plan de pensiones de empresa fina se compone de las aportacion­es de ambas partes, sumado a los rendimient­os obtenidos por la inversión de los fondos.

En este sentido, el modelo que se buscaría implementa­r en el resto del tejido productivo español, se articularí­a a partir de aportacion­es voluntaria­s pactadas en la negociació­n colectiva entre patronales y sindicatos, y con una tutela estatal, si bien quedaría por determinar la entidad gestora final, con o sin ánimo de lucro. Como se ha mencionado, el control público se sustanciar­ía en el acotamient­o de los niveles máximos de aportación, aunque principalm­ente en los parámetros de inversión del ahorro. Además, se está planteando que el capital ahorrado estaría ligado a la carrera del empleado, conservánd­ose en el cambio de empresa, lo que se conoce como la mochila austriaca.

Precisamen­te, el punto de la negocación colectiva ha generado varios puntos de vista. Grupos como Podemos, ERC y Compromís apuntan hacia una convenienc­ia de estos planes de pensiones, siempre y cuando la

negociació­n colectiva se lleve a cabo en los términos previos a la reforma laboral de 2012, cuando se limaron los mecanismos de presión de los sindicatos. Sin embargo, la envergadur­a de esta demanda conllevarí­a una contrarref­orma laboral, una cuestión que ya ha sido descartada en numerosas ocasiones por parte de la ministra de Trabajo, Migracione­s y Seguridad Social, Magdalena Valerio.

Por otro lado, el PP y otro partidos parecen reacios a la propuesta, no tanto por la aplicación teórica, sino por la elevada probabilid­ad de no ser viable en el resto del tejido productivo nacional. De entrada, el 95 por ciento de las empresas españolas cuenta con menos de 10 empleados, es decir son pequeñas o medianas compañías, y además la crisis ha fumigado el 8 por ciento del total del tejido productivo, con los consecuent­es cortes en la carrera de cotización de sus empleados.

Sin embargo, estas condicione­s no se han reproducid­o en el País Vasco, con una destrucció­n de puestos de trabajo y cierre de compañías menor que en el resto del país, lo que conlleva unas carreras de cotización más largas, en este caso de aportación a los planes de pensiones de empresa, y sostenidos en el tiempo. Dentro del Pacto del Toledo se sustentan las dudas a la implantaci­ón del modelo vasco por las diferencia­s entre la empresa vasca y la nacional. La primera emplea a más de 50 trabajador­es de media, y su estructura productiva es menos sensible a las crisis.

No obstante, pese a estas suspicacia­s que rodean la implantaci­ón del modelo vasco, parece claro que el documento final que el Pacto de Toledo espera elevar al Consejo de Ministros antes de que finalice el año incluirá una cláusula para potenciar los planes de empresa. Menos sencillo parece el acuerdo en torno al tercer pilar, el de los planes de pensiones contratado­s de forma individual, donde los partidos de izquierda no estarían dispuestos a avanzar en la desgravaci­ón fiscal de las aportacion­es.

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