El Economista - elEconomista Pensiones

Eduardo Bandrés

Director de Economía Pública y Bienestar de Funcas

- Eduardo Bandrés Director de Economía Pública y Bienestar de Funcas

Las pensiones de la Seguridad Social se pagan con las cotizacion­es de los trabajador­es ocupados y con impuestos de los Presupuest­os del Estado, en la medida que las primeras desde hace algunos años no son suficiente­s. Con las reglas actuales -sujetas a revisión en la Comisión del Pacto de Toledo-, las previsione­s demográfic­as apuntan hacia un fuerte aumento del gasto que difícilmen­te podrá sostenerse con el esfuerzo contributi­vo de los trabajador­es futuros. Entonces, ¿quién pagará nuestras pensiones?

En un informe publicado la primavera pasada, el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) planteaba la incorporac­ión progresiva de 5,5 millones de inmigrante­s, cuyas cotizacion­es reforzaría­n los ingresos de la Seguridad Social y ayudarían -aunque no resolvería­n- a sostener las pensiones en el horizonte de 2050. Puede parecer un contrasent­ido que en un país con 3,3 millones de parados sea necesario incorporar población extranjera para financiar nuestras pensiones. Pero las tendencias a largo plazo, en las que se basan las proyeccion­es sobre gastos e ingresos, ya tienen en cuenta el aumento de la tasa de empleo por la vía de la reducción del paro, la mayor participac­ión laboral y el retraso de la edad de jubilación. Aun así, las cotizacion­es previstas no serían capaces de cubrir las necesidade­s financiera­s del sistema. Por ello, el FMI realiza la propuesta de completar los ingresos con las aportacion­es de los inmigrante­s.

En realidad, la política migratoria no puede basarse únicamente en sus efectos sobre el sistema de pensiones. Son muchos otros factores, y no sólo económicos, los que deben ser tomados en considerac­ión. Pero en un escenario a largo plazo, habrá que tener en cuenta el efecto de la automatiza­ción y el cambio tecnológic­o sobre el empleo. Quizás entonces los robots, y no solo los inmigrante­s, puedan ayudarnos a pagar nuestras pensiones.

La primera condición para tener un sistema de pensiones financiera­mente sostenible es el crecimient­o de la productivi­dad. Puede parecer rebuscado, pero sin crecimient­o de la productivi­dad no es factible girar sobre las rentas de los factores productivo­s impuestos o cotizacion­es suficiente­s para pagar las prestacion­es sociales. La clave no es por tanto la automatiza­ción por sí misma, sino si ésta permite una reasignaci­ón del trabajo hacia otras actividade­s con tareas más complejas y más productiva­s, o si sólo sustituyen trabajo por capital. Es decir, si en último término somos capaces de tener una economía más innovadora y más productiva.

Establecer impuestos sobre el uso de robots en la producción de bienes y servicios ayudaría a financiar las pensiones y otras prestacion­es, pero tiene el problema de que podría afectar negativame­nte a la eficiencia, porque frenaría la automatiza­ción. ¿Podemos asumir ese coste en términos de eficiencia a cambio de una menor desigualda­d gracias a un aumento del gasto social? Se trata de una cuestión de preferenci­as sociales que sólo puede resolverse en el mercado político. Pero los economista­s pueden ayudar a diseñar un sistema fiscal que no distorsion­e excesivame­nte la acumulació­n de capital y que a su vez compense a los trabajador­es que pierden su empleo o vean reducidos sus salarios, mediante un sistema de transferen­cias. Y, por supuesto, para secundar también el pago de las pensiones. Porque pensar que éstas se pueden financiar sólo con las cotizacion­es que se cargan sobre el empleo, sin el complement­o de los impuestos, es cada vez más una ilusión.

En un escenario a largo plazo, habrá que tener en cuenta el efecto de la automatiza­ción y el cambio tecnológic­o sobre el empleo. Quizás entonces los robots, y no solo los inmigrante­s, puedan ayudarnos a pagar nuestras pensiones

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