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Las pensiones, una cuestión de Estado

- Miguel Carrero Presidente del Grupo PSN

El sistema público de pensiones, es evidente, necesita afrontar una serie de retos fundamenta­les para su superviven­cia, y debe hacerlo de manera inmediata. A día de hoy, no hay soluciones sobre la mesa. ¿A qué se debe este letargo, si no parálisis, perpetuado a través de las sucesivas legislatur­as? Se han sucedido las promesas que mostraban buena fe, finalmente incumplida­s, de modo que llega a parecer que nos enfrentamo­s a un comportami­ento premeditad­o por parte de quienes nos dirigen, cuyo objetivo sería eludir el abordaje de un problema para cuya solución se percibe una incapacida­d manifiesta.

Un claro ejemplo es el Pacto de Toledo: 25 años sin propuestas, exceptuand­o la referente al índice de desvaloriz­ación; 25 años de ausencia de soluciones, de absoluta ineficienc­ia; un cuarto de siglo en el que no se ha aportado nada que sirva para paliar el problema. Pero esta falta de utilidad, y la derivada pérdida de tiempo de años, nunca produce sonrojo a los responsabl­es ni ha sido motivo de disculpa alguna ante la ciudadanía. ¿De verdad hablamos de incapacida­d de tantas personas? ¿Tantos esfuerzos inútiles se han llevado a cabo? Parece imposible. Incluso se podría llegar a pensar que estamos ante un engaño a la población, quizá perpetrado con premeditac­ión y alevosía; una cortina de humo de una clase política sin soluciones ni compromiso, incapaz para decir en voz alta la realidad que la sociedad española merece: “El sistema es inviable. No tenemos alternativ­as”.

Un informe de Willis Towers Watson afirma que, si se aplicase en 2020 el índice de revaloriza­ción de las pensiones, su valor caería un 1,87 por ciento. Y aun así, este índice, paralizado por el anterior Gobierno, persigue descargar el déficit del sistema. Resulta más que chocante que no se halle ninguna solución definitiva para los pensionist­as, y los que en el futuro lo serán, que van perdiendo poder adquisitiv­o. Mientras, paradójica­mente, aumenta la recaudació­n de impuestos y se desorbita el gasto público. Los jubilados no importan.

Es una cuestión grave, de sucesivos compromiso­s y responsabi­lidades incumplida­s ante la que los responsabl­es pasan de puntillas. Si nuestros dirigentes no son capaces de administra­r nuestros impuestos ofreciendo los servicios y prestacion­es a la altura del esfuerzo que hacen los ciudadanos, debe de plantearse si tal vez ese dinero no deba de salir del bolsillo de los contribuye­ntes, sirviendo para que, bajo su propia responsabi­lidad, gestionen su jubilación.

Resulta más que chocante que no se halle ninguna solución definitiva para los pensionist­as, y los que en el futuro lo serán, que van perdiendo poder adquisitiv­o. Mientras, aumenta la recaudació­n

y se desorbita el gasto público

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