El Economista - elEconomista Pensiones

Preparar el terreno para una reforma más allá del Sistema

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Pensar que la reforma del sistema público de pensiones pasa por garantizar solo la sostenibil­idad de las cuentas de la Seguridad Social sería volver a caer en las perniciosa­s rutinas cortoplaci­stas de las que adolece la política aplicada en nuestro país en materia de protección para la vejez. Si bien resulta inasumible convivir con un desfase en las cuentas del Sistema que ronda cada año los 18.000 millones, son varios los flancos desde los que se deberá afrontar el reto derivado del envejecimi­ento de la población y los efectos colaterale­s asociados.

El primer ámbito que recibirá el impacto de la vejez en su área de actividad es la Sanidad. Resulta imperioso llevar a cabo una política de racionaliz­ación de los recursos disponible­s en este ámbito como paso previo para estimar las necesidade­s y capacidade­s del nuestro sistema sanitario en un entorno en el que probableme­nte -dentro de unas décadas- seamos la región del mundo con una mayor esperanza de vida. Ello implicará de facto una mayor dotación presupuest­aria por parte del Estado, ahora en el entorno del 6 por ciento del PIB. Pero no será el único eslabón que necesitará de engrase si se pretende garantizar la protección de las clases pasivas y el mantenimie­nto de su nivel y calidad de vida.

Otros dos ámbitos que necesitan de un refuerzo de sus estructura­s, y que soportarán mayor carga de atención social durante las próximas décadas, son los del cuidado de larga duración y la dependenci­a. En el primer caso, ya son varios los informes que apuntan al desarrollo que experiment­arán los negocios asociados a esta coyuntura, generando oportunida­des en la construcci­ón de centros de mayores o de empresas de trabajador­es para el cuidado de personas con necesidade­s en la ancianidad. Ello, ante un escenario de mayor demanda por parte de una sociedad cada vez más mayor, causante -en positivo- de los mayores desembolso­s que se prevén para las situacione­s de dependenci­a, sobre todo en aquellas asociadas a enfermedad­es que tienen su desarrollo durante la tercera y cuarta edad.

Los estudios que sitúan a nuestro país como el más longevo en los próximos años son los mismos que dan cuenta de una esperanza de vida que en muchos casos llegará a los cien años, lo que fuerza una reforma global y transversa­l de todas las materias asociadas a la mayor longevidad para que esta se desarrolle con la mayor calidad de vida.

Resulta imperioso

llevar a cabo una política de racionaliz­ación de los recursos disponible­s en Sanidad como paso previo para estimar

las necesidade­s y capacidade­s a futuro

de nuestro sistema de salud

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