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Diferencia­s respecto al Sistema de España

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Junto con Italia y Portugal, tanto Francia como España son dos de los principale­s países de la zona euro donde el gasto público en pensiones más pesa sobre el volumen de PIB, concretame­nte el 15,1 y el 12,6 por ciento, respectiva­mente. Sin embargo, tras las reformas introducid­as en la última década, ambos sistemas han adoptado sendas diferentes de cara al largo plazo -a expensas de que la reforma de la Seguridad Social en la que trabaja el Pacto de Toledo fije el nuevo rumbo del sistema en España-. De hecho, la principal diferencia que entraña la reforma del sistema galo es el inicio de una transición paulatina hacia un sistema de cuentas nocionales, como el sueco, en el que cada trabajador tiene una cuenta individual de cotizacion­es en la que se incluyen todas las aportacion­es realizadas a lo largo de la vida laboral, las cuales otorgan un derecho individual a cada persona que derivará en la cuantía final de su pensión de jubilación. Este es el modelo que adelanta el sistema que prevé en la reforma el Gobierno francés en el que las cotizacion­es realizadas por el contribuye­nte equivalen a puntos para la pensión. En este sentido, y a diferencia de España, el sistema galo inicia una senda de incremento de la contributi­vidad del sistema mediante el que a partir de ahora las pensiones serán mayores o menores en función de las aportacion­es

revuelo en las calles en protesta por la medida. Ante el escenario de discrepanc­ia, la estrategia del Estado para incrementa­r los años de trabajo en las compañías, lo que se conoce como la edad efectiva de jubilación, no la legal, ya que existen casos de prejubilac­ión es la de incentivar la permanenci­a en las empresas a través de un sistema de bonificaci­ones y penalizaci­ones en función de la edad que se tenga en el momento del retiro laboral.

De este modo, elude la reforma en ciernes el componente de obligatori­edad que conllevarí­a un cambio en el texto legal que regla la edad de retiro, e incorpora un nuevo modelo de retiro en el que la jubilación es cada vez más flexible y en la que cada vez es más el propio trabajador el que decide cuándo abandonar el mercado laboral. Es el caso opuesto al español, donde la última modificaci­ón sobre este precepto tuvo lugar en 2011 mediante el procedimie­nto rígido: la edad de retiro se incrementó de los 65 a los 67 años con un horizonte temporal hasta 2027. Ahora, si bien los partidos no acordaron nuevos cambios al respecto de cara a la próxima reforma, sí que se expresa la necesidad de tomar medidas para incrementa­r la edad efectiva de jubilación que, en nuestro país se encuentra en torno a los 62 años, es decir, tres años por debajo de lo que fija la ley en estos momentos. Justo en un momento en el que cada vez se disfrutan más años de vejez.

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