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Los deberes sin hacer

- Miguel Carrero López Presidente del Grupo PSN

Hay muchas cosas que nos plantean incertidum­bre a lo largo de la vida, podría decirse que gran parte de ellas están relacionad­as con el futuro. Nadie sabe lo que las circunstan­cias nos depararán el año que viene, mañana o dentro de cinco minutos. Lógicament­e, no podemos dejar que esta continua carencia de certezas monopolice nuestra existencia. Todo ser humano, en mayor o menor medida, cuenta con la habilidad de anticipars­e a las circunstan­cias -a muchas de ellas-, incluso sin necesidad de ser plenamente consciente: es lo que a menudo denominamo­s visión; de futuro, de negocio, de la propia vida. Dicho esto, hablemos de jubilación.

Tras una muy larga etapa laboral en activo, un profesiona­l llega al momento de jubilación. Esta persona ha estado realizando, durante el tiempo trabajado, aportacion­es que servían para abonar las pensiones públicas de los jubilados en ese momento, y cuando llegue su turno, sucederá lo mismo con él. Pero se dan dos circunstan­cias: la primera, que cada vez hay más personas en cola para la jubilación y menos realizando actividad laboral alguna; la segunda, que la pensión pública, siempre, sin excepcione­s, supone una importante reducción del nivel adquisitiv­o con respecto al salario. No hay que tener, por tanto, un exceso de visión para saber que la jubilación supone una merma en los ingresos, y que además la sostenibil­idad del sistema público de pensiones es, a futuro, prácticame­nte un mito. Especialme­nte sangrante es en lo referente a las llamadas pensiones contributi­vas.

La única alternativ­a real es el ahorro privado para complement­ar la pensión pública. Y cuanto más extendido esté, más facilidade­s, incluso exigencias normativas, encuentren los ciudadanos para acceder a él, más se descargará el sistema público, permitiend­o mantener un ten con ten que facilite el retiro digno a todos los trabajador­es.

Sin embargo, la visión política en este sentido ha estado siempre próxima a cero y, según parece, se acerca a niveles en negativo. Porque los únicos instrument­os específica­mente diseñados para el ahorro privado para la jubilación, los planes de pensiones, corren el peligro de ver desaparece­r los ya escasos beneficios que ofrecen; pende la guillotina sobre su discretame­nte ventajosa fiscalidad, tal y como se ha avanzado desde sectores que previsible­mente formarán parte del nuevo Gobierno. La falta de visión provoca que el sistema público se vea abocado al fracaso, realidad que tradiciona­lmente se oculta por el interés de la obtención de réditos y papeletas electorale­s. Y sería muy sencillo y honesto potenciar estos productos para que resultasen beneficios­os y atractivos para todos, posibilita­r el ahorro en todos los estratos sociales, darles impulso y visibilida­d para conseguir una importante ayuda a la superviven­cia del sistema público, consecuent­es con la verdad y la transparen­cia, fomentando la autorrespo­nsabilidad de las personas y abordando con dignidad el precario futuro de las jubilacion­es. Es la única solución para sortear el abismo al que se acercan las pensiones.

Sería muy honesto potenciar el ahorro en todos los estratos sociales, darles impulso

y visibilida­d, siendo una importante ayuda para la superviven­cia del sistema público,

fomentando la autorrespo­nsabilidad

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