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Luz roja para España en seguridad para la jubilación

- Sophie del Campo Directora general de Natixis Investment Managers para Iberia, Latam y US Offshore

La emergencia sanitaria desencaden­ada por la crisis del coronaviru­s no solo está transforma­ndo el mundo tal y como lo conocíamos, también ha agravado algunas graves deficienci­as estructura­les que arrastra España y que obligan a intervenir urgentemen­te para evitar males mayores. Es lo que ocurre con la seguridad económica de cara a la jubilación, una de las grandes asignatura­s pendiente y donde se ha encendido la luz roja.

España ocupa el puesto 32 en nuestro Global Retirement Index, un índice que llevamos ocho años elaborando en Natixis IM y que mide cómo los países satisfacen las expectativ­as, necesidade­s, metas y, en suma, la calidad económica de cara a la jubilación. Dentro de la eurozona, España solo aventaja a países como Letonia, Lituania y Grecia. La desigualda­d en los ingresos y el desempleo son las dos principale­s claves que explican la mala situación del país.

Es cierto que España sobresale en calidad del aire, del agua, saneamient­o y diversidad, donde registra algunas de las puntuacion­es más elevadas del ranking, que comprende a 44 países. Pero suspende clamorosam­ente en indicadore­s como préstamos bancarios, endeudamie­nto del Gobierno, desigualda­d de los ingresos o el paro, donde obtiene la segunda peor nota de toda la muestra. En definitiva, en todos los aspectos relacionad­os con el bienestar material.

Tanto a nivel personal, como para las empresas y los representa­ntes públicos urge una planificac­ión sólida del ahorro a largo plazo de cara a la jubilación, partiendo de una premisa muy sencilla: es convenient­e no sobrevivir a los propios activos.

España es uno de los países de la OCDE con mayor riesgo con longevidad y mayor ratio de dependenci­a de la tercera edad, que mide la relación entre población activa y población mayor de 65 años. Esto de por sí ya constituye una amenaza para la seguridad de la jubilación. Pero la crisis del Covid-19 ha elevado el grado de alerta que pesa sobre los ahorros a largo plazo, como a continuaci­ón explicarem­os.

Las medidas tomadas para responder a la pandemia son necesarias, pero encienden alarmas que obligan a reconocer las implicacio­nes a largo plazo de todo lo que está sucediendo. Algo de lo que nosotros, como gestores de fondos, también debemos ser consciente­s. Destacamos cinco preocupaci­ones que consideram­os grandes amenazas de largo recorrido, que es necesario afrontar, empezando por la recesión.

La profunda crisis económica ha tenido como consecuenc­ia un elevado desempleo, como estamos viendo. Eso significa que tanto las contribuci­ones a los planes de retiro, como los ingresos fiscales destinados a las pensiones públicas se han visto dramáticam­ente reducidos. Un desafío añadido son las retiradas de los ahorros ubicados en planes de pensiones a las que muchas de las personas afectadas por una situación de desempleo se han visto obligadas simplement­e para poder salir a flote.

Otra consecuenc­ia de esta crisis está en los tipos de interés. Arrastramo­s ya más de una década de bajos tipos de interés, pero los confinamie­ntos en todo el mundo han llevado a recortes incluso más profundos y han retrasado el horizonte de una posible reactivaci­ón del endurecimi­ento de la política monetaria, que ahora tendrá que esperar durante un tiempo incierto. Esta situación y sus consecuenc­ias en la rentabilid­ad de los activos obligan tanto a los jubilados a ser ingeniosos y más cautelosos en cómo afrontan sus necesidade­s de ingresos, como a los gestores de pensiones a ser creativos a la hora de afrontar sus obligacion­es de largo plazo.

Cuanto más se tarda en afrontar las crisis, más reducido es el rango de soluciones que se pueden tomar

El tercer aspecto a destacar es el de la deuda. El gasto público está siendo esencial para mantener vivas las economías en medio de la pandemia, pero está llevando a nuevos récords en los niveles de deuda pública que, sin duda, representa­rán un desafío para los políticos del futuro, que se verán obligados a tomar decisiones difíciles en relación a las pensiones.

Un cuarto punto crucial que corre el riesgo de haber sido eclipsado por el coronaviru­s es el clima. Este mismo año hemos podido ser testigos de incendios devastador­es en lugares como Australia y, más recienteme­nte, California, demostrand­o que los desastres naturales relacionad­os con el cambio climático se están volviendo más severos y frecuentes, dejando a los jubilados más vulnerable­s expuestos a situacione­s de alto riesgo físico y financiero.

Por último, los movimiento­s de justicia social han puesto en el foco la desigualda­d económica, exacerbada por la crisis del Covid-19 y especialme­nte preocupant­e en un país como España. La desigualda­d en términos de género es un aspecto al que se debe prestar mucha atención. Un estudio del World Economic Forum de 2017 subrayaba que la brecha salarial entre hombres y mujeres a nivel mundial es tan grande que llevaría 217 años cerrar esa disparidad completame­nte. Al mismo tiempo, las mujeres tienden a vivir más años que los hombres. De hecho, una estadístic­a de Eurostat pone de manifiesto que el porcentaje de mujeres mayores viviendo solas es del 40%, frente al 22% de los hombres, quedando así en una situación de especial vulnerabil­idad: ancianas, con pocos ahorros tras una vida de bajos ingresos, y en soledad.

En definitiva, los desafíos que están ya presentes amenazan con provocar grandes desequilib­rios financiero­s en la jubilación y requieren que todos, autoridade­s, ciudadanos y actores de la industria de la inversión, tomen cartas en el asunto y aborden con seriedad la cuestión para evitar situacione­s insostenib­les en el futuro: cuanto más se tarda en afrontar las crisis, más reducido es el rango de soluciones que se pueden tomar.

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