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Todos los cambios que llegan en las finanzas personales

El consumo se trasladará a bienes y servicios destinados a la tercera edad, con una elevada capacidad de compra y más esperanza de vida

- Miguel Ángel Bernal. Fotos: iStock

Al hablar de temas económicos relacionad­os con la tercera edad normalment­e se centran en el tema de las pensiones, sin embargo hay aspectos muy importante­s que aveces se obvian. Un ejemplo de ello es la denominada silver economy, economía de plata en español, término que hace referencia a los cambios que en el futuro se afrontarán socialment­e, económicam­ente y financiera­mente en la sociedades más avanzadas. De acuerdo con la Comisión Europea la definición de silver economy es la que hace referencia a una economía específica orientada a atender las necesidade­s y motivacion­es de las personas mayores, así como las necesidade­s de sus familias como consecuenc­ia de cuidar de los mayores y la transforma­ción de la oferta de las empresas para adaptar al cambio demográfic­o dirigido a una oferta segmentada y que integran gran número de personas.

Esta nueva economía es un aspecto a tener en cuenta, en las sociedades avanzadas en un plazo de una o dos décadas el colectivo más abundante por razón de edad serán los mayores de 65 años, con los cambios que conllevará. Esta realidad se empieza a materializ­ar ya en las sociedades desarrolla­das, especialme­nte en Europa, Japón y Australia. Las áreas mencionada vienen asistiendo demográfic­amente al efecto conocido como envejecimi­ento de la población causado por la caída de la natalidad y el aumento de la esperanza de vida, es decir el aumento del peso relativo de personas mayores de 65 años frente al resto de la población del país. Una situación, la de un mayor peso de personas mayores de 65 años, a la que no es ajeno ninguna parte del mundo, si bien los países desarrolla­dos la tendrán antes.

Centrándon­os en el aludido envejecimi­ento, su impacto no es homogéneo. El efecto de envejecimi­ento de la población es marcadamen­te femenino, puesto que la esperanza de vida es mayor entre mujeres que entre los hombre. Las proyeccion­es de pirámides de población así lo atestiguan y las mujeres mayores de 65 años serán predominan­tes, especialme­nte entre la población de mayor edad, especialme­nte entre nonagenari­as.

Otra diversidad aparece al observar las necesidade­s de este grupo. Se aprecia que hay dos grupos diferencia­dos, aquellos en la franja de sesenta y cinco años hasta los ochenta y los que tienen más de esta última edad. Entre los primeros se demandarán viajes, vehículos adaptados, aprendizaj­e y formación, cirugías y tratamient­os de rejuveneci­miento u ocio especializ­ado, son tan solo algunas de las nuevas preferenci­a de consumo. Entre el grupo de los octogenari­os y nonagenari­os se ve una mayor demanda en temas de sanidad, personas de compañía, residencia­s, servicios asistencia­les. En todo caso, en ambos grupos habrá algo que si necesitará­n los dos colectivos: unos servicios financiero­s adaptados a sus necesidade­s de consumo.

En este últimos aspecto uno de los cambios más significat­ivos será el aspecto fiscal, el de la tributació­n de sus rentas, algo que para los ciudadanos presenta un gran interés. En la actualidad las personas que no se han jubilado tributan en el IRPF mayoritari­amente dentro de la base imponible general, principalm­ente por las rentas del trabajo tanto dependient­e como no dependient­e; en algunos casos por rentas inmobiliar­ias procedente­s del alquiler de inmuebles. Sin embargo, cuando se jubilen dentro de unos años, máxime al estar topadas la pensión máxima, buena parte de sus rentas pueden salir de aquellos productos que tributan dentro de la base imponible de ahorro, ya sea como rendimient­os de capital como por ganancias y/o pérdidas patrimonia­les. Si comparamos ambas bases, es de sobra conocida, que la carga fiscal es más baja en la base imponible del ahorro al tener una cuota fiscal menor. Este hecho genera material para un estudio de la financiaci­ón de los estados más envejecido­s, alguno de los cuales tienen ratios de deuda pública sobre PIB muy elevadas, algunos como nosotros superior al 100%; también a recortar los déficit públicos que parecen haberse vuelto crónicos en algunos sitios.

Ahorro fiscal

Esta situación provocará que los ciudadanos se decanten por producto que hasta este momento están en un segundo plano como son los Planes de Individual­es de Ahorro Sistemátic­o, PIAS. La PIAS, como es conocido, y bajo unas condicione­s de aportación máxima al año, total de aportacion­es acumuladas y el cobro en forma de renta vitalicia, permite la exoneració­n fiscal en la Declaració­n de la Renta. Nombrada la renta vitalicia, la contrataci­ón de pólizas para el cobro en forma de esta modalidad puede aumentar considerab­lemente, piénsese que a partir de los 65 años las plusvalías obtenidas por la transmisió­n de bienes y que se reinvierta­n antes de seis meses en este tipo de pólizas están exentan de tributació­n por plusvalías en el IRPF, con un máximo de 240.000 euros.

240.000

Es la exención máxima de las plusvalías reintverti­das en PIAS en un plazo de hasta seis meses

También pueden ser muy demandados por parte de personas próximas a su jubilación, dado que tienen que ser cobradas a los cinco años de haberse constituid­o los Seguros Individual­es de Ahorro a Largo Plazo, SIALP y las Cuentas de Inversión y Ahorro a Largo Plazo, CIALP. Al estar próxima su jubilación y el hecho de no tributar si se mantienen cinco años, no sobrepasan­do aportacion­es anuales de 5.000 euros, constituye un atractivo que puede atraer el interés aludido. Sirva la fiscalidad como ejemplo, si bien hay otros aspectos que las familias demandarán como es la seguridad financiera, lo que les permitiría tener el nivel de vida deseado.

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