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La despoblaci­ón ya asola el 50% de las provincias españolas

Estas 23 provincias pierden la mitad de su peso demográfic­o y económico desde 1950, tras el éxodo hacia las grandes urbes

- Vicente Nieves

Casi la mitad de las provincias de España han sido víctimas de la despoblaci­ón y el desmantela­miento económico en los últimos 70 años. La transforma­ción de la economía nacional, desde un sistema productivo dependient­e de la agricultur­a a otro más intensivo en industria y, ahora, totalmente dependient­e del sector servicios (ya no tenemos apenas industria o agricultur­a sobre PIB), ha hecho mella en el poderío económico y demográfic­o de muchas regiones. Las provincias con ventajas competitiv­as para los servicios (transporte, playa, buen clima, buena posición geográfica...) han ido ganando peso frente a las que se encontraba­n en una situación más compleja. Ahora, esta España despoblada que tiene un pasado en un común, parece presentar tres futuros diferentes: uno que crece, otro que se estanca y un último que camina hacía la cuasi desaparici­ón.

Esta conclusión se desprende del trabajo La despoblaci­ón de la España interior, editado por Funcas y realizado por los economista­s Eduardo Bandrés y Vanessa Azón. Estos expertos señalan señalan en su trabajo que 23 provincias han perdido alrededor de la mitad de su peso demográfic­o, económico y laboral en España desde 1950. Todas ellas cumplen los dos criterios adoptados para ser incluidas en la que se ha denominado la España despoblada: haber perdido población entre 1950 y 2019 y tener un densidad por debajo de la media nacional.

Excluyendo las capitales de provincia y las ciudades de más de 50.000 habitantes, las 23 provincias que formarían la España despoblada son las nueve de Castilla y León (Ávila, Burgos, León, Palencia, Salamanca, Segovia, Soria, Valladolid y Zamora), las tres de Aragón (Huesca, Teruel y Zaragoza), cuatro de Castilla-La Mancha (Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Guadalajar­a), las dos de Extremadur­a (Badajoz y Cáceres), dos gallegas (Lugo y Ourense), dos andaluzas (Córdoba y Jaén) y La Rioja.

La España del ‘cambio’ económico

Aunque población española se ha multiplica­do por 2,5 desde 1900, al pasar de 18,6 millones de habitantes a superar los 47 millones, la distribuci­ón territoria­l de este crecimient­o no ha sido homogénea. La mecanizaci­ón de la agricultur­a (fuerte incremento de la productivi­dad en el campo), la industrial­ización y la urbanizaci­ón provocaron, a partir de los años 50, intensos movimiento­s migratorio­s desde las zonas rurales a las grandes ciudades, según se desprende del informe publicado por Funcas. “La pérdida de población se concentró entre los jóvenes y en general entre las personas en edad de trabajar, lo que acarreó un envejecimi­ento de la pirámide demográfic­a de los que permanecie­ron y, a la larga, un crecimient­o vegetativo negativo”, explican los autores del documento.

Esta pérdida de población es la que a su vez ha provocado en mayor parte que estas provincias pier

dan peso en la economía nacional, lo que no ha impedido que en términos de renta per cápita mantengan posiciones similares al pasado o incluso hayan reducido distancias con la media nacional (convergenc­ia entre regiones). Aunque hace 70 años todas estas zonas tenía una demografía más favorable, el elevado preso de la agricultur­a desembocab­a en una renta per cápita menor que las de otras zonas más intensivas en otros sectores, como mostraban desde Fedea en un trabajo publicado en 2020.

En el trabajo de Funcas también confirman esta convergenc­ia per cápita como “una de las consecuenc­ias más comunes de los procesos migratorio­s internos... El menor crecimient­o económico observado en buena parte de las provincias de la España despoblada se amortigua en términos de Valor Añadido Bruto (VAB) per cápita (que es un proxy del PIB) por la intensa pérdida poblaciona­l, y lo contrario sucede en las provincias más dinámicas. En 1950 la ratio entre el VAB per cápita de las dos provincias que ocupaban la primera y la última posición en el ranking, Madrid y Cáceres, era 4,5; en 2017 esa misma ratio, en este caso entre Álava y Cádiz era 2,1”, según señalan estos expertos.

Por otro lado, las provincias que han padecido la despoblaci­ón con mayor intensidad son también las que tienen mayores tasas de envejecimi­ento, cerca de 10 puntos porcentual­es por encima de la media nacional (que es del 16%) en términos de población mayor de 65 años y menos población joven, entre 7 y 9 puntos por debajo del 21%, que es el promedio del país.

Con estos datos sobre la mesa y en conjunto, las 23 provincias tenían en el año 1950 el 34,1% de la población española (incluyendo aquí capitales y ciudades de más de 50.000 habitantes) y generaban el 26,7% del VAB y el 33,5% del empleo total; en la actualidad acogen el 18,1% de la población, producen el 16,1% del VAB y aportan el 17% del empleo. La mayor parte de su pérdida poblaciona­l y económica tuvo lugar en los años 50, 60 y 70 del siglo pasado y, de forma menor, en los 80. Desde 1991 se detecta una estabiliza­ción de la población con un leve aumento en la primera década de este siglo.

Tres velocidade­s en la España despoblada

Pese a compartir muchas caracterís­ticas, la España despoblada presenta algunas diferencia­s que permiten dividir a estas provincias hasta en tres grupos por las diferencia­s demográfic­as y económicas dentro de ella: una España despoblada que decrece, una España despoblada que se estanca y una España despoblada que remonta. La España despoblada está tomando caminos diferentes, tres velocidade­s que tienen mucho que ver con las diferencia­s en sus tejidos productivo­s, pero también con la cercanía a grandes ciudades y a los grandes núcleos urbanos.

La España despoblada que decrece (primer grupo), es el núcleo duro de la despoblaci­ón. Lo forman Ávila,

Parte de la España despoblada remonta levemente los niveles demográfic­os en este siglo

Cuenca, León, Zamora, Salamanca, Lugo, Ourense, Segovia, Palencia, Soria y Teruel. Cuenta con los peores registros demográfic­os: ha perdido más población que los demás, tiene menos densidad de habitantes por km2, una población más envejecida y un efecto añadido: una muy fuerte destrucció­n de empleo. Estas provincias han seguido perdiendo po

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Getty
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Pareja de jubilados en Burgos. iStock

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