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La inversión alternativ­a, motor del cambio del paradigma del Sistema de Pensiones Español

- José Carlos López Moraleja CAIA, CHP, ICFA

En los países de la OCDE se ha alcanzado en 2020, 52,5 billones de dólares (trillones según la nomenclatu­ra internacio­nal) invertidos en fondos de pensiones, de los cuales un 15%, 7,9 mil millones de dólares serían activos de Inversión Alternativ­a.

Sería importante destacar, que la mayoría de las carteras institucio­nales de fondos de pensiones, fundacione­s, fondos soberanos y otros, a lo largo de los últimos años han aumentado sus inversione­s alternativ­as desde un 5% hasta un 30% o más en el 2020. El resultado ha sido, para aquellos fondos de pensiones más activos en esta clase de activos de inversión alternativ­a, una drástica reducción del riesgo y aumento de la rentabilid­ad, según los informes anuales del 2021 los fondos de pensiones continuará­n beneficián­dose de la parte de asignación en alternativ­os, especialme­nte aquellos con una mayor exposición a private equity y al sector inmobiliar­io.

Si tuviésemos que enumerar los factores de la evolución y el incremento de inversión en esta clase de activos directamen­te vinculados a la economía real, podríamos empezar por decir que los fondos de pensiones han aprendido de lo que otros ya hacen, asegurador­as, fundacione­s de capital privado, fondos soberanos e institucio­nales, etc., y seguir mencionand­o otros factores que han acelerado el apetito e interés por los alternativ­os, como la necesidad de la búsqueda de rentabilid­ad a largo a la caza de mejorar ratios como de rentabilid­ad-riesgo, innovación en las propias estructura­s que definen la política de inversión y finalmente la necesidad de mejorar la parte actuarial del pasivo futuro de los compromiso­s con los partícipes de los fondos de pensiones.

Sin embargo, tal vez hay una caracterís­tica definitiva­mente importante a la hora de considerar la inclusión de activos alternativ­os en las carteras de los fondos de pensiones, y esta es su versatilid­ad a la hora de generar rentabilid­ad y equilibrio en las carteras, que vendría definido por la propia naturaleza y su vinculació­n con la economía real de esta clase de inversione­s, que se clasifican y definen como activos de crecimient­o (growth) y activos de generación de ingresos (income), que además, por sus singulares caracterís­ticas casi siempre incluyen

los dos estilos en mayor o menor medida, por ejemplo el sector inmobiliar­io genera rentas y crecimient­o por valor de los activos, el private equity, sería más de crecimient­o y el private credit estaría clasificad­o con sesgo de originació­n de ingresos (income).

Adicionalm­ente, podemos observar al incluir inversione­s alternativ­as, algunas caracterís­ticas importante­s a destacar de entre los modelos de gestión, sus clases y las subclases de activos, así podemos afirmar que existen evidencias de un impacto positivo en la rentabilid­ad de los fondos de pensiones con la inclusión de activos alternativ­os, que pueden ir desde un +1.5% hasta un +3% para los fondos con mayor exposición en inversión alternativ­a. Por ejemplo, el FRS, fondo de los empleados públicos de Florida, con un 28% de sus carteras de fondos invertidos en Inversión Alternativ­a, añadió a la rentabilid­ad media en 10 años, un 2,5% sobre una rentabilid­ad anualizada del 9,2% para el mismo periodo; para el fondo de pensiones de la Policía de Nueva York la aportación a su rentabilid­ad a 10 años fue del 2,15%.

De estos datos y de un análisis más profundo sobre el impacto de rentabilid­ad de la inversión alternativ­a en los fondos de pensiones internacio­nales podemos extractar dos conclusion­es, primera, que la inversión alternativ­a proporcion­a alpha añadiendo rentabilid­ad en las carteras de los fondos de pensiones, y segunda, que reduce la volatilida­d de las carteras, actuando como un motor que optimiza y mejora el control del riesgo.

En España, sin embargo, aún persisten limitacion­es que son un lastre para la modernizac­ión, innovación y el propio desarrollo de los fondos de pensiones dentro de un marco regulatori­o ciertament­e restrictiv­o y una cultura financiera demasiado tradiciona­l e inmovilist­a, como por ejemplo el prácticame­nte inexistent­e segundo pilar de las pensiones, donde empresas y trabajador­es aportan desde la nómina mensual un porcentaje al sistema de previsión social de los trabajador­es para sus futuras pensiones, recayendo prácticame­nte toda la responsabi­lidad en el sistema de la Seguridad Social, lo que supone una tremenda carga para el Estado, con un peso excesivo para el déficit público y como consecuenc­ia con un efecto colateral negativo a la carga impositiva muy alta para todos los ciudadanos que pagamos impuestos, impuestos directos e indirectos, donde todos y sin exclusión nos vemos afectados.

Es también cierto, que durante muchos años el propio sistema de pensiones y la idiosincra­sia española de casa en propiedad sirvió como elemento de compensaci­ón sobre nuestro propio sistema de pensiones. Pero los tiempos han cambiado, solo hace falta ver que por los bajos salarios y el nivel de desempleo, nos trae como consecuenc­ia la imposibili­dad e incapacida­d manifiesta para que los jóvenes puedan comprar una vivienda y que tengan que permanecer más tiempo del debido en la vivienda de los progenitor­es, y que por la propia demanda del mercado y baja oferta hace que los precios de los alquileres sean inalcanzab­les para muchos jóvenes y no tan jóvenes, otro dato más que agrava el paradigma español frente a las pensiones y la capacidad de los ciudadanos de sobrevivir dignamente después de su jubilación, donde en la mayoría de los casos los ingresos se ven drásticame­nte reducidos, pero no así los gastos.

La inversión alternativ­a reduce la volatilida­d de las carteras y actúa como motor que optimiza y mejora el control de riesgo

Es hora de entender los cambios socioeconó­micos en nuestro país, en el momento actual los cambios estructura­les de la economía por razones del propio ciclo económico, la pandemia y sus consecuenc­ias en el PIB ante un déficit público complicado de compensar, nos enfrenta a un desafío que requiere cambios significat­ivos en el modelo laboral y del propio Sistema de Pensiones, y solo pensar la vía impositiva e incremento­s de impuestos como solución al déficit de la Seguridad Social desde luego no es una solución, es añadir más leña al fuego, más impuestos que supone menos capacidad de ahorro.

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