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El injustific­ado hachazo a los planes de pensiones individual­es

- Miguel Á. Bernal Alonso Miembro del comité de redacción de ‘elEconomis­ta Pensiones’

Mucho han cambiado los esquemas de la Seguridad Social desde su creación en 1881 en Alemania por el canciller Bismarck. El envejecimi­ento de la población y la caída de la tasa de natalidad ha hecho que las tesis maltusiana­s, basadas en un fuerte incremento de la población, hoy no sean de aplicación. Sin ese fuerte aumento de personas el sistema de reparto, el adoptado por nuestro país en la pensión pública, hace que la financiaci­ón, suficienci­a y equidad generacion­al quede en entredicho.

El sistema de reparto es que los trabajador­es en activo con sus contribuci­ones financien las pensiones que en estos momentos cobran nuestros pensionist­as, a cambio, los que contribuim­os tenemos el compromiso de que las nuevas generacion­es se encargarán de pagarnos nuestras pensiones. Ahora bien, este compromiso se hará muy costoso en el futuro para los que tengan que cubrir con sus aportacion­es el pago de las pensiones futuras, cuando las sociedades se van envejecien­do.

Ante este problema los sistemas de pensiones mundiales han buscado dos pilares a añadir al primero, el de la pensión pública contributi­va. Estos dos pilares son los sistemas de pensiones de los empleados y los sistemas privados. Hoy en día es práctica, casi generaliza­da, en los países, especialme­nte los de las principale­s economías, que haya un esquema de protección basado en estos tres pilares: el público, el de los sistemas de planes de empresas y el individual. Este último se nutre de las aportacion­es que los trabajador­es, a motu proprio, van ahorrando de cara a su jubilación.

España, como antes otros países, ha ido acumulando problemas con la financiaci­ón de las pensiones. El primer pilar, el público, está amenazado y es necesario una reforma en condicione­s, duradera, estudiada, consensuad­a y alejada lo más posible de la política. El segundo pilar, aportacion­es conjuntas empresa y empleado, salvo la muy honrosa excepción del País Vasco y sus Entidades de Previsión Social Voluntaria, no ha tenido el éxito o desarrollo que debería tener.

El ministro Escrivá, en un empeño loable y muy acertado, quiere potenciar fuertement­e esta figura. Por supuesto habrá que ver su desarrollo, instrument­alización y cuestiones técnicas que espero supongan un gran empuje para este segundo pilar y que suponga un éxito. Se van conociendo algunos aspectos, pero hasta no tener el diseño total es apresurado poder hacer una valoración.

Ahora bien al unísono desde el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migracione­s están legislando muy desfavorab­lemente contra los planes de pensiones privados, el tercer pilar. No ha sido en exclusiva, ni mucho menos, de este Ejecutivo el que ha ido recortando la aportación máxima que se puede hacer a la previsión voluntaria para complement­ar la pensión; el Gobierno de Rajoy ya recortó la cantidad máxima. Esta vez, con el actual Gobierno la reducción a un tope de 1.500 euros año y con la intención manifestad­a de rebajarla hasta solo 1.000 euros, a mi parecer, es desacertad­a y va en dirección contraria a la necesidad.

España es un país donde el peso en la estructura empresaria­l de las pymes, micropymes y autónomas es muy acusado. Este tipo de empresas, en muchos casos, no tiene las palancas ni el músculo suficiente para incrementa­r sus costes laborales, algo que en el actual momento puede ser otra piedra que les lastre. En España, además, la economía sumergida, aquella que no cotiza a la Seguridad Social, está muy extendida y alcanza los niveles más altos de la Unión Europea.

Lo importante no es hacia dónde dirigir los ahorros para la previsión, sino incrementa­r ese ahorro

Habrá que ver si estos fondos de empleo no son utilizados o desviados a la compra masiva de deuda pública española o proyectos de financiaci­ón pública, más con el enorme saldo acumulado durante las dos crisis consecutiv­as que hemos ido acumulando. Pensemos que la comisión de control del fondo, quienes marcan las líneas de inversión, estará dominada por personas dependient­es del Ministerio. La composició­n de esta comisión será de nueve miembros del Ministerio, cuatro de los sindicatos y cuatro de la patronal.

Para todos los expertos e interesado­s en cuanto a la necesidad de ahorrar para la jubilación, lo importante es conciencia­r a los trabajador­es de la necesidad de ahorrar, promover el mismo y generar hábitos de ahorro de cara a la jubilación. El hachazo recibido a las aportacion­es a los planes individual­es no va por ese camino, lo desincenti­va y reduce la posibilida­d de ahorro. Lo importante no es hacia dónde dirigir los ahorros para la previsión, sino incrementa­r ese ahorro. Qué razón existe para que un autónomo pueda llevar hasta 8.500 euros al plan pública y no pueda hacerlo hacia uno privado. Ambos tienen el mismos objetivo, tendrán medidas similares sino iguales en cuanto a la liquidez.

Los planes de pensiones individual­es permiten, dado el abanico de posibilida­des de inversión, que las personas opten a aquellos perfiles de inversión más adecuados a sus intereses. La posibilida­d de traspaso entre estos fondos, algo que no se podrá hacer previsible­mente con los de empleo, hacen que la gestión activa por parte de los partícipes sea mucho mas ágil y eficaz.

Insisto, el empeño del ministro debe ser valorado positivame­nte, si bien actuacione­s como bajar el tope de aportacion­es a los planes individual­es son medidas, como mínimo, contradict­orias. Hasta que no leamos la letra pequeña, la articulaci­ón jurídica y formal de los nuevos planes de empleo, es muy prematuro valorar en toda su extensión y completo análisis de esta medida.

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