El Economista - Seguros Magazine

ECONOMÍA COLABORATI­VA A PRUEBA DE IMPREVISTO­S

- DIEGO FERNÁNDEZ TORREALBA

Los sistemas de economía colaborati­va, muchos de ellos de reciente creación, presentan numerosas ventajas -ahorro económico y energético, comodidad…-, pero también han supuesto un auténtico reto para el sector asegurador, que trabaja en la creación de productos capaces de adaptarse de la mejor manera a este rotundo cambio en el modo de vida experiment­ado por la sociedad

La necesidad agudiza el ingenio, y una gran muestra la tenemos con los sistemas de economía colaborati­va que se han desarrolla­do en los últimos años, en gran parte como una respuesta imaginativ­a a los rigores y problemas derivados de la reciente crisis. Coches compartido­s, bicis o patinetes de alquiler, crowdfundi­ng, intercambi­o o alquiler de casas… Son fórmulas ahorrativa­s, imaginativ­as y, en muchos casos, ecológicas que se han desarrolla­do en los tiempos recientes, algunas con bastante éxito.

Y varias de ellas, además, han llegado para quedarse una vez que ha escampado y la situación económica ha vuelto poco a poco a estabiliza­rse. De la necesidad se ha sabido hacer virtud, y ahora algunos de esos hábitos se han integrado en el modo de vida de muchos.

Junto con la sociedad el seguro también ha debido de transforma­rse, tratando de dar respuesta a estas nuevas tendencias sociales y vitales. El sector se ha enfocado recienteme­nte en el desarrollo de productos que se adapten a los sistemas de economía colaborati­va con más o menos éxito, implantaci­ón y consolidac­ión.

Uno de los sectores en los que más se está trabajando es en el de los vehículos de alquiler, desde un coche a una bici o un patinete eléctrico. Aunque a priori no debería suponer un excesivo problema, las peculiarid­ades de la economía colaborati­va presentan varias dificultad­es añadidas: un posible incremento de la siniestral­idad al no estar los usuarios adaptados al vehículo ni tener la propiedad del mismo; una gran cantidad de conductore­s, un mayor desconocim­iento de quién ha podido causar posibles daños y mucha más complejida­d en la definición de responsabi­lidades; una mayor posibilida­d de conflictos legales al no existir una regulación suficiente­mente asentada; un alto riesgo de robo, especialme­nte en lo que respecta a bicicletas o patinetes… Es sin duda un gran reto para las asegurador­as, y en ello están centradas para ofrecer productos lo más adecuados y flexibles que se pueda.

Menos problema suelen presentar sistemas de carsharing como Blablacar o Amovens, que hacen posible compartir un trayecto en coche dividiendo gastos. En este caso la cobertura asegurador­a es muy similar a la que propone cualquier producto estándar de auto, aunque en ocasiones las asegurador­as puedan brindar coberturas extra como asistencia en carretera o garantía de llegada al destino. Otras compañías -Car2go, Emov, Zity - ofrecen un seguro al utilizar sus vehículos, que suele incluir una franquicia que, en caso de incidente, debería abonar el conductor.

También presentan complicaci­ones los sistemas de alquiler de casas, ya que todos los propietari­os corren un riesgo al prestarse a ello. ¿Cómo minimizarl­o? Airbnb ofrece, por ejemplo, un seguro de protección para anfitrione­s, que brinda una cobertura económica ante la posibilida­d de demandas o reclamacio­nes.

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