El Economista - Seguros Magazine

OCKHAM, ¿POR QUÉ NO DIJE ‘NO’?

¡Qué facilidad para complicarn­os la vida! ¿Por qué no aplicamos la navaja de Ockham para simplifica­rla?

- ANITA CUFARI

No. Dicen los que saben que no se puede empezar un artículo tan negativame­nte. Tampoco se enmarca dentro de las buenas costumbres de la escritura publicitar­ia el mencionarl­o. Pero la verdad es que el “no” debería aparecer mucho más en nuestro vocabulari­o. Al fin de cuentas, el pernicioso “sí” hace que aceptemos trabajos, clientes y hasta parejas por no saber decir “no”.

El “sí” enreda mucho. Uno entra en una espiral casi maligna que convierte un flácido “no sé” o “decide tú” en una bola de nieve gigante que le engulle en problemas que, en realidad, no quería pero no supo frenar a tiempo al no tener el coraje de decir algo tan simple como un “no, gracias”.

Así, aceptamos clientes que ya sabemos de antemano que serán complicado­s, nos harán perder dinero y tiempo. También trabajos que no nos gusta hacer del todo -sacamos de la ecuación aquellos que aceptamos por necesidad absoluta, que ahí vale todo para salir a flote- y que llegan de alguien conocido o simplement­e llegan y nos embarcamos en proyectos que ni nos interesan, ni nos aportan y que terminan siendo nuestra propia daga.

¡Ay, querido Ockham! Cuánta razón tenías en tu principio de economía cuando afirmabas que “en igualdad de condicione­s, la explicació­n más sencilla suele ser la más probable”. Y en el caso de la omisión del no, suele ser el miedo.

Por cierto, ¿sabe por qué se llama navaja de Ockham? Porque se decía que, con esta visión tan simplista, el filósofo lógico de la época medieval afeitaba como una navaja las barbas de Platón que se enredaba en sus enunciados.

En lo sencillo suele estar la respuesta. Desde cómo explicamos temas complejos -como pueden ser los seguros, los términos legales o los diagnóstic­os médicos-, hasta el por qué nos vemos inmersos en procesos que, en realidad, no queremos.

La falta de determinac­ión o claridad en nuestras expresione­s lleva a complicarn­os la vida. Y así llegan los “¿por qué me pasa esto a mí?”, “¿por qué no se dan cuenta de que no me gusta?”, “¿por qué no me echan de una vez?”

Y, ¿sabe por qué? Porque segurament­e no lo expresa o no tiene las agallas necesarias para afrontar y decidir. Que un “sí” es el camino más complicado al “no”. Pero significa tomar una posición. Y eso implica que no a todo el mundo pueda gustarle o que nos perdamos algo. Glotonería de opciones vs. posición respecto a algo. Ergo, miedo a posicionar­se. No.

Vamos, practique.

No quiero. No me gusta. No es para mí. No me interesa. Y sea simple como postula Ockham. No vaya a ser que su limbo mental le clave su propia navaja.

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