El Economista - Seguros Magazine
UN OTOÑO EN MARRAKECH
Viajar a Marruecos es sencillo, económico y, sobre todo, divertido, exótico y muy agradable. Poco más de dos horas de vuelo o una media hora en ferry desde Tarifa a Tánger, es lo que cuesta llegar a las principales ciudades marroquíes. Noviembre es un mes perfecto para descubrir los secretos del país norteafricano
Marrakech es uno de los destinos marroquíes más interesantes. La magia de aromas, sabores, tonalidades, estridencias y contrastes culturales invita a despojarse de prejuicios, explorar un mundo nuevo, casi medieval en algunas zonas, inusualmente occidental en los nuevos distritos de la capital. Para disfrutar del encanto de la ciudad roja, alojarse en un riad en el corazón de la medina es la mejor opción, el mejor punto de partida para vagabundear sin rumbo ni objetivo. Eso sí, es fundamental tener localizadas las arterias principales del laberinto de pasajes y callejuelas para no perder la orientación. La plaza Jamáa El Fna constituye el centro neurálgico de la maraña tiendas bereberes, puestos de especias, zocos (el Souafine, el Semmariine, el de los artesanos, los tintoreros, los curtidores…), restaurantes y atracciones callejeras.
Jamáa El Fna -patrimonio de la humanidad de la Unesco- es todo un espectáculo, tanto de día como al atardecer. Allí se concentran todo tipo de personajes curiosos: desde el bullicio de los gnauas con sus tambores y crótalos metálicos, encantadores de serpientes, buscavidas variados o tatuadoras de henna, hasta la grimosa mesa del “dentista” repleta de dientes y dentaduras postizas. Al caer la tarde, azoteas abiertas al cielo y al embrujo de la puesta de sol ofrecen un respiro tras el ajetreo del día y un delicioso té verde a la menta, antes de adentrarse en los aromas de la cocina marroquí que destilan los primeros puestos nocturnos. Otra opción para acabar el día es acudir a un hamman para recibir un baño de vapor o relajarse entre la vegetación de Le Jardin Secret, un oasis urbano aislado de alboroto.
Al norte de la medina se encuentra la mezquita Koutoubia, que solo puede verse desde fuera, el interior es un espacio reservado exclusivamente a los musulmanes. En dirección sur, siguiendo el trazado de la vieja muralla, se llega directamente a la colosal puerta de los carneros, Bab Agnaou. Desde allí se accede al mausoleo de los Saadíes, construido en el siglo XVI, y el Palacio Bahía. Al final de la zona sur se encuentra la Mellah, antiguo barrio judío, y la Sinagoga de Lezama.
La ciudad nueva -Gueliz, centro de compras- se articula en torno a la Avenida Mohamed V. Son exuberantes los Jardines de Majorelle (territorio de Yves Saint Laurent), los olivares del palacio de La Menara o el Hivernage, el barrio de clase alta con vestigios de arquitectura art déco.