El Economista - Seguros Magazine
Elevar el nivel de RSC, la nueva agenda de las aseguradoras
Al principio, la RSC solía tratarse como una cuestión puramente operativa ahora se está integrando como un componente esencial de la estrategia empresarial.
Hace casi 300 años, un grupo de empresarios solidarios decidieron tomar medidas para mejorar las malas condiciones de trabajo, los salarios insuficientes, el trabajo infantil y la contaminación que trajo consigo la Revolución Industrial. Fueron los pioneros de la responsabilidad social empresarial. “Al principio, la responsabilidad corporativa solía tratarse como una cuestión puramente operativa con una función adjunta o específica independiente. Ahora se está integrando como un componente esencial de la estrategia empresarial” afirma Rob Siveter, director de sostenibilidad de Suncorp New Zealand. Desde entonces, la RSC o RSE ha evolucionado hasta cobrar un significado mucho más amplio que incluye el apoyo a la comunidad, la diversidad, la equidad, la inclusión, las consideraciones ambientales o el compromiso de los empleados y su bienestar.
La creciente concienciación sobre cuestiones sociales y medioambientales está modificando las expectativas de los clientes sobre la licencia social de las empresas para operar. “En la última década, la RSC ha pasado de centrarse en actividades comunitarias o filantrópicas a tener un significado mucho más amplio”, añade Sarah Kelly, responsable de RSC en MetLife Australia. “En MetLife, todo ello se engloba bajo el paraguas de la sostenibilidad”. “Nuestras tres áreas prioritarias —salud financiera, salud mental y medio ambiente y comunidad— nos permiten dirigir los esfuerzos hacia sectores relevantes para nuestros clientes y empleados”, concluye.
Dimensiones actuales de la RSC
La RSC abarca tres dimensiones principales: económica, social y ambiental. La dimensión económica se refiere al cumplimiento de las obligaciones le
gales y éticas, así como a la generación de empleo y riqueza. La social implica contribuir al bienestar de la sociedad a través de acciones como la promoción de la igualdad, la mejora de las condiciones laborales y el apoyo a comunidades locales. La ambiental se centra en minimizar el impacto negativo de las actividades empresariales en el medio ambiente y promover prácticas sostenibles.
Pero también se considera como un fin en sí misma. Así lo entiende Ainslie Malcolm, gerente de responsabilidad social corporativa de AA Insurance –con sede en Auckland–, quien observa cómo muchas empresas están reconsiderando tal dimensión. “A medida que se incrementan los desafíos ambientales y sociales, las partes interesadas suman su voz y sus bolsillos para apoyar inversiones, productos y servicios que generen mejores resultados para las personas y el planeta”, afirma. Aunque recién inicia su viaje hacia la sostenibilidad y Malcolm admite que queda mucho camino por recorrer, la empresa ya se ha trasladado a un edificio con cinco estrellas verdes, ha sustituido más del 90% de su flota por vehículos híbridos, ha empezado a medir las emisiones de carbono y se ha fijado objetivos de reducción basados en datos científicos.
Transparencia y coherencia
Coincide en este aspecto Ramana James, director general ejecutivo de comunidades más seguras de IAG, quien añade que los puntos de vista y las acciones de una organización en cuestiones sociales y medioambientales son cada vez más influyentes a la hora de atraer y retener empleados. También señala el gran interés de los inversores y analistas por la forma en que las organizaciones gestionan estos asuntos como riesgos materiales para el negocio y divulgan e informan sobre sus compromisos. IAG, por ejemplo, se centra en la evaluación de riesgos, la reducción de gases de efecto invernadero, la adaptación y la resiliencia a los peligros naturales. Según James, otras de las prioridades clave para la industria de seguros son la rendición de cuentas, la transparencia y la coherencia en la forma en que las organizaciones informan sobre su actuación respecto a cuestiones que afectan a su comunidad. “Cada vez es mayor la demanda de informes que vayan más allá de los datos financieros a corto plazo y demuestren los resultados en materia medioambiental, social y de gobernanza (ASG)”, afirma.
Un papel destacado para las aseguradoras
En este contexto, los criterios ESG –Ambientales, Sociales y de Gobernanza– están ganando terreno en el sector asegurador, impulsando un cambio hacia un modelo más sostenible y responsable. Todos los sectores tienen la responsabilidad de apoyar la sostenibilidad. Sin embargo, las aseguradoras tienen una visión única tanto del impacto como del riesgo. Y es que la evaluación de riesgos es el núcleo del negocio asegurador. Las compañías evalúan y gestionan una amplia gama de riesgos ambientales, comerciales y financieros. Además, las también gestionan grandes carteras de inversiones. Cada vez más empresas del sector consideran no sólo el rendimiento financiero de las inversiones, sino también su impacto ambiental, social y de gobernanza. En este contexto, los criterios ESG adquieren un papel relevante.
“Vemos de primera mano los efectos devastadores de las catástrofes naturales cuando estamos sobre el terreno ayudando a nuestros clientes y a sus comunidades a recuperarse”, explica James. “También somos testigos y comprendemos los retos de mayor alcance que plantean las catástrofes, incluidas sus repercusiones a largo plazo en la economía y la salud mental de una comunidad”. Los propios objetivos climáticos de IAG incluyen emisiones netas cero para 2050, con una reducción del 50 por ciento de las emisiones para 2030; dejar de suscribir entidades dedicadas al negocio de la extracción de combustibles fósiles.