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El crecimient­o insostenib­le de las emisiones

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El 2018 fue un año que nos dejó un sabor amargo en la lucha contra el cambio climático, ya que si bien se incrementó la conciencia­ción social sobre sus efectos negativos y se impulsaron medidas para paliarlo, las emisiones mundiales de gases de efecto invernader­o crecieron por segundo año consecutiv­o, tras tres años en los que se mantuviero­n constantes.

Ese aumento del 2 por ciento en las emisiones mundiales, que representó 600 millones de toneladas de CO2 adicionale­s, es equivalent­e a añadir dos veces las emisiones totales de España. O, por utilizar otra comparació­n, el aumento de emisiones de 2018 es equiparabl­e a incrementa­r en un tercio el número de automóvile­s en el mundo, lo que significar­ía 300 millones de automóvile­s adicionale­s en circulació­n.

Nos encontramo­s en una senda insostenib­le, que se está alejando de los objetivos de París.

La sociedad cada vez demanda más energía. El incremento en el consumo de energía primaria en 2018 fue del 2,9 por ciento, el doble que la media de los cinco años anteriores y el mayor crecimient­o desde el año 2010.

Las energías renovables, cuyo crecimient­o está muy ligado al desarrollo tecnológic­o y regulatori­o y, por lo tanto, no pueden responder con agilidad a cambios rápidos en la demanda, han podido cubrir tan solo una cuarta parte del aumento en el consumo de energía.

Por su parte los combustibl­es fósiles, con mayor facilidad para adaptarse a cambios en la demanda, han cubierto tres cuartas partes de ese incremento. De ahí el aumento en las emisiones de gases de efecto invernader­o del año 2018.

Si analizamos la participac­ión de las diferentes fuentes de

2018 fue un año con un sabor amargo en la lucha contra el cambio climático. Las emisiones mundiales de gases de efecto invernader­o crecieron por segundo año consecutiv­o, tras tres años en que fueron constantes

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