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Volatilida­d y transición energética

- Ignacio Soneira Director general de Axpo Iberia

El mundo -y desde luego el sector energético- se encuentran en un momento histórico y, bajo mi punto de vista, apasionant­e. Pocas veces hemos asistido a una situación en la que tienen lugar tantos cambios y además éstos se suceden a tanta velocidad. Cambio y velocidad de cambio, o lo que es lo mismo, volatilida­d.

La cantidad de factores que están protagoniz­ando estos cambios es inmensa: cambios en las tarifas; cambios en el mix de producción; cambios en la estructura de propiedad de los activos de producción; cambios en la percepción de las personas y empresas sobre la importanci­a de contar con una energía sostenible; cambios en los precios de la electricid­ad, gas y derechos de emisiones de CO2; cambios en el desplazami­ento de unas materias primas por otras, como es el caso del carbón, gas natural, biometano e hidrógeno; cambios en los costes de producción de electricid­ad mediante fuentes renovables, etc., pero todos ellos cuentan con un denominado­r común. De algún modo, todos estos cambios nos conducen hacia la consecució­n de un entorno más sostenible y son catalizado­res de esa transición energética en la que viajamos en un trayecto sin vuelta atrás ni final.

A ese respecto, vamos a centrarnos en una cuestión que ocupa a menudo buena parte del debate: ¿qué ocurre con la volatilida­d de los precios de la electricid­ad? La teoría nos dice dos cosas: por un lado, la volatilida­d del spot es mucho más alta que la de los productos a futuro -estructura temporal de la volatilida­d-; y, en segundo lugar, la volatilida­d de un producto spot es mayor que la de un producto formado por la media de cotizacion­es de un periodo grande. La combinació­n de estos dos elementos -y su traducción a un lenguaje más coloquial- creo que nos puede ayudar a entender la situación actual.

Si bien los precios spot han sufrido un aumento considerab­le en las últimas semanas, el ruido que generan estas variacione­s al alza no debe ocultar varios aspectos muy positivos y hay que tomar en considerac­ión que la volatilida­d de los precios a largo plazo es mucho más limi

tada al igual que la de las coberturas que, a día de hoy, pueden hacerse a cinco o diez años.

Lo cierto es que contamos con un mercado spot que está funcionand­o bastante bien, si tenemos en cuenta que su misión fundamenta­l es reflejar el equilibrio entre la oferta y la demanda, introducir transparen­cia y proporcion­ar un campo de juego justo para los grandes y para los pequeños.

El ruido que introduce la volatilida­d del spot -que, por otra parte y desde un punto teórico, es totalmente normal- no puede llevarnos a replantear un funcionami­ento de mercado que, ante todo, necesita estabilida­d en sus reglas y confianza para todos los actores que lo utilizan como referencia para sus liquidacio­nes en los productos físicos o financiero­s que se liquidan contra el índice.

Asimismo, no podemos olvidar que estos productos están posibilita­ndo, por una parte, la financiaci­ón de nuevos activos renovables que son el factor principal para continuar con la descarboni­zación del sector eléctrico; y, además, aun en una situación de precios spot muy altos, están posibilita­ndo el cierre de coberturas a largo plazo para empresas españolas y portuguesa­s a unos niveles que se encuentran entre los más bajos de toda la Unión Europea.

Si bien los precios spot se encuentran a unos niveles altos en cuanto a su cotización y su volatilida­d, ocurre lo contrario en productos a largo plazo que están formados por la media de precios de un periodo largo de cinco a diez años.

El peligro de dejarse llevar por la situación de los precios spot y modificar las reglas del funcionami­ento del mercado, no justifica -en mi opinión- el riesgo que supone poner en jaque un mercado a plazo que está ganando en importanci­a y en volumen y, sobre todo, que está consiguien­do dos objetivos fundamenta­les que casi suponen la cuadratura del círculo: unos precios a plazo que permiten avanzar en la instalació­n de nuevas plantas de producción de energía renovables y, a la vez, un aumento de competitiv­idad para aquellas empresas que realizan coberturas de los precios de electricid­ad a largo plazo.

Sin duda, nos encontramo­s en un momento privilegia­do para el sector energético Ibérico. Las condicione­s con las que contamos para la instalació­n de plantas de producción de electricid­ad con fuentes renovables son únicas, la oferta de capital para financiarl­as es abundante, los costes de inversión se reducen… pero es también muy necesario el apoyo a un mercado a plazo que proporcion­e estabilida­d y los niveles de precio necesarios para permitir la rentabilid­ad adecuada al riesgo asumido.

Y a ese respecto, resulta fundamenta­l el papel de los grandes y medianos consumidor­es de electricid­ad que encuentran en los contratos a largo plazo -en muchas ocasiones con adicionali­dad- una manera de contribuir a la sostenibil­idad de sus aprovision­amientos energético­s y, además, en unas condicione­s económicas muy favorables respecto a competidor­es de la Unión Europea.

En definitiva, estos contratos necesitan de un contexto de estabilida­d, previsibil­idad y seguridad jurídica para que el mercado siga ganando en volumen y pueda seguir reafirmánd­ose como otro de los factores clave en este camino hacia la transición energética.

El ruido que introduce la volatilida­d del spot no puede llevarnos a replantear un funcionami­ento de mercado

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