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Salvar la industria, cuestión de Estado
Cerrábamos 2023 con una nefasta evidencia para la industria nacional: el consumo de gas continuaba realmente debilitado, marcando una caída del -20% por debajo de las cifras habituales. Las cosas no van bien para nuestras industrias, una mala noticia que empeora al comprobar que, finalizando febrero, la situación no mejora.
La industria española se adentra en un 2024 incierto y complejo. En enero, el consumo de gas industrial fue un -16,1% menos comparado con el mismo periodo en 2019 y un -13,5% referenciado a 2021. Aunque el actual nivel de precios es más bajo que los sufridos los últimos dos años, continúa siendo muy elevado comparado con el que habitualmente teníamos. Resumiendo, sí es más barato, pero no es más competitivo.
Los industriales no podemos ser optimistas cuando la incertidumbre va ganando terreno en los negocios y en los sectores grandes consumidores de gas como la construcción, el vidrio, la siderurgia, el papel, el químico, el refino o el agroalimentario, que siguen sin recuperar sus niveles de consumo de gas, pierden competitividad acechados ante el peligro de un desplazamiento de la producción con aumento de las importaciones y reducción de los pedidos que se deslizan hacia países con costes energéticos más competitivos.
La industria no puede progresar así; necesita estabilidad y precios competitivos.
GasINDUSTRIAL valora el esfuerzo del Gobierno español en los últimos dos años y las medidas que ha puesto en marcha –reducción de peajes de gas, flexibilidad en la contratación de la Qd y cierta y muy limitada parte de las ayudas del Marco de Ucrania–, pero que, a la luz de los datos, han resultado insuficientes para recuperar las posiciones de nuestra industria en el panorama global. Sin duda han resultado medidas escasas y, además, han llegado muy tarde.
Los consumidores industriales seguimos reclamando la creación del Estatuto del Consumidor Gasintensivo, una cuestión vital para nuestras empresas y un
reconocimiento estatutario fundamental que no debe retrasarse por más tiempo. Además, cuestión importante es la necesidad de subsanar la incorrecta clasificación realizada por Cnaes para la adjudicación de ayudas, que raya en el absurdo, y la ampliación de ayudas directas ya publicadas en el Marco Temporal de apoyo a las industrias, tal y como lo han hecho Francia, Alemania, Italia o Portugal. Es una demanda muy urgente que no puede demorarse más. Estas medidas son urgentes y acuciantes, porque la brecha de la desventaja competitiva con los homólogos europeos crece y aumenta sin cesar, abriendo una sima que puede echarnos de los mercados globales.
Urge que se pongan ya en marcha medidas en línea con las del resto de países europeos, donde las industrias reciben más ayudas, de mayor importe y que les llegan con mayor velocidad.
Si echamos la vista atrás, entre 2015 y 2021 vivimos una positiva evolución de la economía española con la incorporación al sistema gasista de industrias siderúrgicas, químicas, cerámicas y papeleras que generaron un incremento del consumo hasta que, en los últimos dos años, se produce una fuerte caída que arrastramos hoy con unas previsiones y un panorama notoriamente nublado.
La industria española no consigue recuperar sus habituales niveles de demanda de gas; nuestra industria no avanza al mismo ritmo que sus competidores europeos, sigue estancada y hace que el país lo esté también.
Los consumidores industriales seguimos reclamando la creación del Estatuto del Consumidor Gasintensivo
Desde GasINDUSTRIAL venimos reclamando la necesidad de priorizar nuestra industria y darle el lugar que le corresponde en las políticas nacionales. Necesitamos medidas que permitan a nuestras industrias recuperar su competitividad y su viabilidad, porque de otra manera podemos ir olvidándonos de que se impulse su descarbonización. La falta de competitividad de los precios del gas puede acelerar la deslocalización de la producción hacia países más competitivos, disminuir las exportaciones y aumentar las importaciones, desplazando la producción nacional.
Es complicado volver a los niveles de hace años, pero el sentido común nos dice que, ante cualquier cambio de vector energético, las industrias deben mantener la competitividad necesaria para poder realizar sus actividades siendo medioambientalmente sostenibles a igual coste que su competencia.
El PNIEC marcará la hoja de ruta para cumplir con los objetivos de descarbonización, pero es impensable que tenga éxito si no se hace manteniendo e impulsando la competitividad. O es así o no será. Por eso hay que establecer las condiciones y mecanismos que garanticen a la industria alcanzar los objetivos de descarbonización sin que su competitividad se vea mermada.
Para producir siendo medioambientalmente sostenibles y evitar que se acelere la deslocalización hacia otros países, la clave es “competitividad”: política industrial y descarbonización deben ir de la mano. O eso o nada. Si se quiere mantener la producción nacional, invertir, crear riqueza y empleo de calidad, la competitividad de la industria es la prioridad.
Un país sin industria es un país sin futuro. España sin industria no será una nación de progreso. Urge implementar medidas de apoyo que permitan aumentar el peso de nuestra industria y la sitúen en Europa, en el mapa de la competitividad. Esta es la prioridad para España y sus poderes públicos: impulsar una política industrial que dote a nuestras empresas de mayor competitividad situándola a la vanguardia de Europa.