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■ backup energético que permita garantizar el desarrollo e implantación de las energías renovables de forma ordenada, mientras no se compromete el tejido industrial.
Sin embargo, la estrategia que sigue tanto nuestro país como el conjunto de las instituciones comunitarias adolece de centrar principalmente los esfuerzos sostenibles en la generación, mientras se va acentuando cómo la demanda se está quedando atrás, y ésta es tan crucial como la primera. Tanto es así, que en el balance energético que realizan el Club de la Energía y el Ministerio de Transición Energética, la demanda energética en España lleva desde hace varios años presentando disminuciones significativas, sin ser capaces como país de recuperar los datos previos a la pandemia –en el caso de la electricidad la disminución en 2023 se situó en un 2,3% según Red Eléctrica–.
Este hecho es significativo una vez que el país ya ha recuperado una situación de estabilidad tras el impacto de la pandemia y de los altos precios de la energía como consecuencia de la guerra en Ucrania, lo que advierte de la disminución tanto del tejido económico como del peso de la industria que está experimentando nuestro país.
Y es que sectores como el industrial o el transporte pesado, energéticamente intensivos, requieren de planes y objetivos públicos sostenibles que sean realistas y alcanzables, ya que se trata de procesos difícilmente descarbonizables y que no poseen una estrategia clara en el corto plazo. Así, fijar obligaciones sostenibles inasumibles por el sector puede derivar en una progresiva deslocalización industrial española hacia regiones geográficas con regulaciones más accesibles que les permitan que su actividad económica pueda progresar. En este caso, la seguridad de suministro energético se transforma en otro problema, la mayor dependencia de industria exterior, y con un consiguiente efecto negativo de no haber mitigado las emisiones globales.
En esta misma línea, otro dato preocupante lo constituye el descenso en 2023 de la demanda nacional de electricidad con cogeneración, que ha retrocedido del 10% en 2021 al 6,5% en 2023, según los últimos datos de la Asociación Española de Cogeneración, ACOGEN, lo que supone un nuevo indicador de la situación de fragilidad del tejido industrial español y de la consecuente pérdida de eficiencia energética y de competitividad de las industrias.
Los ciclos combinados, por otro lado, deben constituir una apuesta europea para convertirse en una tecnología de respaldo para la generación renovable, tanto por su fiabilidad como por su mayor sostenibilidad, con un impacto muy inferior al de las centrales térmicas de carbón o fuel. Pero para recuperar la viabilidad de los sistemas de generación con gas natural es urgente la publicación de los nuevos marcos regulatorios y de inversión mediante subastas de capacidad y mecanismos de retribución estables en el tiempo, con las que poder acometer un nuevo ciclo de inversión, como es el caso de la cogeneración.
Nos encontramos, por tanto, en un momento en el que es preciso establecer como prioridad una gradualidad lógica en la sustitución de las fuentes energéticas más contaminantes. Dentro de este marco, el impulso del gas natural, no ya como como elemento central de respaldo en este escenario de transición, sino como forma de llevar a cabo esta transformación de manera segura y competitiva, garantizando el tejido industrial. Tengamos en cuenta un elemento central: la hoja de ruta para llegar a una efectiva transición energética es igual de importante que los objetivos marcados. Solo así podremos recorrer este camino, que debe centrarse en estos momentos en incentivar, de forma primordial, la demanda y no solo la producción renovable.
El gas natural es el combustible fósil con menor impacto medioambiental de todos los empleados
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