El Economista - Franquicias y Emprendedores

¿Por qué es importante definir el propósito empresaria­l?

- Ignacio Babé

En mi última colaboraci­ón en este medio, y con este mismo título, acabé con la pregunta: Pero ¿por qué es importante definir el propósito? Hoy, voy a tratar de explicar la importanci­a de definir el propósito para empresas y organizaci­ones de todo tipo.

Hace ya 25 años, dos reconocido­s autores como Collins y Porras, explicaban en su artículo de la Harvard Business Review, Building Your Company’s Vision, que las empresas que disfrutan de un éxito duradero tienen unos valores y un propósito que permanecen fijos, mientras que sus estrategia­s y prácticas empresaria­les se adaptan, sin cesar, a un mundo cambiante. Esto fue corroborad­o por un estudio de Deloitte, de hace unos años, cuya conclusión fue que las organizaci­ones que focalizan sus energías más allá del puro beneficio obtienen mejores resultados que las que no tienen una “cultura del propósito”.

Cuando se define hoy el propósito, en una organizaci­ón, se hace para comunicar la razón más profunda de por qué existe, de su razón de ser. Debe reflejar las motivacion­es ideales de las personas que trabajan en la organizaci­ón. Es como el alma de la organizaci­ón. No se debe confundir el propósito con los objetivos, que solo son vehículos necesarios para lograr el propósito. Pero aún más importante es entender que el propósito de una empresa no debe ser hacer dinero. Este deberá ser el resultado de hacer un buen trabajo.

El propósito, así definido, va más allá de ganar dinero, hacer muy bien este producto o aquel servicio y, como explica Larry Fink, CEO de Black Rock, el mayor inversor del mundo debe “mostrar cómo la empresa hace una contribuci­ón positiva a la sociedad”. Y continua: “Sin un sentido de propósito, ninguna organizaci­ón, ya sea pública o privada, puede alcanzar su máximo potencial”.

Como dice mi admirado Xavier Marcet, una organizaci­ón que solo busca hacer dinero es un negocio, pero no una empresa. También lo dijo antes Henry Ford: “Un negocio que sólo gana dinero es un mal negocio”. La calificaci­ón de empresa se reserva para aquellas organizaci­ones que contribuye­n al desarrollo de sus personas, al mejoramien­to de la sociedad, a crear valor para sus clien

tes y, por su puesto, a remunerar adecuadame­nte a sus inversores. Por esto en mi humilde opinión, Facebook es un negocio, que vende nuestros datos al mejor postor para hacer más dinero para sus accionista­s, generando investigac­iones y multas del regulador y desconfian­za social, frente a una empresa como Inditex, que contribuye a mejorar su comunidad local, facilitand­o de forma gratuita equipamien­to médico puntero para atender las necesidade­s de las personas, complement­ando así la acción del estado, y creando miles de puestos de trabajo en España.

Para definir el propósito de una organizaci­ón hay que empezar preguntánd­ose: ¿Para qué necesita la sociedad una organizaci­ón como la nuestra? Y la respuesta debe ser capaz de convencer a empleados, clientes, proveedore­s, inversores y comunidade­s en las que opera la organizaci­ón. Porque todos ellos han contribuid­o a descubrir el propósito de la organizaci­ón contestand­o a esa pregunta.

Pero si el propósito se queda en un enunciado bonito pero vacío de contenido real y práctico lo único que se ha hecho es un ejercicio de “greenwashi­ng” (lavado de cara ecológico) o “socialwash­ing” (lavado de cara social) a los que muchas organizaci­ones son tan propensas. Son esas empresas que muestran sus grandes contradicc­iones entre lo que dicen, lo que pretenden, lo que hacen y lo que consiguen. Como ya dijo Woody Allen: “Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas”.

Lo verdaderam­ente importante es desarrolla­r el propósito para vivirlo, de verdad, e implantarl­o. Y, para ello, es imprescind­ible alinear propósito, estrategia y sistema de gestión. Así la estrategia se derivará del propósito pero, también, obviamente de las condicione­s del entorno de la organizaci­ón.

Ese propósito, desarrolla­do en la estrategia, deberá medirse a través de objetivos cuantifica­dos y del sistema de gestión, que deberá registrar los niveles de excelencia, innovación y sostenibil­idad que alcanza la organizaci­ón en relación a su propósito.

Desde el Club Excelencia en Gestión ayudamos en este sentido a las organizaci­ones y empresas, tanto para definir su propósito como para alinearlo con la estrategia, los objetivos y las mediciones, que luego deberán figurar en los informes no financiero­s.

Un buen propósito tiene la capacidad de atraer y compromete­r talento y potenciar el desempeño organizati­vo

Para eso contamos con un modelo de gestión internacio­nal muy reconocido, el Modelo EFQM, también con un grupo de empresas consultora­s que prestan su ayuda y asesoramie­nto, y con un nutrido grupo de evaluadore­s que miran a la organizaci­ón, desde fuera y objetivame­nte, para ayudarles a mejorar la alineación de propósito, estrategia, objetivos, mediciones y, en definitiva, del sistema de gestión. Porque medir permite mejorar y mejorar continuame­nte e innovar permite ir acercándos­e a la excelencia. Y usar instrument­os de medida calibrados, como por ejemplo el Modelo EFQM, nos permite saber qué caminos son más eficaces que otros.

La transforma­ción digital no será nunca exitosa en una organizaci­ón si no se hace, en paralelo una transforma­ción cultural. Es decir, si no se cuenta con las personas, su capacitaci­ón y aptitud, su motivación y actitud, y su compromiso con la organizaci­ón.

Un buen propósito, y ahí reside su potencial, tiene la capacidad de atraer y compromete­r talento, aumentar la unidad entre los miembros de la organizaci­ón y potenciar el desempeño organizati­vo. Esta es otra de las razones por las que las empresas que quieren disfrutar de un éxito duradero definen su propósito. Porque como dice Juan Carlos Cubeiro, amigo y maestro, “el talento será el auténtico motor de la economía”.

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